Cómo restaurar el ciclo natural del agua en las ciudades del siglo XXI

Idoya Lacosta Gavari, profesora del Departamento de Ingeniería de la Universidad Pública de Navarra (UPNA).

Imagen de Hands off my tags! Michael Gaida en Pixabay
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La gestión tradicional del agua en las ciudades consiste en tratar el agua de lluvia como si fuese residual. Por lo tanto, generalmente no se aprovecha. Sin embargo, las ciudades actuales y las del futuro se enfrentan a retos importantes que ponen en entredicho este sistema de gestión en el que el agua es un residuo y no un bien preciado.

Los retos del siglo XXI

El primer problema al que nos enfrentamos es la creciente migración de la población desde las áreas rurales hacia la ciudad.

Según el departamento de de Economía y Asuntos Sociales de Naciones Unidas, en la actualidad en las ciudades reside un 55 % de la población del planeta y se cree que en 2050 este porcentaje se incrementará hasta el 68 %.

Estos porcentajes aumentan hasta el 75 % y el 80 %, respectivamente, cuando hablamos de Europa.

El crecimiento de las ciudades trae consigo la transformación de grandes áreas de suelo permeable en impermeable. Esta reducción en la permeabilidad del suelo se traduce en un aumento de la escorrentía durante los eventos de lluvia y en un mayor riesgo de inundaciones durante los episodios torrenciales.

Por otro lado, el cambio climático está aumentando la frecuencia y la intensidad de los fenómenos meteorológicos extremos como las lluvias torrenciales o las sequías prolongadas.

El primer factor produce un aumento de la escorrentía. El segundo, una mayor acumulación de contaminantes durante los periodos secos, los cuales son arrastrados hasta las estaciones de depuración de aguas residuales e incrementan los costes del proceso.

Finalmente, hay que considerar que la ausencia de agua en los entornos urbanos produce lo que se denomina isla de calor. De hecho, se sabe que la temperatura media anual del aire de una ciudad de 1 millón de habitantes puede ser entre 1 y 3 ⁰C más cálida que la de su entorno.

Esta diferencia puede llegar a ser de hasta 12 ⁰C por la noche.

El cambio de paradigma

Estos problemas han forzado un cambio de paradigma en la gestión del agua en las ciudades. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible propuestos por la ONU en 2015 proponen modelos de ciudades sostenibles y resilientes que sean capaces de, en la medida de lo posible, restaurar el ciclo natural del agua en los entornos urbanos.

Los Sistemas Urbanos de Drenaje Sostenible (SUDS) son las nuevas infraestructuras que nos permiten abordar estos problemas. Permiten que la respuesta hidrológica de un zona urbanizada sea lo más parecida posible a la que tenía en su estado natural.

El Ministerio español para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico define estos sistemas como “elementos superficiales, permeables, preferiblemente vegetados, integrantes de la estructura urbana-hidrológica-paisajística y previos al sistema de saneamiento”.

Estas infraestructuras están destinadas a infiltrar el agua de lluvia en el terreno, a la vez que la retienen y la transportan, de modo que disminuyan el volumen de escorrentía superficial y restauren la calidad del agua mediante la retención de cierta cantidad de contaminantes.

En el caso de aquellos que almacenan agua en superficie, pueden también refrescar el ambiente y generar nuevos espacios verdes para el disfrute de la ciudadanía.

Sistemas Urbanos de Drenaje Sostenible (SUDS).
Kevin Robert Perry

Tipos de sistemas urbanos de drenaje sostenible

Existe una gran variedad de estos sistemas, por lo que la elección del más adecuado se debe estudiar cuidadosamente teniendo en cuenta las particularidades de cada zona.

Para controlar el agua en origen pueden emplearse las cubiertas vegetales o algún tipo de pavimento permeable.

Para la ralentización y la conducción del agua suelen emplearse los drenes filtrantes, en sus muchas variantes, o las cunetas verdes.

Para el almacenamiento del agua se prefieren las balsas de detención o los humedales artificiales.

Para infiltrar el agua en el terreno se utilizan las células de biorretención o los pozos de infiltración. Estos sistemas están sujetos a mejoras técnicas continuas para aumentar su eficacia de forma más económica.

Las celdillas de poliprolpileno reciclado que se utilizan como pavimento permeable son un claro ejemplo de ello. Estas estructuras están formadas por un conjunto de cubos huecos semejantes a un panal de abejas que actúan de filtro para la lluvia mediante la interacción entre el agua, suelo, vegetación, aire y microorganismos que simulan un suelo de un ecosistema natural.

Celdillas de Polipropileno para pavimento permeable en Toledo y Calatrava.

Hacia un nuevo tipo de ciudad

Debemos saber que es posible transformar nuestras ciudades en espacios saludables, sostenibles y resilientes. La capacidad de las ciudades para adaptarse, resistir, asimilar y recuperarse de los efectos de las inundaciones, de la contaminación y del aumento de las temperaturas en un contexto de cambio global es vital para nuestra propia supervivencia.

Los ciudadanos debemos exigir que nuestros representantes y gestores caminen en esta dirección. Este camino incluye la adaptación de las instalaciones ya existentes, la implantación de sistemas urbanos de drenaje sostenible en los nuevos proyectos de urbanismo y el apoyo a la investigación en infraestructuras verdes.

Muchas ciudades, tanto españolas como europeas ya han emprendido con éxito ese camino.


Los alumnos de Mecánica de fluidos y Máquinas Hidráulicas de Ingeniería de Diseño Mecánico Mario Serrano Sandúa y Diego Ilarri Pérez han colaborado en la elaboración de este artículo.


Idoya Lacosta Gavari, Profesora de Mecánica de Fluidos y Máquinas Hidráulicas, Universidad Pública de Navarra

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

Renovables en España: chapeau!

The Conversation
Santiago Galbete Goyena, doctor ingeniero Industrial por la Universidad Pública de Navarra  (UPNA)

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Los españoles no nos caracterizamos por echarnos flores cuando hablamos de nuestro país y todavía nos cuesta más si se trata de compararnos con Europa. Allá en el siglo XX, cursando el programa Erasmus en Francia, curiosamente crecí dos palmos. El primero se debió a que fui de desarrollo tardío y el segundo, porque mis compañeros alemanes, que me duplicaban en volumen, incluido el de la cabeza, me solicitaban que les resolviera sus dudas de Física y Matemáticas. Mis camaradas de la Universidad Zaragoza no me pedían ayuda, tampoco yo a ellos. Se trataba de un sálvese quien pueda, nos reuníamos a estudiar y nos estrujábamos la cabeza para alcanzar unos modestos aprobados. Ahí me quedó, por primera vez claro, que los españoles sabemos hacer cosas bien y nuestro nivel académico no tenía nada que envidiar al del resto de países europeos.

