Movimientos revolucionarios colombianos: ¿hubo radicalización violenta o captación forzosa?

The ConversationSergio García Magariño, investigador del Instituto I-Communitas (Institute for Advanced Social Research-Instituto de Investigación Social Avanzada) de la Universidad Pública de Navarra (UPNA)

Foto de Flavia Carpio en Unsplash

Tiempo estimado de lectura: 2 minutos

Quienes viven en entornos rurales suelen estar más arraigados e integrados en comunidades. Por ello, los grupos guerrilleros adoptan una narrativa que conecta con esa realidad. Ellos plantean ser los únicos verdaderos defensores de la comunidad.

El conflicto colombiano es tan popular como complejo. Además, el estudio empírico de las formas de reclutamiento y de los procesos de radicalización violenta hacia los diferentes grupos armados, principalmente las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN), no ha estado exento de dificultades. Algunos académicos incluso han planteado que la noción de radicalización violenta no sirve para ese contexto, puesto que la incorporación a los grupos armados sería el resultado de un reclutamiento forzado o forzoso.

Sin embargo, quienes se han acercado al conflicto desde enfoques etnometodológicos plantean un panorama distinto. Aseguran que, aunque pudiera haber casos de reclutamiento forzoso, gran parte de los jóvenes que se unían a las FARC, al menos en las últimas etapas, lo hacían por la convicción de que la lucha armada era la única vía que les quedaba a los campesinos para reivindicar sus derechos, especialmente los relacionados con el uso de la tierra. Incluso, intentan desmitificar la noción de que quienes se unen a las FARC lo hacían por una expectativa económica. No niegan la adquisición de estatus como elemento motivacional para algunos jóvenes, especialmente frente a los no campesinos, pero rechazan la tesis de la oportunidad económica.

Al analizar el proceso de adhesión al otro grupo guerrillero más popular de Colombia, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), de naturaleza eminentemente urbana, suele haber más apertura para aplicar la noción de radicalización violenta. Según el Center for Internacional Cooperation and Security (CICS) de la Universidad de Standford, sus orígenes, vinculados a movimientos estudiantiles y religiosos, así como algunos de sus fundadores y líderes históricos, han hecho que se le considere un grupo altamente ideologizado que combinaría el marxismo-leninismo y la teología de la liberación. En cuanto al perfil de los militantes, con el tiempo ha ido cambiando. De tener una militancia estudiantil, sindical y religiosa, ha pasado a engrosar sus filas explotando dos canteras: la ola de refugiados venezolanos y disidentes de las FARC.

Las vías de adhesión

Tras esta breve exploración de las FARC y el ELN de Colombia, se aplicará al caso la teoría esbozada en Violencia, política y religión: una teoría general de la radicalización violenta. Aunque el perfil de los militantes de estas dos organizaciones y las sendas que han conducido a las personas a unirse a las mismas sigue siendo un tema que requiere mayor estudio empírico, se podrían tipificar las supuestas vías de adhesión de la siguiente forma: captaciones forzosas, la convicción de que la lucha armada es la única vía para reivindicar los derechos campesinos, defender a los pobres con armas aduciendo interpretaciones religiosas, la búsqueda de incentivos económicos, deseo de estatus, lograr la justicia social mediante la lucha revolucionaria y encontrar sentido a través del activismo juvenil.

Estructura moral

Tal como se puede observar, menos en el caso del reclutamiento forzoso, donde no existiría un acto voluntario de radicalización, los otros pueden desglosarse a la luz de las nociones de estructura moral y de comunidad de propósito.

En cuanto a la estructura moral, esta tiene diferentes componentes que operan de forma sincrónica y sofisticada: conceptos, pautas de comportamiento, competencias de control emocional, motivaciones que dan dirección al propósito, análisis de las consecuencias de diferentes opciones, lenguaje.

En relación a los conceptos, en todos los casos señalados habría algunas nociones que se han interiorizado. Considerar que la lucha armada es la única vía para defender los derechos campesinos, por ejemplo, es una concepción. Asimismo, la adopción del marxismo-leninismo revolucionario como ideología política o acercarse, doctrinalmente desde una perspectiva religiosa, a la teología de la liberación (que incluye el uso de la violencia con fines políticos) implicaría también la interiorización de conceptos. Incluso quien se une a las FARC por incentivos económicos mantiene un concepto, aunque implícito, de que cualquier trabajo, aunque entrañe daño a otros y uso de la violencia, es legítimo, puesto que la búsqueda de la subsistencia individual y familiar sería un fin para el que todos los medios estarían justificados.

Algo similar puede decirse de quien busca estatus o protección uniéndose a la guerrilla: todo vale, con tal de tener reconocimiento y protección y de ganarse el respeto.

Las pautas de comportamiento, sentimiento y pensamiento, interiorizadas mediante procesos de socialización, también jugarían un papel importante, puesto que un número mucho más grande de personas que de militantes mantendría convicciones similares a las anteriores, pero un porcentaje muy pequeño decide dar el paso de la acción violenta. Aquí, quienes han experimentado procesos de mayor violencia (intrafamiliar, entrenamiento de artes marciales o militar, criminalidad) o tienen familiares, amigos y vecinos previamente radicalizados con quienes mantienen lazos estrechos, tendrían mayor probabilidad de dar el paso. Para ellos, la violencia no solo está justificada, sino que es familiar y saben ejercerla.

Las competencias de control emocional, la capacidad de analizar las consecuencias de diferentes cauces de acción y la posesión de un lenguaje rico para poder reflexionar con profundidad también son esenciales. Quienes no pueden controlar sus emociones, especialmente la ira, son menos introspectivos y tienen menos recursos cognitivos para reflexionar, dan el paso con mayor facilidad ante circunstancias similares. Los jóvenes estudiantes, por ejemplo, que sienten un resentimiento abstracto ante un enemigo idealizado (demonizado) son más vulnerables, sobre todo cuando no tienen conceptos o valores fuertes que deslegitiman el uso de la violencia.

Vinculación a una comunidad de propósito

En un segundo nivel se puede identificar con claridad también el papel que juega la vinculación a una comunidad de propósito. La radicalización hacia los grupos guerrilleros de Colombia no se produce en un vacío relacional, sino que acontece en grupo. La individualización de la vida colectiva y el desarraigo es más fuerte en los núcleos urbanos que en los rurales de Colombia. Por ello, los movimientos estudiantiles, sindicalistas y religiosos son una cantera importante para generar identidad y propósito y entrenarse en las dinámicas de la acción colectiva.

Los grupos radicalizados, además, proporcionan un entorno de mayor cohesión interior y sensación de solidaridad. La individualidad se difumina. Por ello, quienes adoptan una estructura moral más proclive a la violencia, cuando encuentran un grupo al que integrarse, canalizan más fácilmente su deseo de acción. Asimismo, la pertenencia a estos grupos moldea la estructura moral para legitimar la acción violenta. Los jóvenes, que se encuentran en una disponibilidad biográfica que favorece el activismo, por carecer de otros compromisos conyugales y familiares, son más fáciles de captar que los adultos con familia.

Quienes viven en entornos rurales suelen estar más arraigados e integrados en comunidades. Por ello, los grupos guerrilleros adoptan una narrativa que conecta con esa realidad. Ellos plantean ser los únicos verdaderos defensores de la comunidad. Estas referencias se acercan a las de los grupos yihadistas, cuando sostienen que actúan en nombre de la Umma imaginaria, de la comunidad de fieles transnacional.

Por ello, unirse a un grupo guerrillero desde una zona rural campesina también se relaciona con la inclusión dentro de una comunidad de propósito de la que extraer sentido, entrenamiento, reconocimiento, fuerza e identidad. De hecho, las zonas rurales han experimentado un proceso de erosión cultural como consecuencia de las fuerzas procedentes de la modernización, por lo que las propuestas que incluyen la pertenencia a un grupo y la provisión de identidad adquieren gran importancia.

Sergio García Magariño, Investigador de I-Communitas, Institute for Advanced Social Research, Universidad Pública de Navarra

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

La exclusión social, una bola que crece en España con cada crisis

Miguel Laparra Navarro, profesor titular del área de Trabajo Social y Servicios Sociales e investigador del I-COMMUNITAS – Institute for Advanced Social Research de la Universidad Pública de Navarra

Imagen de Myriams-Fotos en Pixabay
Tiempo estimado de lectura: 3 minutos

La “desconexión digital”, que afecta a uno de cada tres hogares, la mayor parte por falta de habilidades para el manejo de los dispositivos, es el nuevo proceso de exclusión social más relevante de este cuarto de siglo: es el nuevo analfabetismo del siglo XXI, que explica esa evolución en el mercado de trabajo.

¿Es hoy más difícil salir de la exclusión social? Es la pregunta que nos hacemos y que respondemos con un rotundo sí. Después de dos crisis intensas, la financiera de 2008-2014 y la de la Covid-19, y la irrupción de la última crisis, la de la inflación, se constata que el impacto sobre la exclusión social en España crece. De hecho, si la exclusión severa afectaba al 6,3 % de la población en España en 2007, ese porcentaje se duplica hasta un 12,7 % en 2021, afectando a 6 millones de personas.

Son datos que, ya en la primavera del 2022, apuntaba el informe de la Fundación Foessa. Se trata de la aproximación estadística al fenómeno de la exclusión social en España más completa que existe y que analiza, a través de 37 indicadores, no solo sus dimensiones económicas (los ingresos, el empleo o el consumo), sino también los derechos de ciudadanía (políticos y sociales, como educación, salud o vivienda) y las propias relaciones sociales interpersonales (situaciones de aislamiento y conflicto social). Toda una innovación metodológica en la que participa la Universidad Pública de Navarra y una buena herramienta para radiografiar la sociedad española en este largo periodo de crisis sucesivas.

Evolución del porcentaje de población en exclusión severa

Evolución del porcentaje de población en exclusión severa.
Fuente a partir de EINSFOESSA 2018 y 2021 (página 603)

¿Cómo nos han afectado las crisis vividas?

En resumen, mal. La reducción de la actividad económica a partir de 2008 se trasladó al desempleo y sus efectos sociales se vieron agravados por las políticas de austeridad y los recortes sociales, el llamado “austericidio”. La crisis de 2020 fue más intensa en reducción del PIB (una caída del 11 %), pero afectó menos al empleo (1/5 parte que la anterior) gracias a las políticas públicas y, de forma muy especial, a los ERTE, que llegaron a 3,5 millones de trabajadores, y a las ayudas a 1,5 millones de autónomos, que salvaron la inmensa mayoría de estos empleos.

Sin embargo, otras medidas para la población más vulnerable, como el Ingreso Mínimo Vital o las moratorias en alquileres e hipotecas, tuvieron mucho menor impacto del previsto.

Actualmente, hablamos ya de una tercera crisis, de naturaleza energética preferentemente, que se plasma en el aumento generalizado de los precios, especialmente de algunos productos básicos como la energía, la alimentación o la vivienda, que hacen que los hogares más vulnerables no puedan afrontar los suministros y se vean en situación de pobreza después de pagar el alquiler o en riesgo de pérdida de la vivienda o de un desahucio.

Nos encontramos sumidos, pues, en una dinámica en la que crisis económicas sucesivas generan un fuerte impacto que pone en riesgo la cohesión social. A lo que hay que sumar que, en los periodos de recuperación intermedios, no se han logrado superar los problemas generados y recuperar los niveles de igualdad y de integración social. Se ha producido así un efecto “bola de nieve” que hace que nos enfrentemos cada vez más a procesos de exclusión social no solo más amplios, sino también más intensos, con más acumulación de problemáticas diversas en los hogares, y más prolongados, con riesgo de cronificación.

Solo si somos conscientes de estos cambios y enfrentamos la cuestión con la prioridad que merece, mejorando la calidad de las políticas de inclusión, estaremos en condiciones de revertir esta perversa dinámica.

La transformación tecnológica pasa factura

Obviamente, cada crisis tiene su propio perfil. La crisis de la Covid-19 afectó de forma especial a diversos aspectos sanitarios. El 40 % de la población expresaba que su estado de ánimo había empeorado con la pandemia y quienes manifestaban tener problemas de salud mental habían pasado del 11% en 2018 al 14 % en 2021. Además, la proporción de hogares que no compraban medicinas o prótesis que necesitaban, o dejaba tratamientos o dietas, pasó del 9 % al 15 % en esa crisis.

Pero más allá del impacto de cada crisis, a partir de los análisis de la Fundación Foessa también pueden verse otros factores constantes que muestran sus efectos en el largo plazo. La gran transformación tecnológica, basada en la digitalización y las tecnologías de la información, se intensificó con la pandemia. Y este proceso, a pesar del discurso oficial, sí esta dejando gente atrás.

Los empleados menos cualificados tienen cinco veces más probabilidades de perder su puesto que los profesionales y técnicos. Y, una vez en el desempleo, es más difícil volver al trabajo: si en 2007 el 50 % de los parados encontraban un empleo antes de un año, en 2020 ese porcentaje se reducía al 29 %, y de ahí el aumento de la proporción de desempleados de larga duración.

La “desconexión digital”, que afecta a uno de cada tres hogares, la mayor parte por falta de habilidades para el manejo de los dispositivos, es el nuevo proceso de exclusión social más relevante de este cuarto de siglo: es el nuevo analfabetismo del siglo XXI, que explica esa evolución en el mercado de trabajo.

Porcentaje de hogares que han perdido alguna oportunidad por no tener posibilidad de conectarse a internet

Porcentaje de hogares que han perdido alguna oportunidad por no tener posibilidad de conectarse a internet.
Fuente a partir de EINSFOESSA 2021 (página 606)

¿A quién afecta la exclusión social?

El perfil de los sectores más afectados se ha mantenido bastante constante en todo este periodo, pero cada vez se amplían más las diferencias respecto del resto. La incidencia de la exclusión social severa es el doble en los hogares cuya sustentadora principal es una mujer (26 %), afecta principalmente a la infancia (22 %) y a las personas de menor nivel formativo (la ESO ya no es un nivel educativo suficiente que prevenga de la exclusión). Golpea también especialmente a las personas con problemas de salud mental (20 %) y repercute más en los barrios desfavorecidos (25 %).

Pero, sin duda, es el factor étnico el que más discrimina: un 38 % de la población inmigrante de origen extracomunitario está en situación de exclusión social severa y la incidencia en la comunidad gitana es todavía mayor.

En definitiva, todo un reto para la sociedad española que debemos afrontar seriamente porque hoy la exclusión social es más dura, más persistente, más crónica. Y no nos conviene.

Miguel Laparra Navarro, Profesor Titular del Departamento de Sociología y Trabajo Social, Universidad Pública de Navarra

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

Las redes 6G lo cambiarán todo

Francisco Javier Falcone Lanas, catedrático de Teoría de la señal y comunicaciones y  director del ISC- Instituto Smart Cities de la Universidad Pública de Navarra

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay
Tiempo estimado de lectura: 2 minutos.

 

Un ejemplo: en el caso de 6G las señales inalámbricas (…) pueden servir no sólo para enviar información, sino también para localizar objetos, máquinas y personas con elevados grados de precisión, incluso en interiores. También para poder determinar el ritmo de respiración cardíaca de una persona.

Los teléfonos móviles, en su mayoría inteligentes, se han convertido en un elemento cotidiano de nuestro día a día. Nos asisten en multitud de tareas: comprar online, elegir la mejor ruta para poder acudir a una reunión, consultar nuestro saldo bancario y estar al tanto de las últimas tendencias. Todo esto es posible gracias a que son plataformas de procesamiento de información con capacidad de almacenamiento, comunicación e interacción con el entorno circundante. Además, integran diferentes tipos de sensores, como cámaras y acelerómetros.

Nuestros teléfonos son un miembro más de un conjunto de elementos dentro del concepto de internet de las cosas (IoT, por sus siglas en inglés). Gracias a las capacidades cada vez mayores de integración electrónica y de gestión de la información de las redes de comunicaciones, permiten que prácticamente cualquier dispositivo cuente con conectividad a internet, en cualquier lugar y momento.

El internet de las cosas ya cuenta con redes de sensores desplegadas por nuestras ciudades, entornos suburbanos y rurales. Así, monitoriza sistemas de transporte de mercancías, redes de distribución de luz, agua y gas y salud de infraestructuras como puentes. También asiste la gestión y el control de los sistemas de automatización en edificios.

Estas redes dependen de manera fundamental de las capacidades de las redes de comunicaciones inalámbricas y móviles, que posibilitan un despliegue ubicuo y, en función de la red de comunicaciones empleada, capacidades de movilidad.

¿Cómo debe ser una red inalámbrica?