Ahora, y como consecuencia de la cruel situación que se está viviendo en Ucrania, el suministro del gas está en riesgo y la electricidad ha alcanzado un precio que resulta inasumible para las empresas y economías domésticas. El 4 de marzo las tropas rusas atacaban Zaporiyia, la central nuclear más grande de Europa, aunque por fortuna no hubo consecuencias remarcables. Este atentado consiguió hacer despertar el fantasma de Chernóbil. En unos pocos días, las dos principales tecnologías convencionales de generación eléctrica quedaban en entredicho y, en este caso, por motivos no relacionados con el cambio climático; se trata de conceptos mucho más antiguos: garantía de suministro y seguridad física. Ante esta situación tan crítica, los dirigentes de todo el mundo, y en particular los europeos, se dirigieron a la población para hacer pública sus estrategias energéticas. Las altas emisiones de CO² de las centrales de carbón y fuel colocaban a estas tecnologías fuera de la ecuación. Desafortunadamente, a día de hoy, las fuentes de generación eléctrica son sota, caballo y rey. Nuclear, gas, carbón, fuel, sol, agua y viento. Entonces, solo queda un camino: renovables.

Sin entrar a analizar en qué porcentaje, se trató de una estrategia a largo plazo o que hemos sido capaces de acompañar a los astros a lo largo de muchos años para que se alineen. Los españoles hace ya mucho tiempo que tomamos esta senda, y de nuevo me percato que somos capaces de hacer las cosas bien. A finales del siglo XIX, ya se instaló la primera central hidroeléctrica en España. Desde entonces, y a lo largo de la primera mitad del siglo XX, se siguió apostando por esta tecnología, inaugurando al principio de la segunda mitad del siglo XX las mayores centrales hidráulicas (Aldeávila, Villariño, Saucelles…), aportando una importante presencia en nuestro “mix” energético, el 12% en el año 2021, y sus conocidos beneficios: controlable, renovable y una enorme capacidad de almacenamiento. El 7% de la demanda de España puede ser almacenada simultáneamente en los embalses de nuestras centrales hidroeléctricas.

También en la segunda mitad del siglo XX se construyeron en España siete centrales nucleares. Entonces, la necesidad de abastecer la creciente demanda en España eclipsó sus inconvenientes: incapacidad para dar salida a los residuos radioactivos, dependencia del suministro del uranio; originalmente, la minería española aportaba tan solo el 25% de nuestras necesidades. Hoy, ninguna mina de uranio está en activo. Estas centrales son un blanco muy atractivo para los ataques terroristas y finalmente la gran problemática tecnológica para conseguir su “controlabilidad”. La planta finlandesa de Olikuoto, recién inaugurada con 13 años de retraso, diseñada y construida por Areva y Siemens, tuvo que anunciar públicamente su impotencia para dotar a la planta de su proyectada “controlabilidad”. Aunque la contribución de esta tecnología al desarrollo de España es un hecho, hoy su situación ha cambiado de manera substancial.

En paralelo con la construcción de estas centrales nucleares y para poder almacenar su exceso de producción especialmente durante la noche, como consecuencia de la reducción de demanda y de su falta de “controlabilidad”, se ejecutaban el mismo número de centrales hidroeléctricas reversibles, capaces de bombear agua cuando se producía un exceso de energía, para mantenerla almacenada y turbinarla en función de la demanda eléctrica. Resulta paradójico que estas mismas centrales son capaces de resolver el problema de la aleatoriedad del sol y del viento, aunque, a la fecha de su construcción, los parques eólicos y plantas solares se consideraban todavía proyectos futuristas.

Unos pocos años después de inaugurarse las centrales reversibles, empezaban a construirse pequeños parques eólicos experimentales en nuestro país. En el año 2000, había instalado tan solo 1,5 GW y su presencia era testimonial dentro del “mix” energético. Desde entonces, de forma progresiva, salvo un paréntesis del 2012 al 2018, la potencia eólica instalada ha aumentado hasta alcanzar en el año 2021 el 25,7% de la potencia total, superando los 27,7 GW y satisfaciendo el 24% de la demanda eléctrica.

Una vez afianzada la tecnología eólica, comienza a instalarse en España las primeras plantas fotovoltaicas. En este caso, se produjo el boom en el año 2008 gracias a un polémico sistema regulatorio. Tras un año de instalación frenética vino un parón hasta el año 2018. Desde entonces, gracias a su simplicidad tecnológica (es la única que no muestra elementos giratorios) y a su reducido precio de suministro e instalación, se ha mostrado imparable. Tan solo en el último año se han instalado 3 GW. Actualmente, la potencia total instalada es de 14,7 GW, que supone un 13,7% de la potencia total y un 8,3% de la generación eléctrica.

Con todo ello, este año se ha logrado en España un máximo en la contribución renovable del 46%. El año pasado fue del 44%. Teniendo en cuenta estos porcentajes, resulta difícil mostrarse escéptico ante una solución renovable para España. De seguirse este grado de penetración, en tan solo 10 años, dos tercios de nuestra demanda eléctrica estaría satisfecha con energías verdes. El secreto del éxito, en este caso y aunque me cueste decirlo, es, en un alto grado, fruto del azar. España es el único país europeo cuyo nivel de radiación solar y orografía permiten la instalación deseada de plantas fotovoltaicas. Me permito dudar del cuestionado sistema eléctrico francés, basado en energía nuclear, si su nivel de radiación permitiera inundar sus vastas llanuras de paneles fotovoltaicos.

Resulta llamativo que, ahora que España se está acercando a la autonomía eléctrica y el presidente de Tesla sugiere que España se convierta en el generador de energía fotovoltaica para Europa, se plantee reforzar las hasta ahora muy débiles interconexiones de España con Europa. No sé por qué me viene a la cabeza un conocido dicho: por interés te quiero… (André, en francés).

Con todo esto, solo he querido demostrar que nuestro largo y azaroso camino en las renovables es el acertado. Su consecución es, en cierta medida, un regalo de la naturaleza, ya que nos ha obsequiado con un sol que, además de una alegría de vivir y un montón de dinerito fresco que entra a nuestras arcas cada año por el turismo, nutre a todas las plantas fotovoltaicas que lo requieran. E independientemente del motivo, el hecho de reforzar nuestras líneas y estar más interconectados con Europa es, sin duda, una noticia positiva.

 

Covid-19: ¿qué se espera de las nuevas variantes XD, XE y XF?

The Conversation
Responde: Antonio G. Pisabarro De Lucas, catedrático de Microbiología en el Departamento de Ciencias de la Salud y director del Instituto IMAB (Institute for Multidisciplinary Research in Applied Biology-Instituto de Investigación Multidisciplinar en Biología Aplicada) de la Universidad Pública de Navarra (UPNA).

Pixabay / PHOTOCREO Alexandra_Koch

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Vamos a revisar, a la luz de la evolución, la aparición de nuevas cepas víricas, centrando nuestra atención en el virus Sars-Cov-2 con el que venimos conviviendo desde hace ya dos años.