Las redes inalámbricas han de poder garantizar la conectividad considerando condiciones de canal variables, tanto por la propia naturaleza inalámbrica del canal como por el comportamiento del usuario (por ejemplo, chatear dentro de un vagón de metro en el subsuelo).

Dado que hay una gran variedad de dispositivos conectables y de condiciones de operación (según el tipo de tráfico, tamaño del dispositivo y limitaciones de energía), contamos con diferentes redes:

  1. Redes de sensores (Low Power Wide Area Network, LPWAN, como LoRa/LoRaWAN o Sigfox).
  2. Redes inalámbricas de área local (Wireless Local Area Networks, coloquialmente conocidas como wifi).
  3. Redes de área corporal o personal (Bluetooth y Near Field Communications-NFC para identificación o pagos con el móvil).
  4. Las propias redes móviles.

En el caso de estas últimas nos encontramos inmersos en el despliegue de las redes 5G. Más concretamente, las que operan en las bandas de microondas por debajo de 6 GHz (conocida como NR FR1).

Desde que el 4 de abril de 1973 se realizó la primera llamada desde un teléfono celular, las redes móviles han evolucionado hasta convertirse en redes IP nativas, con capacidades de transmisión de datos de varios gigabits por segundo, con retardos en el entorno de milisegundos que permiten gestionar servicios diversos.

Todo ello, además, pendientes de que las nuevas evoluciones de la red 5G (fundamentalmente el despliegue de las redes en bandas milimétricas, 5G NR FR2) sean por fin una realidad.

Hacia el 6G

Entonces, ¿qué diferencia la red 6G de las generaciones previas?

La red 5G es ideal para manejar aplicaciones del internet de las cosas, ya que permite velocidades de transmisión que sirven para la gran mayoría de las aplicaciones y cuenta con tiempos de respuesta aptos para aquellas aplicaciones que son críticas en tiempo real.

La red 6G, cuyas primeras versiones operativas se proyectan para 2030, plantea velocidades de transmisión de datos en el rango de un terabit por segundo, latencias de 0,1 milisegundos, soporte de conectividad para vehículos con velocidades hasta 1000 km/h y niveles de fiabilidad del 99,99999 %.

Esto posibilita múltiples aplicaciones: sistemas de control en tiempo real de robots, conectividad masiva de todo tipo de dispositivos (electrodomésticos, mobiliario urbano, wearables, bicicletas), hasta 107 dispositivos por kilómetro cuadrado y la implementación de entornos de realidad mixta y realidad extendida, con aplicaciones tan espectaculares como las comunicaciones holográficas.

En este contexto surge en la definición de las redes 6G el concepto de capacidades conjuntas de comunicaciones y sensado como un claro elemento diferenciador e innovador.

Un ejemplo: en el caso de 6G las señales inalámbricas pueden alcanzar frecuencias en el orden de 3 THz (con propiedades más cercanas al infrarrojo que a las frecuencias de microondas y ondas milimétricas). Esto quiere decir que pueden servir no sólo para enviar información, sino también para localizar objetos, máquinas y personas con elevados grados de precisión, incluso en interiores. También para poder determinar el ritmo de respiración cardíaca de una persona.

De esta manera, la red 6G pasa a ser mucho mas que una red de comunicaciones y se convierte en un elemento vertebrador de nuevas formas de interacción, tanto con nuestro entorno real como en entornos virtuales. Eso sí, tendremos que esperar un tiempo para que se desarrollen tanto la tecnología como el contexto socioeconómico y cultural en el que conviviremos.

Francisco Javier Falcone Lanas, Director del Instituto de Investigación de Smart Cities. Profesor del Área de Teoría de la Señal y Comunicaciones del Departamento de Ingeniería Eléctrica, Electrónica y de Comunicación., Universidad Pública de Navarra

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

Ok, Google: ¿de verdad me importa mi privacidad?

Mónica Cortiñas, Profesora Titular Comercialización e Investigación de Mercados, Universidad Pública de Navarra (UPNA).

Shutterstock / Vantage_DS

Siri y Alexa se han colado en nuestras vidas: nos acompañan en nuestros smartphones, altavoces inteligentes, sistemas de navegación y dispositivos de domótica. Son asistentes virtuales de gran utilidad en muchos contextos. Por ejemplo, para utilizar nuestros teléfonos mientras cocinamos o para facilitar el acceso a internet a personas con diversidad funcional. Sin embargo, su uso no está exento de riesgos. Algunos, que quizá desconozcamos.

¿Hasta qué punto arriesgamos nuestra privacidad con ellos? ¿Realmente nos importa perder nuestra intimidad?

 

La cara B de los asistentes virtuales

 

Dada la variedad de dispositivos en los que se incorporan, es difícil tener cifras precisas sobre la penetración de asistentes virtuales en la actualidad. En el mercado americano más del 50 % de los hogares tiene ya un altavoz inteligente y en España las cifras se sitúan en torno al 7 %.

Hablamos de asistentes virtuales que funcionan con un conjunto de sistemas y algoritmos que reconocen el lenguaje natural y ejecutan distintas tareas. Pero, además de recopilar datos personales de la misma forma que otras aplicaciones, estos asistentes recogen un tipo de información especialmente sensible: las grabaciones de voz.

Aunque están diseñados para activarse únicamente cuando se mencionan los términos clave (“hey Siri”, “Alexa”), estos términos no siempre se detectan de manera correcta y los dispositivos pueden llegar a despertarse entre 20 y 40 veces en un día. Como resultado, realizan grabaciones de entre 6 segundos y 2 minutos antes de desconectarse.

¿Qué ocurre en esos casos? Las empresas desarrolladoras tienen permiso para escuchar estas grabaciones (recordamos, realizadas en nuestros salones, cocinas y alcobas) con el fin de mejorar sus algoritmos. En algunas ocasiones estas grabaciones han sido cedidas a empresas de terceros, e incluso filtradas a la prensa, con el consiguiente revuelo.

 

¿Nos preocupa nuestra privacidad… o no tanto?

 

Según datos del CIS, al 75 % de los ciudadanos españoles le preocupa la protección de sus datos. Sin embargo, no siempre actuamos de forma coherente y no hay evidencias de que premiemos o utilicemos en mayor medida aquellas aplicaciones más transparentes o respetuosas con nuestros datos.

Este fenómeno, denominado “la paradoja de la privacidad”, tiene distintas explicaciones.

  1. Sabemos los riesgos, pero los asumimos porque el servicio que nos ofrecen nos resulta útil. Alternativamente, y de un modo más irracional, porque los beneficios que obtenemos son inmediatos, mientras que los riesgos en seguridad son costes futuros.
  2. No somos conscientes de esos riesgos y utilizamos esos servicios sin conocer las potenciales consecuencias.

 

Shutterstock / pianodiaphragm

Estudiando la paradoja de la privacidad

 

Para aclarar cuál de estas dos posibilidades predomina, la Universidad Pública de Navarra ha iniciado una investigación –pendiente de publicación– que mide en la red social Twitter el impacto de las noticias positivas y negativas relacionadas con la privacidad de los asistentes virtuales.

El objetivo no es otro que arrojar luz sobre la paradoja de la privacidad: si las noticias generan un impacto significativo en el tipo de conversación generada, será evidente que los usuarios no eran previamente conscientes de estos riesgos.

Para ello, este proyecto ha generado una base de datos de dos años de tuits que mencionan los asistentes de Google, Apple y Amazon (más de 600 000) y la ha cruzado con una base de datos de noticias positivas y negativas sobre los asistentes para este periodo. A continuación se estudió el volumen de conversación antes, durante y después de las noticias, así como el sentimiento medio que expresaban esos tuits (basado en el tipo de lenguaje que se utiliza).

Se observó que, en general, los aspectos ligados a la privacidad están poco presentes en la conversación: solo se mencionan en el 2 % de los casos, aunque esta cifra se duplica en el caso de Apple, marca que pone un énfasis mayor en el tratamiento de los datos personales.

Por otra parte, las noticias negativas sobre privacidad tienen un fuerte impacto, tanto en el volumen de conversación como en el sentimiento medio, que se hace más negativo. Las noticias positivas no tienen ningún efecto. Además, el impacto de las noticias negativas es mucho más fuerte para Apple que para Google, lo que indica que posicionarse en privacidad tiene sus riesgos, ya que los usuarios van a reaccionar más negativamente ante problemas relacionados con este ámbito.

Por tanto, los resultados de esta investigación indican que los usuarios no somos conscientes de los riesgos que asumimos y reaccionamos muy negativamente cuando se ponen al descubierto. Esto nos deja dos conclusiones principales:

  1. Los individuos debemos ser más activos recabando información sobre los servicios que utilizamos.
  2. Las administraciones deben asumir un mayor papel en la educación y control de los asistentes virtuales, ya que es improbable que sean las plataformas las que informen mejor a sus usuarios.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

 

¿Qué hace que las ciudades y los edificios sean vulnerables al frío y al calor?

Laura Carlosena, Profesora Ayudante Doctor Departamento de Ingeniería, Universidad Pública de Navarra (UPNA) y Mat santamouris, Anita Lawrence Chair of High Performance Architecture, Professor, UNSW Sydney.

Try_my_best / Shutterstock

¿Se ha preguntado alguna vez por qué su vivienda se enfría mucho en invierno, pero luego en verano parece absorber todo el calor?

Debido al cambio climático, cada vez son más frecuentes las condiciones climáticas extremas en verano y en invierno. En estas circunstancias, necesitamos sentirnos lo más confortables posible en nuestras ciudades, en nuestras casas y en los lugares de trabajo. Pero ¿están los edificios adaptados a los cambios de temperatura?

 

Características de las construcciones

 

Desde antiguo, el ser humano ha buscado resguardo cobijándose en cuevas o construyendo refugios para protegerse. Este tipo de soluciones son el resultado de adaptarse al entorno y al clima.

El comportamiento de los edificios depende principalmente de su forma y de los materiales de construcción. La relación entre la superficie y el volumen del edificio determina cómo de expuesto está al exterior. En muchos casos, la forma viene dada por normativas urbanísticas como la altura máxima o los límites de parcela.

Cómo fluye el calor a través de los materiales es clave. Esta propiedad se conoce como conducción térmica. La elección de los materiales de fachadas y cubiertas determinará cuánto calor entrará del exterior al interior.

Parte de los materiales de construcción son muy absorbentes y tienen una alta capacidad térmica, es decir, conducen muy bien el calor y lo acumulan. Dentro de este tipo encontramos las piedras, cerámicas y hormigones, muy comunes en los revestimientos de fachada.

Por el contrario, los materiales aislantes como la madera o las lanas minerales no dejan pasar el calor. Este tipo de materiales evitan que los edificios ganen o pierdan calor; actúan como barrera frente al exterior.

 

Edificios poco eficientes

 

Los edificios situados en climas con invierno y verano tienen necesidades opuestas a lo largo del año. Sin embargo, la fachada es la misma. ¡Imaginemos vestir todo el año con ropa de invierno! Cuando pensamos a escala de ciudad ocurre algo parecido. Hay plazas que son muy agradables en invierno y que en verano son un auténtico horno.

Según datos de la Unión Europea, el 75 % de los edificios no son energéticamente eficientes. Esto significa que necesitan más energía para alcanzar niveles térmicos adecuados. Es decir, sus habitantes gastarán más dinero en calentarlos o enfriarlos.

Además, en verano el 20 % de los edificios no consiguen niveles adecuados de confort, es decir, están por encima de 25 ℃. Esto se debe a que reciben grandes cantidades de radiación solar, no pueden ventilarse o no cuentan con sistemas de aire acondicionado adecuados.

En inverno, un 8 % de la población está en ambientes interiores con temperaturas por debajo de los 20 ℃, según datos del 2021. En España el número era de 10,9 %, aunque la crisis energética puede haber cambiado estos datos.

En España, la primera normativa que incluía un apartado de mejora de eficiencia energética es de 1979. Pero más de la mitad de los edificios de vivienda se construyó antes de esa fecha.

Desde 2006, el Código Técnico de la Edificación (CTE) ha buscado mejorar la calidad de la construcción. Además, incluye puntos relacionados con el consumo energético y la demanda energética. Su aplicación ha mejorado el sector de la edificación en España.

Actualmente se busca que los edificios no consuman casi energía o incluso la generen. Parte de la solución consiste en aumentar el aislamiento. Sin embargo, hay estudios que alertan de que puede llevar a una falta de confort térmico en verano.

Un caso muy sonado en España fue el de unas viviendas en Bilbao que alcanzaron 30 ℃ en el interior durante el verano. Por lo tanto, es crítico estudiar el diseño de fachadas y el aislamientos, así como las instalaciones del edificio.

Reducción de la pérdida de calor en un edificio mediante el aislamiento de la pared con losas de lana mineral y poliestireno expandido. Shutterstock / ROMAN DZIUBALO

Ciudades y nuevos materiales

 

Del mismo modo que ocurría con los edificios, el clima urbano depende de la forma y de las propiedades de los materiales. Los materiales de los edificios, las aceras, parques, árboles y las carreteras determinan cuánta radiación solar se absorberá. Además, la forma generará o no zonas de sombra y cambiará los flujos de aire.

El asfalto, el hormigón y los pavimentos absorben el calor, calentando nuestras calles. A este fenómeno se le conoce como isla de calor urbana. En zonas rurales las temperaturas suelen ser inferiores. El calor acumulado en las ciudades hace que en invierno se reduzcan los consumos de calefacción. Sin embargo, en verano puede que necesitemos encender el aire acondicionado.

Para reducir la isla de calor se han propuesto materiales reflectantescubiertas verdes y zonas de vegetación.

Los materiales reflectantes reflejan la luz solar y pueden reducir la temperatura ambiente hasta 3 ℃. Además, aplicados en cubiertas reducen hasta un 20 % la demanda de refrigeración.

No obstante, los materiales reflectantes pueden aumentar la demanda de calefacción en invierno. Por ello, actualmente se están investigando materiales que adapten sus propiedades: que reflejen el calor en verano y lo absorban en invierno.

Un estudio simuló a escala de ciudad durante los meses de invierno el impacto de los materiales reflectantes y de los que cambian sus propiedades. Los primeros bajaban 1,1 ℃ la temperatura. Sin embargo, si se empleaban materiales adaptativos la temperatura aumentaba 0,4 ℃.

El asfalto en las calzadas produce el efecto isla de calor en las ciudades. Shutterstock / Peter de Kievith

¿Hacia dónde nos dirigimos?

 

Que nuestras ciudades y edificios se adapten al clima es esencial sobre todo si las temperaturas siguen en aumento. Escoger los materiales adecuados es crucial. Tienen un impacto sobre los consumos energéticos de los edificios y en el confort de la ciudad.

La solución para edificios antiguos es mucho más compleja. En algunos casos, bastará con mejorar los sistemas de refrigeración y calefacción, en otros será necesario renovar la fachada o la cubierta.

Hoy en día es más fácil tomar estas decisiones ya que disponemos de herramientas de simulación para edificios y ciudades. Podemos probar el impacto de casi cualquier estrategia antes de aplicarla. Todavía queda mucho camino por recorrer en este campo, en concreto, midiendo y evaluando las medidas ya implementadas para encontrar nuevas vías de mejora que nos permitan diseñar espacios más confortables.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

Los hongos son la materia prima del futuro

Lucía Ramírez. Catedrática. Departamento de Producción Agraria. Grupo de investigación Genetics and Microbiology Research Group, Universidad Pública de Navarra (UPNA).

Shutterstock / Emily Eriksson

Su presencia en la cultura humana se remonta a la noche de los tiempos. Desde la más remota antigüedad, los hongos del bosque se han usado como alimentos y fármacos. El hombre de las nieves, Ötzi, descubierto en la frontera ítalo-austriaca, llevaba, hace más de 5 000 años, hongos secos en su equipaje como apoyo medicinal.

En la medicina tradicional china e india los hongos juegan un papel fundamental, y especies como Ganoderma lucidum son la base de importantes trabajos de investigación en la búsqueda de glucósidos anticancerígenos.

Un uso alternativo de los hongos es el que cuentan que hizo Agripina de la seta venenosa Amanita phalloides para agasajar a su hermano Calígula y, de paso, despejar el camino imperial a su hijo Nerón.

 

Las necesidades del futuro

 

Hoy, los hongos se muestran más importantes que nunca. El futuro de nuestra especie requiere una transición ecológica urgente, objetivo prioritario de la Unión Europea para alcanzar la neutralidad climática en 2050. Para lograrlo, hay importantes iniciativas en marcha para recuperar la biodiversidad del planeta; para transformar el actual modelo alimentario en un sistema sostenible , y para impulsar la economía circular. Los hongos juegan un papel crucial si queremos que estos objetivos se cumplan.