Los virus de ARN pueden ser excepcionalmente mutables

La evolución tiene dos motores que la impulsan: la variación genética y la selección natural. La variación genética se produce por errores en la replicación del material genético. Estos errores son sorprendentemente infrecuentes, teniendo en cuenta la cantidad de material genético que se replica en cada generación y la velocidad del proceso. Sin embargo, los enormes números de microorganismos o de virus que se replican constantemente hacen que lo infrecuente ocurra. Así las mutaciones se acumulan en la población.

La replicación del material genético es más precisa en aquellos organismos y estructuras que usan como soporte de la información el ácido desoxirribonucleico (ADN) porque las maquinarias que la llevan a cabo (las ADN-polimerasas) pueden tener mecanismos de corrección de errores.

Sin embargo, cuando el material genético es el ácido ribonucleico (ARN) la maquinaria de replicación es más imprecisa y los errores son más frecuentes. En consecuencia, los virus de ARN son más propensos a la mutación que los virus de ADN o que las bacterias y otros organismos celulares.

Hay virus de ARN excepcionalmente mutables que forman conjuntos de poblaciones diferentes dentro de una misma persona infectada. Es lo que ocurre, por ejemplo, con el virus de la hepatitis C. Con este se aplica el concepto de “cuasiespecies” para explicar la coexistencia de un gran número de variantes del virus que no se desplazan mutuamente entre sí.

El coronavirus tiene facilidad para adaptarse a distintos ambientes

La selección natural, por otra parte, es el proceso por el que unos organismos tienen mayor éxito reproductivo que otros en un ambiente dado y pueden llegar a desplazar a los competidores haciéndose predominantes o exclusivos.

Como es fácil de entender, aquellas mutaciones que permitan un mayor éxito reproductivo en un ambiente tenderán a hacerse más frecuentes en la población y los organismos que las tienen estarán mejor adaptados a dicho ambiente. En realidad, lo que ocurre es que las variantes con más éxito reproductivo prevalecen y si una variante puede colonizar un entorno nuevo, lo hará y prevalecerá, al menos temporalmente, en él.

Los coronavirus son pequeños virus de ARN con una alta variabilidad. Eso les permite, como grupo, adaptarse a distintos ambientes (infectar diferentes tipos de animales) y generar constantemente nuevas variantes cuya abundancia relativa dependerá de su éxito reproductivo.

De esta forma, desde que el coronavirus SARS-CoV-2 infectó a los primeros humanos en Wuhan, a partir de los cuales se originó la pandemia, han ido surgiendo constantemente nuevas variantes del virus. Su ascenso y descenso en prevalencia ha sido constante, como lo son las olas en el mar.

Estas variantes están catalogadas en estirpes que forman genealogías detalladas, lo que permite hacer un seguimiento epidemiológico riguroso de la pandemia, al igual que se hace de otras como la gripe o el SIDA.

A día de hoy, se estima que ha habido casi 500 millones de casos de coronavirus en el mundo con más de seis millones de fallecimientos. Considerando los millones de partículas víricas que se producen dentro de cada persona infectada y la frecuencia de las mutaciones, la aparición de nuevas variantes del virus es un fenómeno inevitable y que permanecerá constante en el futuro.

La llegada de una nueva serie de variantes

Recientemente se ha empezado a hablar de una nueva serie de variantes de Sars-Cov-2 cuyo nombre empieza por la letra X: XA a XS. Estas variantes son recombinantes de otras cepas ya descritas anteriormente.

Su origen no es como el que he descrito en párrafos anteriores, sino que se han formado en el curso de la coinfección de una misma célula por dos coronavirus de estirpes diferentes. Durante la replicación de los dos virus en una misma célula, pueden combinarse sus materiales genéticos dando lugar a un nuevo virus que reúna características de ambos progenitores. Si este nuevo virus tiene más éxito reproductivo que los otros presentes en la población, predominará y se hará prevalente.

Las nuevas estirpes recombinantes que han suscitado el interés de la sociedad son las denominadas XD, XE y XF y se han detectado principalmente en Francia, Dinamarca y el Reino Unido.

Las tres incluyen material de la cepa BA.1 (ómicron) y, en el caso de las variantes XD y XF, de la variante delta. Puesto que estas variantes han sido detectadas con una cierta abundancia en los países citados, es esperable que su prevalencia aumente ya que tienen un éxito reproductivo suficiente como para destacar.

Los datos disponibles sugieren que estas variantes podrían ser más transmisibles que las anteriores, pero no hay datos significativos que indiquen que vayan a ser de mayor virulencia que las que conocemos.

La recombinación de genomas víricos es un proceso que requiere la coinfección y la formación de una nueva y exitosa molécula recombinante. El proceso se produce debido a que el alto número de virus y de infecciones hace que lo infrecuente, de nuevo, ocurra. La formación de nuevos virus por este sistema es el origen de las cepas pandémicas de gripe que con una recurrencia de entre 20 y 30 años aparecen como resultado de la mezcla de virus de gripe de diferentes orígenes.

El proceso se ve favorecido en el caso del virus de la gripe al tener su genoma (también de ARN) dividido en varias moléculas. En el caso del coronavirus, el proceso debe ser más infrecuente porque su genoma está organizado en una sola molécula y es necesaria la recombinación y no solo los errores de empaquetamiento que dan lugar a las mezclas de genoma en el virus de la gripe.

Y esta es la situación actual: aparecen nuevas variantes que entran en el sistema de seguimiento de la epidemia que tienen los centros de control de enfermedades infecciosas europeo (ECDC y norteamericano (CDC).

El ECDC diferencia tres niveles para organizar la intensidad progresiva del seguimiento de las nuevas variantes víricas: variantes en seguimiento (la XD y la ómicron BA.3), variantes de interés (las cepas ómicron BA.4 y BA.5) y variantes de preocupación (la variante delta y las cepas ómicron BA.1 y BA.2). Las variantes XE y XF no han alcanzado el nivel de relevancia, de momento, como para ser clasificadas como variantes en seguimiento.

Por su parte, la Organización Mundial de la Salud también incluye únicamente la variante XD entre las clasificadas como de seguimiento.

Cuál será el efecto futuro de esas nuevas variantes en la población y en la evolución de la epidemia es algo que no podemos saber con exactitud porque la evolución es una combinación de azar y necesidad; pero podemos tener algunas expectativas basadas en lo que sabemos a partir de la evolución y de epidemias anteriores.

Qué se espera de esta variante

Podemos definir la virulencia de un patógeno como el número de casos graves o muy graves respecto al total de las personas infectadas. Con las debidas precauciones, en general la virulencia de los patógenos suele disminuir con el tiempo de convivencia con el huésped.

Esto se puede explicar porque el éxito reproductivo de un patógeno es mayor cuanto menos daño cause al huésped y, por tanto, más pueda éste transmitir el patógeno. Un perro muerto no transmite la rabia. Por esto, las variantes menos virulentas tienden a propagarse mejor que otras que limitan o eliminan la movilidad del animal o la persona enferma y, con el tiempo, tienden a prevalecer en la comunidad.