Ellos son los principales descomponedores de biomasa, además, son una fuente de proteínas alternativa para la alimentación de una humanidad que crece, y son esenciales para la estabilidad de los sistemas forestales.

Por todo esto, están, más que nunca, en el punto de mira de la ciencia.

En el grupo de investigación de Genética, Genómica y Microbiología GenMic, de la Universidad Pública de Navarra (UPNA) trabajamos desde hace treinta años en la biología molecular, la genética y la genómica de las setas (basidiomicetos superiores), para desarrollar aplicaciones en estos campos.

 

Los hongos más desconocidos

 

Hay dos grupos de hongos: los ascomicetos, que se presentan generalmente como organismos unicelulares (levaduras) o filamentosos (mohos), y los basidiomicetos, que producen cuerpos fructíferos grandes (setas) asociados en su mayoría a plantas formando micorrizas.

Los ascomicetos han sido ampliamente estudiados, ya que a este grupo pertenecen especies tan importantes desde el punto de vista tecnológico como la levadura del pan, del vino y la cerveza (Saccharomyces cerevisiae), la levadura Candida albicans y el hongo filamentoso Aspergillus fumigatus, causantes, entre otras cosas, de infecciones oportunistas en humanos.

En el grupo de los ascomicetos también están los productores de antibióticos, como la penicilina (Penicllium notatum), y la ciclosporina (Tolypocladium inflatum) o la lovastatina (Aspergillyus terreus), utilizada como medicamento contra el colesterol.

Sin embargo, el segundo grupo de hongos, los basidiomicetos, son mucho menos conocidos, y nuestro grupo de trabajo se ha especializado en ellos.

 

En busca de nuevos fármacos y productos industriales

 

En cualquier bosque de nuestro entorno, en otoño o primavera, se pueden ver en el suelo, o creciendo sobre los troncos de los árboles, diversos tipos de setas que reflejan una enorme red de filamentos invisibles.

Esta red es la biomasa vegetativa que forman las setas. De hecho, el mayor organismo vivo identificado en la tierra es un hongo basidiomiceto (Armillaria ostoyae) cuyo micelio cubre una superficie de más de 900 hectáreas en un bosque de Oregón.

La gran variedad de ecosistemas forestales con su diversidad de interacciones con plantas, animales, bacterias y otros hongos permite suponer que los basidiomicetos de estos ecosistemas, que aparecen como bisagra entre el reino vegetal y animal, han de producir una inexplorada variedad de enzimas y de metabolitos secundarios que pueden enriquecer el arsenal de fármacos y productos industriales del que actualmente disponemos.

Una de las líneas de trabajo de nuestro grupo es identificar esas enzimas de interés producidas por basidiomicetos para producirlas y usarlas en aplicaciones industriales o farmacéuticas.

 

Atrapar el carbono imitando a los hongos

 

Los hongos son, junto con animales y plantas, el tercer grupo de organismos macroscópicos de nuestro mundo. Comparten con las plantas su inmovilidad, aunque, a diferencia de ellas, no son capaces de hacer la fotosíntesis, por lo que deben descomponer la materia de su entorno para alimentarse.

Este sistema para obtener alimento hace de los hongos los principales agentes descomponedores de la biomasa vegetal, y les convierte en esenciales en el ciclo del carbono en los ambientes forestales.

Los hongos basidiomicetos han tenido un papel fundamental en la acumulación geológica de depósitos de carbono en forma de combustibles fósiles. Incluso se ha asociado la aparición de un grupo de ellos (los llamados de podredumbre blanca) al fin de esta acumulación y, por tanto, al final del periodo carbonífero. Esto refleja el enorme trabajo de reciclaje de biomasa en el planeta, a lo largo de toda su historia, que han desarrollado estos hongos.

Nuestro grupo ha colaborado intensamente con el Joint Genome Institute de la Universidad de California en proyectos de secuenciación genómica y metagenómica de basidiomicetos. Queremos identificar nuevas variantes de enzimas y procesos que nos permitan comprender mejor el ciclo del carbono y desarrollar aplicaciones a partir de esas enzimas fúngicas que intervienen en él.

 

Cultivar níscalos y trufas negras

 

Son un alimento rico en proteínas y altamente apreciado en gastronomía. Sin embargo, a día de hoy, muchas especies no se pueden cultivar. El boleto (Boletus edulis), el níscalo (Lactarius deliciosus) y la trufa negra (Tuber melanosporum) son algunos ejemplos.

Hay otras especies que sí se han logrado cultivar, como el champiñón (Agaricus bisporus), la seta ostra (Pleurotus ostreatus), la de cardo (P. eryngii), el Shiitake (Lentinula edodes) y muchas otras también muy apreciadas en la cocina y el mercado.

Nuestro grupo ha participado en el desarrollo de herramientas genéticas y moleculares para mejorar el cultivo y la producción de la seta ostra. Conseguimos la secuenciación de su genoma en un proyecto de colaboración internacional desarrollado en el JGI.

Ahora estamos trabajando para entender la compleja reproducción de los basidiomicetos, y esto nos permitirá desarrollar estrategias para su manipulación y para inducir la fructificación en cultivos de setas que hasta ahora sólo se pueden recolectar estacionalmente.

 

Los biocombustibles como futuro

 

La seta ostra P. ostreatus es un hongo de podredumbre blanca (white rot) que degrada la lignina de la madera. Al degradarla, deja la celulosa accesible al ataque por otros microorganismos y enzimas.

Estas enzimas ponen a disposición de los procesos fermentativos la enorme cantidad de carbono almacenado en la lignocelulosa: el principal depósito de carbono sobre la Tierra.

Este proceso es de enorme interés para el tratamiento biológico de residuos vegetales y forestales que permitirá la obtención de biocombustibles de segunda generación.

Nuestro grupo participó en la secuenciación del genoma de Serpula lacrymans en un proyecto que permitió arrojar luz sobre el mecanismo por el que este tipo de hongos realiza su función ecológica.

 

Nuevos alimentos y nuevos vestidos

 

Para terminar, miremos al futuro de la alimentación y del vestido. Los hongos pueden producir nuevas proteínas que complementen o sustituyan a las de origen animal en forma de suplementos o de base para producir alternativas a la carne con un mayor aporte de fibra y una ausencia total de colesterol.

Pero quizá un reciente avance espectacular ha sido la utilización de hongos para producir alternativas al cuero en la fabricación no sólo de complementos (bolsos de alta gama, zapatillas deportivas) sino también de líneas de moda como la presentada recientemente por Stella McCartney en Paris basada en el uso de cuero vegano de hongos.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

La exclusión social, una bola que crece en España con cada crisis

Miguel Laparra Navarro, Profesor Titular del Departamento de Sociología y Trabajo Social, Universidad Pública de Navarra (UPNA).

Reparto de comida organizado por asociaciones de inmigrantes en Madrid en diciembre de 2022. Shutterstock / davidxlacalle

¿Es hoy más difícil salir de la exclusión social? Es la pregunta que nos hacemos y que respondemos con un rotundo sí. Después de dos crisis intensas, la financiera de 2008-2014 y la de la Covid-19, y la irrupción de la última crisis, la de la inflación, se constata que el impacto sobre la exclusión social en España crece. De hecho, si la exclusión severa afectaba al 6,3 % de la población en España en 2007, ese porcentaje se duplica hasta un 12,7 % en 2021, afectando a 6 millones de personas.

Son datos que, ya en la primavera del 2022, apuntaba el informe de la Fundación Foessa. Se trata de la aproximación estadística al fenómeno de la exclusión social en España más completa que existe y que analiza, a través de 37 indicadores, no solo sus dimensiones económicas (los ingresos, el empleo o el consumo), sino también los derechos de ciudadanía (políticos y sociales, como educación, salud o vivienda) y las propias relaciones sociales interpersonales (situaciones de aislamiento y conflicto social). Toda una innovación metodológica en la que participa la Universidad Pública de Navarra y una buena herramienta para radiografiar la sociedad española en este largo periodo de crisis sucesivas.

 

Evolución del porcentaje de población en exclusión severa

 

Evolución del porcentaje de población en exclusión severa. Fuente a partir de EINSFOESSA 2018 y 2021 (página 603)

¿Cómo nos han afectado las crisis vividas?