Por otra parte, el sistema inmune aprende a enfrentarse a este virus controlando su multiplicación y modulando la respuesta (lo que en el caso de la infección por el coronavirus es esencial en el agravamiento de la enfermedad).

Por tanto, y para concluir, debemos esperar que sigan surgiendo nuevas variantes del coronavirus cuya prevalencia les haga saltar a la prensa y a la vigilancia especial de las organizaciones internacionales. Pero cabe esperar, razonablemente, que estas nuevas variantes tiendan a ser menos virulentas. De esta forma, las sucesivas olas de la pandemia deberían ser cada vez más suaves y la respuesta hospitalaria, en su caso, no se vería afectada significativamente.

Antonio G. Pisabarro, Catedrático de Microbiología, Departamento de Ciencias de la Salud, Instituto de Investigación Multidisciplinar en Biología Aplicada, Universidad Pública de Navarra

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

Llamar al paciente por su nombre y otros gestos que mejoran su salud

Tomás Belzunegui Otano, vicedecano del Grado en Medicina de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Pública de Navarra (UPNA)

Foto de RODNAE Productions en Pexels

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existen factores que dificultan que la atención sanitaria que ofrecemos sea más humana. Entre ellos, figuran la escasez de tiempo…

¿Humanizar cura? La respuesta breve es no. Humanizar la manera en la que se trata a los pacientes en un hospital no cura y, ni mucho menos, salva vidas. Pero sí se convierte en una pieza fundamental para mejorar la percepción, el estado de ánimo e incluso el deseo de involucrarse en el seguimiento del tratamiento o acciones prescritas para la recuperación de la persona. Por lo tanto, no es un tema baladí. Influye en la salud. Incluso el dolor es percibido de diferente manera cuando nos sentimos bien tratados.

El paciente o la paciente puede llegar a entender que no le cures pero nunca que no le cuides. Y es ahí donde radica la esencia de la humanización de la atención sanitaria. Esa persona podrá comprender que la ciencia o su cuerpo no dé más de sí; que con los medios disponibles no seamos capaces de ofrecer la solución ansiada. Pero jamás que no nos preocupemos por ella. Que no sepamos mirarle a los ojos y tratarle como lo que es: una persona que merece respeto.

¿Está deshumanizada la atención sanitaria hoy en día?

Más allá de la voluntad personal de los grandes profesionales que habitan en nuestros hospitales, existen factores que dificultan que la atención sanitaria que ofrecemos sea más humana. Entre ellos, figuran la escasez de tiempo, la falta de recursos personales y físicos, la tecnificación de la medicina (que nos ha llevado a estar más pendientes de las máquinas y de los resultados de una prueba que de las personas), el propio diseño de las instalaciones médicas y el síndrome de estar quemado que afecta a una plantilla cada vez más mermada y agotada.

A todo ello, debemos añadir el efecto devastador de la pandemia de covid-19, que se ha llevado por delante parte de lo avanzado en este terreno. La pandemia nos tapó el rostro a los profesionales de la salud, nos despojó de apariencia humana con los EPIs, nos impuso incorporar más procesos de protección en cada acción que desarrollábamos y nos robó tiempo. Se llevó por delante a muchas personas mayores de una generación admirable que, en la primera ola, murieron solos… Desolador. La pandemia ha demostrado que no estábamos preparados para algo así y que debemos humanizar, de nuevo, ese trato echándole imaginación.

Sin embargo, en todo ese maremágnum de obstáculos, como siempre, aparecen las personas con sensibilidad. Y es digno de destacar cómo profesionales del ámbito sanitario, desde médicos, enfermeros, auxiliares, personal de limpieza y otras labores han demostrado su capacidad de empatizar en mil y una ocasiones. Lo han hecho ofreciendo, por ejemplo, su teléfono personal para que una persona, consciente de que se moría, pudiera despedirse de su hijo. Sentido común, podríamos decir, pero un sentido que se ha topado en los últimos tiempos con demasiadas barreras.

Detalles que marcan la diferencia en el cuidado de pacientes

Un gesto. Una mirada. Un silencio. Mejorar el trato en un centro sanitario se resume en muchas ocasiones simplemente en prestar atención, saber que al otro lado hay una persona y analizar lo que hacemos para mejorarlo.

Veamos un ejemplo. Un estudio desarrollado en la UCI del Hospital Universitario Virgen Macarena de Sevilla reveló que el 60 % de sus pacientes refirieron dificultad a la hora de dormir adecuadamente derivada de la toma de constantes nocturnas realizada por el personal sanitario.

Por su parte, el estudio Percepción del sueño de los pacientes en una Unidad de Cuidados Intensivos, realizado en Clínica Universidad de Navarra, señala que los ruidos, los monitores y la ronda de constantes fueron factores determinantes en la calidad del sueño.

Investigaciones como estas nos ayudan a sacar conclusiones. Por supuesto que debemos estar pendientes de los pacientes y verificar sus constantes, pero tenemos que personalizar la atención, ver quién necesita realmente que supervisemos su estado cada hora y a quién podemos desearle buenas noches y dejarle descansar hasta la mañana siguiente. No podemos caer en hechos tan llamativos como despertar a un paciente para darle la pastilla de dormir, algo que ocurre en nuestros hospitales.

Sin embargo, gracias a la sensibilidad de los profesionales sanitarios y, en especial, de profesionales de la enfermería, ya se llevan a cabo mejoras tan sencillas y decisivas como agrupar y minimizar las actuaciones, eliminar el ruido de los teléfonos por la noche y sustituirlo por luces, hablar en un tono bajo, sustituir carros ruidosos por otros más silenciosos, etc.

¿Qué más se puede hacer para humanizar la atención sanitaria?

La leyenda cuenta que un médico sabio dijo “La mejor medicina es amor y cuidados”. Alguien le preguntó: ¿y si no funciona? Él sonrió y contestó “Aumenta la dosis”.

Aumentémosla entonces. Son muchas las posibilidades a nuestro alcance, pero resumamos algunas de las acciones más reseñables:

  • Identifiquémonos y dirijámonos al paciente por su nombre: que en ningún momento tenga la sensación de que es el 23 A o el de la colecistitis.
  • Transmitámosle la información de manera clara, cercana y comprensible, tanto al paciente como a sus acompañantes. Aprendamos a dar malas noticias.
  • Permitamos que sea dueño de sus decisiones y abandonemos ese paternalismo que ha existido en generaciones pasadas en la atención sanitaria en el que rara vez era el paciente quien decidía.
  • Respetemos la dignidad de la persona, su intimidad y su autonomía.
  • Promovamos un entorno tranquilo y confortable en las habitaciones y zonas comunes. Adecuemos nuestros centros.
  • Apoyemos emocionalmente en el duelo y velemos por el bien morir.
  • Pidamos a las administraciones que cuiden a sus profesionales, brindándoles los recursos necesarios para poder hacer bien su trabajo y dedicar el tiempo y la atención que requieren los pacientes.

Si lo pensamos bien, la humanización sanitaria desemboca en el simple sentido común de que debemos cuidar a quien lo necesita. Si es posible, curarle, pero siempre y en todo momento, cuidarle. Quizá no salvemos vidas, pero haremos que merezcan la pena.

Tomas Belzunegui Otano, Profesor del Area de Medicina, Universidad Pública de Navarra

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

¿Por qué es importante propiciar el liderazgo del personal de enfermería?

Olga López de Discastillo Sainz de Murieta, profesora de Enfermería en el Departamento de Ciencias de la Salud de la Universidad Pública de Navarra (UPNA).

 

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Un buen líder consigue que la gente baile. Sí, han leído bien, baile. Los enfermeros y las enfermeras podrían hacernos bailar una buena danza. Pero no entiendan mal, no como en las películas de vaqueros del oeste, en las que el protagonista hace bailar a “los malos” disparando tiros a sus pies. Es un baile sentido, en el que al sonar la música no puedes impedir dejarte llevar por sus notas.

En la educación escolar griega se suele usar un ejemplo para demostrar la fuerza que tiene la música y la danza en las personas. Un ejemplo es muy pertinente cuando se habla de liderazgo. Veámoslo. Un héroe de la Revolución griega (1821-1830), Odysseas Androutsos, de acuerdo a la leyenda, consiguió por medio de la música y el baile que sus compañeros se unieran a su “locura” y frenaran a los turcos en su avance al Peloponeso.

Tras una reunión acalorada con su ejército y otros líderes del momento sobre qué deberían hacer y dónde, Odysseas lo vio claro. Dijo: “yo me quedo aquí”. Empezó a cantar, se puso a bailar y añadió: “Quien quiera luchar conmigo que se una”. Así, a la manera del baile tradicional griego, cogidos de la mano con su líder a la cabeza, la fila de hombres fue creciendo, todos ellos cantando y bailando, entregados a la causa.

De este ejemplo se pueden extraer tres componentes esenciales para un buen liderazgo: un proyecto claro, la preocupación por las personas y una valiente determinación.

Un proyecto claro

Con respecto al primero, los buenos líderes plantean el proyecto tras analizar la situación y los datos y de identificar qué se quiere o se necesita lograr.

En el ámbito de la salud, el proyecto puede variar si el foco está en la ausencia de enfermedad o si es más ambicioso y se plantea que las personas mantengan o mejoren su salud y bienestar. Al centrarse en este último, el baile –o liderazgo– del personal de enfermería puede ayudar a construir un sistema sanitario y social más fuerte con un mejor empleo de los recursos.

Podrían hacerlo porque la enfermería sitúa a las personas en el centro de actuación y las entienden de manera completa, no centrándose solo en los problemas de salud que presentan. Puede parecer que entender el cuidado de la persona de esta manera resulta más costoso o menos práctico, ya que no se aborda solo la enfermedad sino cómo las personas viven, pero no es así.

En la historia de la enfermería esto ya se ha demostrado anteriormente. Un ejemplo muy conocido lo proporciona una famosa enfermera inglesa, Florence Nightingale. Nightingale evidenció que muchos de los soldados que fallecían en la guerra de Crimea lo hacían no por las heridas y sus consecuencias sino por las malas condiciones de vida que tenían al estar heridos. Es decir, por las infecciones, la mala ventilación, la falta de movilidad y la alimentación inadecuada en los hospitales de campaña.

Nightingale utilizó un diagrama muy visual (diagrama de la rosa o diagrama del área polar) para dar a conocer la situación y trabajar para cambiarla. Su análisis de la situación y su visión global de lo que las personas necesitan fue lo que le permitió identificar qué era necesario hacer.

La contribución de Nightingale no se pudo producir de manera inmediata porque cuando las enfermeras llegaron para ayudar a Crimea en octubre de 1854 no fueron bien recibidas. Fue medio año más tarde, en marzo de 1855 (cuando la situación llegó a ser extremadamente crítica), cuando se les permitió el acceso a los campamentos. Entonces no podían ni imaginar cómo podrían cambiar las cosas.

Como Nightingale en aquel momento, los enfermeros y enfermeras en la actualidad tienen, en general, las puertas cerradas para ejercer su potencial. Por ejemplo, en la planificación y en la toma de decisiones organizativas y políticas a distintos niveles que podrían ayudar a obtener mejores resultados en la salud de la población.

En la pandemia, por ejemplo, este sector del personal de sanidad no ha estado prácticamente presente en la toma de decisiones de las políticas sanitarias. Su trabajo
ha estado casi exclusivamente limitado a la primera línea de atención sujetas a los vaivenes de las decisiones que “otros” toman y a la agonía de intentar cubrir puestos y llevar a cabo diferentes procedimientos (vacunas, PCRs, test de antígenos, etc.).

Para la “apertura”, en este caso es necesaria la revisión los sistemas de selección y contratación que no reconocen la preparación de los enfermeros, llevan a los profesionales a vivir en la precariedad de la temporalidad y les impiden acceder a puestos clave en la administración pública.

La preocupación por las personas

Con respecto al segundo componente del liderazgo, la preocupación por las personas, la enfermería históricamente ha mostrado que está a la altura. Para ilustrarlo hablaremos de otra mujer ejemplar en el ámbito de la enfermería, Virginia Henderson.

Ella indicó que “la enfermera es temporalmente la conciencia del inconsciente, el amor de vida para el suicida, la pierna del amputado, los ojos del reciente ciego, el medio de locomoción para el infante y una voz para aquellos demasiado débiles para hablar”. Los enfermeros y las enfermeras conocen a la perfección las necesidades del sistema sanitario y de las personas a las que cuidan. Pueden ser la voz de aquellos a los que no se están escuchando.

En este momento, a la población se le están negando los cuidados que requiere por el deterioro de un sistema de salud, que ha sufrido numerosos recortes y que no se ha engranado bien con el sistema social. Parece que las necesidades del sistema de salud son las protagonistas y que las de las personas no son tan importantes.

Por ejemplo, para “cuidar nuestro sistema de salud tensionado” en los últimos meses, sociedades enteras han tenido que “cuidarse”, “limitarse”, “confinarse”, “medirse”, “autoorganizarse” para cumplir los confinamientos propios y de los más pequeños, mientras veían que los niños y las personas mayores eran muchas veces olvidadas.

Las necesidades tanto físicas como mentales de las personas se han visto relegadas a un segundo plano. Se han frenado actividades promotoras de salud y se ha visto comprometido el acceso presencial a los distintos profesionales.

Así nos encontramos con un aumento de patologías que son consecuencia de las medidas adoptadas en la pandemia , más que de la pandemia en sí. Esto se podría haber mejorado teniendo una visión global de las personas y las comunidades.