 

En resumen, mal. La reducción de la actividad económica a partir de 2008 se trasladó al desempleo y sus efectos sociales se vieron agravados por las políticas de austeridad y los recortes sociales, el llamado “austericidio”. La crisis de 2020 fue más intensa en reducción del PIB (una caída del 11 %), pero afectó menos al empleo (1/5 parte que la anterior) gracias a las políticas públicas y, de forma muy especial, a los ERTE, que llegaron a 3,5 millones de trabajadores, y a las ayudas a 1,5 millones de autónomos, que salvaron la inmensa mayoría de estos empleos.

Sin embargo, otras medidas para la población más vulnerable, como el Ingreso Mínimo Vital o las moratorias en alquileres e hipotecas, tuvieron mucho menor impacto del previsto.

Actualmente, hablamos ya de una tercera crisis, de naturaleza energética preferentemente, que se plasma en el aumento generalizado de los precios, especialmente de algunos productos básicos como la energía, la alimentación o la vivienda, que hacen que los hogares más vulnerables no puedan afrontar los suministros y se vean en situación de pobreza después de pagar el alquiler o en riesgo de pérdida de la vivienda o de un desahucio.

Nos encontramos sumidos, pues, en una dinámica en la que crisis económicas sucesivas generan un fuerte impacto que pone en riesgo la cohesión social. A lo que hay que sumar que, en los periodos de recuperación intermedios, no se han logrado superar los problemas generados y recuperar los niveles de igualdad y de integración social. Se ha producido así un efecto “bola de nieve” que hace que nos enfrentemos cada vez más a procesos de exclusión social no solo más amplios, sino también más intensos, con más acumulación de problemáticas diversas en los hogares, y más prolongados, con riesgo de cronificación.

Solo si somos conscientes de estos cambios y enfrentamos la cuestión con la prioridad que merece, mejorando la calidad de las políticas de inclusión, estaremos en condiciones de revertir esta perversa dinámica.

 

La transformación tecnológica pasa factura

 

Obviamente, cada crisis tiene su propio perfil. La crisis de la Covid-19 afectó de forma especial a diversos aspectos sanitarios. El 40 % de la población expresaba que su estado de ánimo había empeorado con la pandemia y quienes manifestaban tener problemas de salud mental habían pasado del 11% en 2018 al 14 % en 2021. Además, la proporción de hogares que no compraban medicinas o prótesis que necesitaban, o dejaba tratamientos o dietas, pasó del 9 % al 15 % en esa crisis.

Pero más allá del impacto de cada crisis, a partir de los análisis de la Fundación Foessa también pueden verse otros factores constantes que muestran sus efectos en el largo plazo. La gran transformación tecnológica, basada en la digitalización y las tecnologías de la información, se intensificó con la pandemia. Y este proceso, a pesar del discurso oficial, sí esta dejando gente atrás.

Los empleados menos cualificados tienen cinco veces más probabilidades de perder su puesto que los profesionales y técnicos. Y, una vez en el desempleo, es más difícil volver al trabajo: si en 2007 el 50 % de los parados encontraban un empleo antes de un año, en 2020 ese porcentaje se reducía al 29 %, y de ahí el aumento de la proporción de desempleados de larga duración.

La “desconexión digital”, que afecta a uno de cada tres hogares, la mayor parte por falta de habilidades para el manejo de los dispositivos, es el nuevo proceso de exclusión social más relevante de este cuarto de siglo: es el nuevo analfabetismo del siglo XXI, que explica esa evolución en el mercado de trabajo.

Porcentaje de hogares que han perdido alguna oportunidad por no tener posibilidad de conectarse a internet

Porcentaje de hogares que han perdido alguna oportunidad por no tener posibilidad de conectarse a internet. Fuente a partir de EINSFOESSA 2021 (página 606)

¿A quién afecta la exclusión social?

 

El perfil de los sectores más afectados se ha mantenido bastante constante en todo este periodo, pero cada vez se amplían más las diferencias respecto del resto. La incidencia de la exclusión social severa es el doble en los hogares cuya sustentadora principal es una mujer (26 %), afecta principalmente a la infancia (22 %) y a las personas de menor nivel formativo (la ESO ya no es un nivel educativo suficiente que prevenga de la exclusión). Golpea también especialmente a las personas con problemas de salud mental (20 %) y repercute más en los barrios desfavorecidos (25 %).

Pero, sin duda, es el factor étnico el que más discrimina: un 38 % de la población inmigrante de origen extracomunitario está en situación de exclusión social severa y la incidencia en la comunidad gitana es todavía mayor.

En definitiva, todo un reto para la sociedad española que debemos afrontar seriamente porque hoy la exclusión social es más dura, más persistente, más crónica. Y no nos conviene.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

El mundo de hoy según Zambrano

Francisco Javier Blázquez Ruiz, Catedrático de Filosofía el derecho. Bioética e Inteligencia artificial., Universidad Pública de Navarra (UPNA).

María Zambrano, de joven, en el ponte Vecchio de Florencia.  Fundación María Zambrano.

Aunque María Zambrano sea considerada por la Enciclopedia Oxford de Filosofía la figura femenina más importante del pensamiento español en el siglo XX, sigue siendo una autora desconocida en España, más allá del ámbito académico y las aulas universitarias.

De poco ha servido que le otorgaran en 1981 el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, o que la Universidad de Málaga la nombrara Doctora Honoris Causa un año después, en 1982. Tampoco que fuese la primera mujer en recibir el Premio Cervantes en 1988.

Nacida en 1904 en Vélez (Málaga), María Zambrano pudo recibir de sus padres, maestros de profesión, una educación liberal en una época en la que más de la mitad de la población permanecía lastrada por el analfabetismo. Fue una de las pocas alumnas que cursó estudios de filosofía en la Universidad Central de Madrid (la actual Complutense) y acudió a las clases de eminentes pensadores como Xavier Zubiri y Manuel García Morente. Formó parte también de la tertulia de la Revista de Occidente.

María Zambrano, con Ortega y Gasset (entre otros). Fundación María Zambrano.
María Zambrano, con Ortega y Gasset (entre otros). Fundación María Zambrano.

A pesar de su compromiso con la República, como su maestro Ortega y Gasset, se mostró escéptica y decepcionada ante la dinámica seguida por la política de partidos. De hecho, Zambrano prefirió la educación y la reflexión filosófica como herramientas de transformación social. Su aportación le parecía más profunda y fructífera dado que “la acción de preguntar supone la aparición de la conciencia”.

Posteriormente, en enero de 1939, inició el exilio que le llevaría a pasar años difíciles en el extranjero con estancias docentes discontinuas en países latinoamericanos y europeos como México, Cuba, Puerto Rico, Italia y Suiza hasta que regresó definitivamente a España en 1984.

 

La filosofía y la razón poética

 

Pensadora innovadora, sus obras giran en torno a la dimensión espiritual de los seres humanos, la búsqueda de principios morales y la necesidad de mantener un diálogo profundo y permanente con el entorno que nos rodea. Consideraba que el hombre es el ser que alberga dentro de sí un vacío que ha de llenar:

 

El anhelo es la respiración del alma, la manifestación de la esperanza. El anhelo es como el viento que llena las velas, pero luego necesita esperanzas para avanzar. Por el contrario, la desesperanza lleva el barco a las rocas y al hundimiento.

 

María Zambrano aspiraba a desarrollar una filosofía humanizada, capaz de transformar el rostro gris de un mundo que se muestra árido y a veces hostil. Buscaba un horizonte en el que las personas pudiesen recuperar el impulso de su fuerza creadora y fuese posible expresarse también de la mano de la sensibilidad, no solo desde la vertiente racional: “la cultura es el despertar del hombre”.

Entre sus obras, además de SenderosEl hombre y lo divinoEl pensamiento vivo de SénecaLa agonía de Europa y La tumba de Antígona, destaca Claros del bosque, publicada en la Revista de Occidente tras fallecer su hermana Araceli. En ella se plantea los interrogantes más acuciantes del ser humano y defiende la necesidad de una razón poética.

Esa razón poética –su principal aportación filosófica y que se diferencia de la razón meramente especulativa que ha caracterizado a la historia del pensamiento occidental– trata de reivindicar los orígenes de la filosofía griega cuando la poesía y la filosofía iban de la mano, cuando convivían y no estaban separadas. No podemos disecar –argumentaba– la vida mediante la abstracción y el uso instrumental o técnico que aporta la razón.

Esta razón poética trata de afrontar las necesidades propias de la existencia humana sin rodeos, y se torna mediadora entre la vida y el ámbito de la verdad. En la última época de su vida, su filosofía se caracterizó también por incorporar una profunda religiosidad, cercana al misticismo de San Juan de la Cruz.

 

Vuelta a España

 

Después de un exilio de 45 años, María Zambrano regresó a Madrid a la edad de ochenta años. Durante ese largo periodo mantuvo vivos vínculos emocionales e intelectuales con la realidad de España: su historia, tradiciones, esencia, sus crisis permanentes, todo lo cual se convirtió para ella en tema recurrente de sus textos escritos.

Deseaba regresar desde hacía tiempo, pero era consciente de que la experiencia del exilio había impregnado tanto el curso de su vida como el itinerario de su pensamiento: “yo no concibo mi vida sin el exilio que he vivido”.

A pesar de su estado de salud cada vez más deteriorado, María Zambrano siguió escribiendo y colaborando con diversas publicaciones. Sus reflexiones, tan lúcidas como incisivas, siguen interpelándonos desde entonces.

 

El mundo de hoy según Zambrano

 

Para María Zambrano vivimos instalados en la superficie, sometidos al culto de la velocidad que parece atarnos de pies y manos. Esa actitud de continuo frenesí genera una sensación de desconcierto, de extrañeza y de pérdida del sentido del mundo. El progreso económico y tecnológico va a la par de una crisis espiritual que se nutre de un empobrecimiento moral progresivo. Esa crisis del espíritu provoca malestar, tanto personal como social.

Retrato de María Zambrano hacia 1930. Fundación María Zambrano / Wikimedia Commons
Retrato de María Zambrano hacia 1930. Fundación María Zambrano / Wikimedia Commons

Entre tanto, el mundo ha quedado despojado del alma y nuestra vida se vuelve cada vez más impresionista y superficial. Vivimos hacia fuera, vertiendo nuestra mirada al exterior, pero no somos dueños de nosotros mismos. Por el contrario, nos mostramos cada vez más dependientes e incluso superficiales. Como consecuencia, desaparece día a día la autonomía personal y deja de cultivarse la creatividad artística. También van perdiéndose el sentimiento poético y la sensibilidad.

Tras regresar del exilio y fallecer en Madrid el 6 de febrero de 1991, María Zambrano fue enterrada en su ciudad natal, Vélez (Málaga), a la sombra de un limonero en el cementerio local, por expresa voluntad suya. Volvía a su origen, para descansar en las entrañas de la tierra andaluza que la vio nacer. Allí reposan también los restos de su hermana Araceli, a la que dedicó todos sus cuidados en los últimos años de su vida.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

El bumerán de la violencia y las adicciones

Javier Fernández-Montalvo, catedrático de Psicopatología, Alfonso Arteaga Olleta, investigador y profesor y José Javier López Goñi, profesor titular de del Departamento de Ciencias de la Salud de la Universidad Pública de Navarra

Image by Pexels from Pixabay

Tiempo de lectura: 3 minutos

“Es la cruz que te ha tocado”. Bajo esta sentencia demoledora, tan repetida antiguamente, se han ocultado duras historias de adicción y violencia que han destrozado miles de familias. En ellas, uno de sus miembros abusaba, generalmente, del alcohol. Y pronto éste comenzaba a hacer estragos. En ocasiones, se sabía que en esa casa había malos tratos, que “el Pepe tenía mal beber” y que pegaba a “los suyos”. Por desgracia, se veía como algo normal.

Históricamente, la violencia y las adicciones han estado ligadas en el imaginario popular. Sin embargo, existe muy poca evidencia científica que certifique esta relación. Y yendo aún más lejos, mucha menos que avale el otro giro del boomerang: hasta qué punto ejercer la violencia o haberla sufrido puede llevar a una persona a caer en una adicción.

El fracaso como punto de partida

Tras más de 20 años de trayectoria realizando tratamientos de campo para ayudar a muchas personas a dejar atrás sus adicciones, en el grupo de investigación de Psicología Clínica y Psicopatología de la UPNA preocupan tremendamente dos cuestiones: el abandono de los tratamientos y las recaídas. En definitiva, el fracaso, porque una de cada 3 personas que acude a consulta no logra terminar la intervención y, por ende, superar su adicción. Es un dato importante teniendo en cuenta que, por lo que sabemos, finalizar el tratamiento es la mejor garantía para abandonar una adicción. Además, también se observa una importante tasa de recaídas entre aquellas personas que sí consiguen finalizar el tratamiento.

Con esos datos sobre la mesa, cómo mejorar la tasa de fracasos terapéuticos en el tratamiento de las adicciones se convierte en el objetivo principal. Y eso implica no perder de vista una variable clave: la violencia.

La violencia, con frecuencia presente en los procesos de adicción

¿Hasta qué punto las personas que agreden o han sido víctimas de violencia terminan en una adicción? Y en el otro sentido, ¿hasta qué punto quien cae en una adicción termina ejerciendo o sufriendo violencia?

Lo cierto es que la violencia forma parte de la vida de muchas de las personas que participan en programas de tratamiento de adicciones. De hecho, los estudios sugieren que uno de cada cuatro hombres y un 60 % de las mujeres han recurrido a la violencia en algún momento contra sus parejas.

Además, prácticamente la mitad de los pacientes que acuden a consulta tiene algún problema de victimización con la violencia, cifra que ascendía significativamente en el caso de las mujeres. En concreto, entre el 75-80 % de las mujeres llegaban con alguna historia de victimización pasada, sin que hubiera para ellas una relación clara entre los dos fenómenos.

Estos datos nos impulsaron a emprender un estudio controlado centrado en aquellas personas que agredían a sus parejas. Se daba la circunstancia de que esas personas no respondían al perfil típico de agresores, sino que presentaban relaciones muy deterioradas con consumo de sustancias y una falta de recursos de afrontamiento de situaciones cotidianas.

Gestionar la frustración reduce la agresión en las parejas

En el marco de un programa del tratamiento de la adicción, se introdujo otro más específico con 16 sesiones enfocadas al abordaje de la violencia y técnicas para gestionar la frustración y resolver conflictos. Nos llevamos una grata sorpresa: frente al otro grupo de control, al que no le fueron impartidas estas sesiones, quienes sí las recibieron reducían a la mitad la tendencia a agredir a sus parejas a medio plazo. Además de que duplicaban la finalización del tratamiento de la adicción, matando dos pájaros de un tiro. Se demostraba así que abordando la violencia logramos también combatir mejor las adicciones.

A partir de este resultado, nos propusimos centrar la mirada en aquellas personas con experiencias previas de maltrato, con el fin de lograr que llegaran en mayor medida a los programas de tratamiento de la adicción y mejorar sus resultados de éxito.

Así comprobamos que quienes han sufrido experiencias de violencia a lo largo de la vida, además de ser más propensos a caer en una adicción, abandonan el programa de tratamiento de la adicción en un 60 %. Sin embargo, tras realizar una intervención de ayuda en el abordaje de la violencia, quienes la recibieron duplicaron las tasas de finalización del tratamiento de la adicción, demostrando de nuevo que realizar tratamientos combinados en adicciones y en el abordaje de la violencia mejora la situación de estas personas en ambos campos.

Sin lugar a duda, los dos fenómenos están muy ligados y no podemos entender un programa de tratamiento a la adicción sin explorar las historias de victimización o de agresión.

Mujeres, adicción y violencia: un cóctel especialmente explosivo

Capítulo aparte en este tema merecen las mujeres. Distintos factores como, por ejemplo, la censura social sobre ellas, contribuyen a que apenas lleguen a los programas de tratamiento para las adicciones. Solo una de cada tres personas que los realizan es mujer.

¿El motivo? El sesgo que pesa sobre ellas es tan descomunal que es mucho más probable que acudan al médico o a los centros de salud mental por problemas de ansiedad, dolores, etc., que aceptar que tienen un problema de adicción. De este modo, con frecuencia terminan en centros en los que no se les trata su adicción, sino tan solo los efectos colaterales producidos por este problema.

Pero, además, como en los programas de tratamiento de adicciones participan hombres en su mayoría, todos los estudios existentes cuentan con muestras fundamentalmente masculinas y los datos obtenidos se extrapolan directamente a las mujeres. Cuando la realidad es que ni el proceso por el que un hombre o una mujer llegan a la adicción (recordemos que 3 de cada 4 mujeres han sido víctimas de la violencia), ni la intervención, ni el resultado del tratamiento son iguales para ambos.

Es indiscutible que todavía queda mucho por hacer: urge que el tratamiento de la violencia y la adicción cuente con una perspectiva de género y una mirada femenina.