Reconocer las capacidades de liderazgo de la enfermería llevaría a la ganancia segura porque en el análisis de las situaciones están las personas. Un sistema que viva al margen de esta realidad y se centre solo en los problemas de salud agudos es perverso, ya que no responde a las verdaderas necesidades de aquellos para los que fue diseñado, ignora los contextos en los que estos viven y conlleva que no se aborde lo que verdaderamente promueve o afecta a la salud de las personas.

Una valiente determinación

Finalmente, la determinación valiente del líder es el canto y el baile que hace que muchos se sumen. Nightingale, con los datos y su determinación, lideró el cambio e implantó medidas higiénicas que salvaron muchas vidas en un momento de guerra, pero que no quedaron ahí. A su regreso a Inglaterra, continuó siendo una protagonista central en las reformas del sistema sanitario inglés.

Las enfermeras son una pieza clave para recuperar lo que se ha perdido o dañado con la pandemia: la atención primaria, el cuidado de la salud comunitaria, la atención presencial y la atención a otras necesidades de salud.

Para ello, el personal de enfermería está formado de manera mucho más avanzada que en tiempos de Nightingale o Henderson, con grados bien pensados y con especialidades y postgrados que permiten a los profesionales conocer mejor a las personas y sus contextos.

Esa es la forma en que la enfermería puede liderar: teniendo las ideas claras, sabiendo que gobiernos y sistemas de salud se deben a las personas y siendo la primera que con valentía puede comenzar este canto y su baile. Eso sí, mano a mano con otros profesionales y con la población.

No solo bailando al son que otros tocan, que lleva a dejarse la piel, con la frustración de no entender, compartir o llegar a lo que otros han planificado y que se queda corto comparado con todo lo que la enfermería puede ofrecer.

Es importante que todo el esfuerzo merezca la pena. Porque es cierto que las enfermeras y los enfermeros han estado ahí, pero tienen que dejar de estarlo como ejecutoras y ser líderes del cambio tan necesario en nuestros días. Es el momento de confiar en una profesión históricamente firme y valiente, elevar la voz y danzar a su son.

Olga López Dicastilo, Vicedecana del Grado en Enfermería. Facultad de Ciencias de la Salud. Profesora Contratada Doctor. Departamento de Ciencias de la Salud, Universidad Pública de Navarra

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

¿Cómo deben responder la UE y la OTAN al ataque de Rusia?

Marta Rodríguez FouzUniversidad Pública de NavarraCesáreo Rodríguez-Aguilera de PratUniversitat de BarcelonaJosé Ángel López JiménezUniversidad Pontificia ComillasRafael García PerezUniversidad Pablo de OlavideRoger CampioneUniversidad de Oviedo y Sergio García MagariñoUniversidad Pública de NavarraKiev, Estatua de la Madre Patria, o más comúnmente conocida como Rodina-Mat
Foto de Petkevich Evgeniy en Pexels


A primera hora de la mañana de este jueves 24 de febrero de 2022, el presidente ruso Vladimir Putin ordenaba por televisión una “operación militar especial” contra Ucrania. Inmediatamente después se registraban explosiones en varios puntos del este del país y en Kiev, su capital, y las tropas rusas lanzaban ataques por tierra y aire. Hemos preguntado a varios expertos académicos cómo consideran que deberían reaccionar tanto la OTAN como la Unión Europea.


Rafael García Pérez

Profesor de Relaciones Internacionales, Universidad Pablo de Olavide

Han de responder con suma precaución. Ha estallado el conflicto. Se trata ahora de evitar su escalada. Limitar su extensión, duración y la intensidad de la violencia aplicada. Se impone una gestión política y estratégica frente a los medios militares, pero es dudoso que la OTAN y la UE dispongan de los recursos, y la voluntad, para hacerlo. También es dudoso que Rusia lo acepte.

Se han anunciado severas sanciones contra Rusia. Es evidente que también tendrán un profundo impacto en las economías europeas. Aquí también se debe ser prudente. Hay un riesgo cierto de recesión.


José Ángel López Jiménez

Profesor de Derecho Internacional Público, Universidad Pontificia Comillas

La historia de las relaciones entre Rusia y la UE, y Occidente en general, es una historia de sanciones durante la última década. No parecen haber constituido un desincentivo suficiente para el intervencionismo ruso en su extranjero próximo. Si, como parece en este momento, se van a a extender al acceso a los mercados financieros internacionales, a personas físicas y jurídicas afines al Kremlin, y en el ámbito tecnológico, pueden ser más lesivas que las que se han mantenido hasta ahora. No obstante, tendrán un efecto boomerang en los Estados y organizaciones internacionales sancionadoras, así como en la economía y el comercio internacionales.

La respuesta armada está descartada por parte de la OTAN y de Estados Unidos. Pero cuidado con los posibles efectos no buscados en incidentes militares colaterales en una zona muy convulsa (Kaliningrado, franja de Suwalki, Repúblicas Bálticas o Polonia) que pudieran activar la defensa colectiva en el marco de la OTAN frente a un ataque a uno de sus miembros.


Cesáreo Rodríguez Aguilera

Catedrático de Ciencia Política, Universitat de Barcelona

La UE debe aplicar las más duras sanciones económicas y financieras inmediatamente y reforzar su dimensión supranacional y, además, puede sugerir a sus Estados miembros que rompan sus relaciones diplomáticas con Rusia. La OTAN debe reforzar su presencia en los países miembros de la misma más cercanos a Rusia y ayudar militarmente a Ucrania desde fuera y en la medida de lo posible, sin arriesgar la paz mundial. En suma, la UE debe pasar de lo anunciado a la acción y poner las bases de una vez para una integración muy superior a la actual.


Marta Rodríguez Fouz

Profesora de Sociología en la Universidad Pública de Navarra, investigadora sobre los problemas de legitimación de la violencia colectiva y su presencia histórica y social.

La UE debe responder ahondando en la vía diplomática, aunque parece ya muerta, y aplicando aquellas sanciones que pudieran tener capacidad para incitar a un repliegue de Rusia. La OTAN, fortaleciendo la presencia militar que pudiera ser intimidatoria o funcionar como dique de contención. Por lo demás, ambas respuestas parecen poco eficaces ante el panorama bélico que se ha abierto con el ataque ruso a Ucrania. En el plano del discurso, la UE se está topando, además, con una justificación rusa de la invasión que resulta muy familiar y, por lo mismo, muy aterradora. Resulta muy familiar porque se habla, por ejemplo, de armas de precisión o del propósito de proteger a la población, cuestiones en suma que
pretenden apuntalar la idea de una guerra sin víctimas inocentes y
legitimada por una violencia previa que pudiera considerarse, desde el
derecho internacional, un motivo justo para la guerra. Con todo, tampoco
creo que haya mayor interés ni expectativa por parte de Rusia de obtener
la legitimación internacional de su invasión. Sí, quizá, la de cuestionar
el relato de condena unánime que cabe esperar de la UE.


Sergio García Magariño

Institute for Advanced Social Research, Universidad Pública de Navarra, investigador sobre radicalización violenta, seguridad colectiva, gobernanza y desarrollo.