Adicciones y experiencias traumáticas en la infancia

Prácticamente todos damos por sentado que una persona que está en un tratamiento por un trastorno de consumo de sustancias ha tenido una mala infancia, pero apenas existen dos o tres estudios que avalen esa vinculación, y ninguno se ha realizado en Europa.

Por ello, se ha emprendido una nueva investigación para conocer cómo influyen las experiencias adversas en la infancia en el desarrollo de una adicción u otros trastornos. El objetivo es ir más allá para identificar qué factores pueden influir en el desarrollo de esos trastornos, detectar aquellas personas que cuentan con más riesgo de caer en una adicción para prevenirlo y, si ya la adicción existe, incentivar que esa persona acuda a un programa de tratamiento.

Por el momento, y como resultados preliminares, este estudio indica que la mayoría de las personas que acuden a tratamiento presenta al menos una experiencia adversa en la infancia, algo que, por otra parte, puede habernos ocurrido a cualquiera.

Lo que sí llama más la atención es que el 57 % de las personas que están en tratamiento presentan cuatro o más experiencias adversas. Entre ellas, las más prevalentes son el maltrato físico (30 %) y el maltrato emocional (40 %). Y otro dato más: un 60 % ha presentado ideación suicida en algún momento de su vida.

Todo ello da pie a pensar que sí existe una relación directa entre haber vivido situaciones duras mientras se es niño y desarrollar una adicción.

Abordar la violencia, factor clave para superar una adicción

Conocer la íntima relación que existe entre la violencia (bien como víctima, bien como agresor) y las adicciones no solo nos ha de servir para tratar ambas de forma paralela y, de este modo, mejorar en ambas cuestiones. También debe ayudarnos a prevenir recaídas en la adicción o, incluso, promover la llegada de estas personas a los programas de tratamiento para la adicción.

En definitiva, el tratamiento de una adicción siempre ha de tener en cuenta las historias de violencia que, con demasiada frecuencia, marcan vidas. Haciéndolo, lograremos ayudar mejor a las personas afectadas y aliviaremos mucho sufrimiento.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

El poder terapéutico de centrarse en las soluciones y no en los problemas

Mark Beyebach, profesor contratado doctor e investigador del Departamento de Ciencias de la Salud de la Universidad Pública de Navarra (UPNA)

Foto de SHVETS production en pexelsTiempo estimado de lectura: 2 minutos

Está comprobado científicamente: muchas terapias psicológicas son eficaces para la intervención con personas con problemas de salud mental. Producen resultados equiparables al tratamiento con psicofármacos y sus efectos tienden a ser más duraderos.

La mayoría de estas psicoterapias son tratamientos en los que se abordan los problemas mediante la conversación. Sin embargo, existen formas diferentes de entender y abordar estas conversaciones terapéuticas, como veremos en este artículo.

Enfoque en el bienestar y el crecimiento personal

La mayoría de las psicoterapias asumen el modelo médico tradicional: los profesionales actúan como expertos que diagnostican trastornos mentales e intervienen sobre ellos. Por ello, las conversaciones psicoterapéuticas se centran en los problemas de quienes los sufren, con la idea de que los profesionales los resuelvan. Aunque el objetivo es que los consultantes superen sus problemas, la mayor parte de las sesiones se dedica a conversar sobre ellos.

Pero hay también planteamientos alternativos a esta visión. La más conocida es la psicología positiva, bautizada como tal en el año 2000 por el entonces presidente de la Asociación Americana de Psicología, Martin Seligman. Este concepto retomó algunas de las propuestas humanistas de los años cincuenta y planteó que la psicología debía dar un giro. En vez de seguir centrándose en el sufrimiento debía enfocarse en el estudio científico del bienestar, del crecimiento personal y de la resiliencia ante la adversidad.

Desde el punto de vista académico, la psicología positiva no está exenta de detractores, pero ha ido generando una abundante investigación científica. Entre sus aplicaciones prácticas están los programas de psicología positiva para las escuelas o las apps de felicidad. En el campo de la psicoterapia, aporta sobre todo una serie de ejercicios para quienes acuden a las consultas, centrados en la promoción de sus emociones positivas y de sus logros.

TBCS: una estrategia para afinar más en las conversaciones terapéuticas

Un abordaje menos conocido pero que se sitúa en una línea similar es la Terapia Breve Centrada en las Soluciones (TBCS), desarrollada a mediados de los años ochenta por Steve de Shazer e Inso Kim Berg . Estos terapeutas familiares descubrieron que podían acortar la duración de las intervenciones si desde la primera sesión ya accedían a los recursos de sus usuarios. Para ello preguntaban por las excepciones a los problemas y por las mejorías producidas antes de la petición de consulta.

A estas conversaciones sobre los momentos en que las cosas funcionaban bien se añadió unos años después la técnica de la pregunta milagro. Con ella se invita a a describir en detalle cómo nos gustaría que fueran las cosas en aquello que nos preocupa. Esta descripción del futuro preferido genera esperanza y permite que las personas vayan descubriendo posibilidades de cambio.

En este sentido, la TCBS aborda la cara oculta de la luna: en vez de analizar lo que no funciona y sus causas, pone el foco sobre lo que sí está funcionando y en construir nuevas posibilidades.

Terapia a dos

La TBCS es un enfoque colaborativo, en el que los protagonistas del cambio son los propios consultantes. Los terapeutas no evalúan qué está mal ni determinan qué deberían hacer sus interlocutores, sino que establecen los objetivos de forma conjunta. La tarea de los profesionales es colaborar con ellos y adaptarse a sus preferencias, sin perder el foco sobre sus fortalezas mediante el empleo estratégico de preguntas.

Un reciente estudio de nuestro equipo muestra que la Terapia Breve Centrada en las Soluciones se ha extendido a más de treinta países de cinco continentes. Además, se aplica mucho más allá del campo de la terapia familiar en el que surgió. Hoy en día no sólo hay psicoterapia centrada en soluciones o trabajo social centrado en soluciones, sino también intervención comunitaria, consultoría organizacional o intervención escolar basada en esta estrategia.

En el campo de la psicoterapia, el planteamiento centrado en soluciones aporta un modelo propio de intervención que ha generado evidencia científica a nivel global, con ensayos clínicos que muestran la eficacia del modelo como tal, pero también la de algunas de sus técnicas en concreto. Estas técnicas se pueden utilizar también integradas en otros modelos de psicoterapia más conocidos, como la terapia cognitivo-conductual.

Mejor “Quédate sentado” que “No te levantes”

La mayoría de las herramientas de la TBCS tienen aplicación en la vida cotidiana. Hablar desde los recursos actuales y las posibilidades futuras genera conversaciones más constructivas que estar dando vueltas a los problemas. A continuación ofrecemos algunas pautas lingüísticas que pueden ser útiles para abordar dificultades personales, problemas de relación o conflictos:

  • En vez de plantearse resolver su problema o dificultad, piense cuáles son sus objetivos, qué desea conseguir. Plantéese esas metas en positivo en vez de hacerlo en negativo. Mejor “mantener mi peso” que “no aumentar mi peso”; mejor “discutir de forma tranquila” que “discutir sin gritarnos”; mejor “sonreír por la mañana” que “no llorar por las mañanas”.
  • Si da alguna instrucción o negocia alguna norma, hágalo también en positivo. “Quédate sentado ” mejor que “No te levantes”; “hablemos bajito” mejor que “no hablemos tan alto”.
  • Utilice en las conversaciones preguntas abiertas (“¿Qué mejorías ha notado?”, “¿Qué es lo que más le ha gustado?”) en vez de cuestiones cerradas (“¿Ha notado mejorías?” “¿Le ha gustado?”). Las preguntas cerradas, que se contestan con un “sí” o con un “no”, tienden a matar la conversación.
  • Ante un atasco personal, profesional o familiar, dé menos vueltas a “¿Por qué me pasa eso?”. Trate, en cambio, de dar una respuesta detallada a la pregunta “¿Cómo me gustaría que fueran las cosas?” y “¿Qué puedo poner de mi parte para acercarme a eso que quiero?”.
  • Si habla de algo negativo, utilice el todavía (“Veo que todavía no has resuelto el problema”) en vez de descripciones estáticas (“Veo que no has resuelto el problema”).

Le animo a que pruebe estas sencillas propuestas… y a que se fije en qué efecto tiene sobre usted y sobre los demás dialogar “sobre el otro lado de la luna”.

Mark Beyebach, Profesor en el Departamento de Ciencias de la Salud., Universidad Pública de Navarra

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.