Deben tomarse medidas en dos direcciones: una mirando al corto plazo y otra a medio-largo. A corto plazo, debe haber una reacción de rechazo lo suficientemente clara como para disuadir a Rusia de acciones similares en el futuro y a otros actores con intenciones similares. No obstante, la acción militar no debe estar en el tablero porque las consecuencias serían devastadoras. El medio-largo plazo implica la remodelación de la arquitectura institucional global: tenemos normas internacionales claras, pero carecemos de instrumentos políticos efectivos. El interés común y la interdependencia deberían ser los principios rectores de un nuevo sistema de gobernanza mundial que englobe a todos, representativo, con capacidad de coerción. Ya no es un ideal ni un lujo: es cuestión de supervivencia.


Roger Campione

Profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad de Oviedo. Ha investigado sobre normas y problemas de los conflictos armados actuales.

A partir de la violación del derecho internacional constituida por el ataque militar ruso, sería de suma importancia que las instancias internacionales siguieran apostando por la vía diplomática y extremasen el control sobre el cumplimiento del ius in bello, el derecho internacional humanitario, se piense lo que se piense acerca de las razones y las causas de la guerra. Más que la Alianza Atlántica, que en el reciente pasado no ha destacado por ello, es la diplomacia europea, escasamente protagonista en un tablero geopolítico donde se ha resguardado a la sombra de la OTAN, la que podría reivindicar un papel destacado en este sentido, en virtud de su tradición intelectual y sus dramáticas experiencias históricas.

Marta Rodríguez Fouz, Profesora Titular de Sociología, Universidad Pública de Navarra; Cesáreo Rodríguez-Aguilera de Prat, Catedrático de Ciencia Política, Universitat de Barcelona; José Ángel López Jiménez, Profesor de Derecho Internacional Público, Universidad Pontificia Comillas; Rafael García Perez, Profesor Titular de Relaciones Internacionales, Universidad Pablo de Olavide; Roger Campione, Profesor Titula de Filosofía del derecho. Investigador Principal del Proyecto I+D+I «SMARTWAR: Viejas guerras y nuevas tecnologías», Universidad de Oviedo y Sergio García Magariño, Investigador de I-Communitas, Institute for Advanced Social Research, Universidad Pública de Navarra

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

¿Es práctico y ético imponer el pasaporte covid y la vacunación obligatoria?

Responde: Antonio G. Pisabarro De Lucas, catedrático de Microbiología en el Departamento de Ciencias de la Salud y director del Instituto IMAB (Institute for Multidisciplinary Research in Applied Biology-Instituto de Investigación Multidisciplinar en Biología Aplicada) de la Universidad Pública de Navarra (UPNA).

Pixaby /Alexandra_Koch

Tiempo de lectura estimado: 3 minutos

El sistema inmunitario es la mejor herramienta de la que disponemos para defendernos de los agentes causantes de enfermedades infecciosas. Un sistema de varios elementos que ha ido perfeccionándose en un largo proceso evolutivo para defendernos específica y selectivamente de los microorganismos que nos rodean. Un sistema con memoria para responder rápidamente a agresiones futuras, un sistema que se adapta a los cambios de los agentes patógenos. El sistema inmunitario es, pues, una herramienta de presente y de futuro.

Las vacunas, el mejor medio contra las enfermedades infecciosas

Desde que el médico inglés Edward Jenner desarrolló en 1796 el primer procedimiento de vacunación para controlar la viruela, la estimulación selectiva del sistema inmunitario mediante esta práctica ha sido una estrategia esencial en la lucha contra las enfermedades infecciosas y contra las epidemias.

Mediante la vacunación hemos conseguido erradicar la viruela, casi erradicar la polio y controlar otras muchas enfermedades que habían devastado las poblaciones humanas a lo largo de la historia. Una gran parte de nuestro estado de salud actual, de nuestra esperanza de vida en 2022, se la debemos a las vacunas.

No obstante, no debemos confundir un medio exitoso de lucha contra la enfermedad con un fin en sí mismo. Las vacunas actuales contra el virus causante de la covid-19 producen una defensa frente al ataque del patógeno que es, en la inmensa mayoría de los casos, suficiente para que las personas infectadas no desarrollen ninguna enfermedad o, si lo hacen, padezcan solo efectos leves. Las personas vacunadas están muy protegidas frente al agravamiento de los casos que veíamos antes de la disponibilidad de las vacunas.

Por el contrario, las vacunas actuales no evitan que las personas vacunadas puedan infectarse y que sean, incluso, transmisoras de la enfermedad. La vacuna protege a las personas vacunadas. Esto se ha visto claramente en el caso de la variante ómicron y su explosiva expansión en regiones con altas tasas de vacunación. En este contexto hay que valorar dos asuntos: la vacunación obligatoria y el pasaporte covid. ¿Son éticos? ¿Son prácticos?

Se siguen dando pasos hacia la implantación de la vacunación obligatoria en algunos países de la Unión Europea y en otras regiones del mundo. También hacia el uso obligatorio del pasaporte covid para el acceso a locales comerciales, de ocio e, incluso, para poder trabajar.

La obligatoriedad de la vacunación y del uso del pasaporte covid plantea, por otra parte, un debate sobre aspectos morales y prácticos de ambas medidas que es independiente del suscitado, en contra de una abrumadora evidencia, en torno a la efectividad de la vacunación en general y del uso de esta estrategia para la lucha contra el coronavirus en particular. Es posible ser firme defensor de la vacunación a la vez que opositor a la imposición omnímoda de vacunas o pasaportes de vacunación. La realidad social es mucho más compleja que una serie de simples dicotomías.

¿Es ética la vacunación obligatoria?

Desde el punto de vista ético, es discutible que lo sea obligar a personas adultas en dominio de sus facultades a someterse a tratamientos o prácticas médicas en contra de su voluntad. La vacunación frente al coronavirus, en cualquier caso, supone la agresión física inherente a una inyección y la administración en el cuerpo del vacunado de un producto extraño a él.

Puesto que el principal efecto de estas vacunas es la protección del vacunado, podemos intentar persuadir a la población en general y a las personas en particular para que se protejan. Pero no debemos obligar a nadie a que lo haga. Por el contrario, es fundamental respetar la libertad de equivocarse y respetar que cada uno sea responsable de sus decisiones.

Se podría argüir que la obligatoriedad de la vacunación se basa en su efecto sobre la salud pública ya que permite controlar la epidemia y que, por tanto, está destinada a preservar ese bien mayor. Es cierto que estas vacunas previenen el agravamiento individual de la enfermedad (lo que es fácilmente observable). Con ellas, la disminución del número de casos graves y muy graves alivia la presión sobre el sistema de salud pública.

Sin embargo, los datos actuales muestran que las vacunas disponibles contra el coronavirus SARS-Cov2 no evitan el contagio ni la transmisión del virus, sino que, en todo caso, lo limitan y ralentizan. Por tanto, su efecto sobre la dinámica general de la epidemia es muy limitado y no justifica la limitación de derechos individuales asociada a una vacunación obligatoria.

Es importante recordar que esta no es una característica común para todas las vacunas. Hay otras en las que los efectos de prevención de la infección y del contagio son mucho mayores. Por eso, no es correcto hacer generalizaciones sobre la vacunación como estrategia general: cada enfermedad infecciosa y cada vacunación tiene sus características particulares.

¿Por qué otras vacunas sí son obligatorias?

También se podría argüir la obligatoriedad de otros tipos de vacunas como la de la fiebre amarilla en muchas zonas tropicales, la de la meningitis para los peregrinos a La Meca o las del calendario infantil de vacunación. Sin embargo, estas comparaciones no son adecuadas en este caso.

En el primero de los casos se trata de la obligatoriedad de la vacunación para quien quiera ingresar en las zonas en las que el virus es endémico. No para los residentes en esas zonas. Por otra parte, las características de la enfermedad y la eficacia de la vacuna contra la fiebre amarilla no son comparables a las de la covid-19 y su vacuna.

En el segundo caso, solo es necesario contemplar las imágenes de las aglomeraciones que se producen en las peregrinaciones para comprender la dificultad de mantener una mínima distancia social. Por otro lado, el sistema legal y de derechos en Arabia Saudí es diferente del de la Unión Europea.

Por último, el calendario vacunal infantil no es obligatorio en España. Sin embargo hay un calendario de vacunación recomendado que se explica a los padres por los pediatras. La responsabilidad de los progenitores hace que la inmensa mayoría de los niños españoles reciban su programa de vacunación. Esto muestra que apelar a la responsabilidad es una medida muy eficaz para lograr fines relevantes de salud pública.

De hecho, la apelación a la responsabilidad y protección individual han llevado a las altas tasas de vacunación en pauta completa en España sin necesidad de ninguna implantación obligatoria.

Las deficiencias del pasaporte covid

Llamamos pasaporte covid (o certificado covid digital) a un documento que informa sobre si se está vacunado contra la enfermedad, se ha realizado una prueba con resultado negativo o se ha superado la covid-19.

Se trata de un documento organizado por la Unión Europea como parte de su respuesta al coronavirus y, más concretamente, para garantizar la movilidad de las personas entre los países de la Unión.

Por eso, su uso para regular el acceso a otros lugares conlleva varios problemas. El uso del pasaporte covid en la vida diaria presenta un catálogo de deficiencias tan amplio que hace imposible que el Estado pueda implantar su uso obligatorio con suficientes garantías.

En primer lugar, se trata de un documento no solo fácilmente falsificable sino, también, difícilmente verificable ya que no es razonable esperar que todos los establecimientos tengan lectores QR conectados a un servidor seguro que autentifique la veracidad del certificado.

Más aún en un país como España donde la gestión de la vacunación está descentralizada, por lo que sería necesario coordinar los distintos servidores de manera suficientemente ágil como para ser operativa.

Por otra parte, las personas que controlan la presentación obligatoria del pasaporte no tienen, en general, ninguna autoridad para solicitar la información personal y sanitaria que contiene el pasaporte.

Además, el pasaporte covid tiene una validez limitada. La Unión Europea ha puesto en marcha desde el 1 de febrero nuevas normas sobre la validez del mismo y la coordinación de los viajes en la UE que limita la validez del certificado a nueve meses, a partir de la última dosis de vacunación.

Por último, debemos recordar que el pasaporte no garantiza que su portador no pueda ser portador o transmisor del virus porque la vacunación no protege contra la infección o el contagio. Por todo ello, el pasaporte como documento puede aportar, en algunas ocasiones, la falsa seguridad administrativa de que la persona está vacunada y que no contagia. Pero no aporta certeza real sobre su estado de contagio y su capacidad de contagiar. Además, en los casos en los que una persona dé positivo en un test de autodiagnóstico, el certificado covid no se actualizará si no se comunica a las autoridades sanitarias.

Lecciones de la historia de las epidemias

Una lección básica del manejo de riesgos en situaciones de pandemia es que hay que hacer todo lo posible para que la población tenga confianza en las autoridades sanitarias. Para ello, las medidas deben ser claras y estar claramente explicadas, con sus fortalezas y debilidades.

En situaciones de crisis, el pánico o la desconfianza hacen más compleja la situación. En la época actual, el pánico y la desconfianza se magnifican por el impacto de las redes sociales y de las informaciones sensacionalistas de gobiernos y medios de comunicación.

La experiencia histórica indica que la educación, la información y la responsabilidad son armas más eficientes que la propaganda, el rumor conspirativo y la imposición arbitraria a la hora de controlar las epidemias.

En este sentido, es importante comunicar claramente a la sociedad que la vacunación actual frente a la covid-19 es fundamental para prevenir el agravamiento individual de la enfermedad y que esta protección individual contra la enfermedad tiene una gran importancia social al disminuir el número de casos graves y muy graves que ayudarán a aliviar la presión sobre el sistema de salud pública. Y la salud pública es responsabilidad de todos.

Antonio G. Pisabarro, Catedrático de Microbiología, Departamento de Ciencias de la Salud, Instituto de Investigación Multidisciplinar en Biología Aplicada, Universidad Pública de Navarra

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

 

 

Por qué la comunicación en tiempo real no es posible fuera de la Tierra

Ignacio del Villar Fernández, profesor titular del Departamento de Eléctrica, Electrónica y de Comunicación de la Universidad Pública de Navarra.

Shutterstock / ZinetroN

Tiempo de lectura estimado: 4 minutos

Los seres humanos se comunican entre sí de dos formas. La primera es la misma que utilizan otros animales: la emisión de ondas sonoras. Sin embargo, estas son lentas y no se propagan más de unas pocas decenas de metros debido a la atenuación que introduce el aire. De ahí que hayamos buscado desde tiempos antiguos alternativas para la comunicación a largas distancias. Señales de humo, banderas y espejos fueron algunas soluciones, aunque ineficientes en cuanto a la cantidad de información que podían transmitir. Las cartas permitían transmitir muchos más datos, pero eran muy lentas.

Ilustración de un telégrafo óptico de Chappe.
Wikimedia Commons, CC BY

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El gran salto se produjo con el progresivo dominio de las ondas electromagnéticas. En 1791 Claude Chappe inventó el telégrafo óptico, un sistema con el que se podía transmitir un símbolo cada dos minutos entre París y Lille, separados entre sí 230 km. Sin embargo, este dependía de las condiciones climáticas y no funcionaba de noche.

En 1837 se implementó el telégrafo eléctrico, obra de William F. Cooke y Charles Wheatstone. En pocos años se logró comunicar Estados Unidos de este a oeste y, posteriormente, se consiguió transmitir a través del océano mediante cables submarinos.

En 1901, Guglielmo Marconi desarrolló experimentos sobre telegrafía inalámbrica cruzando todo el Océano Atlántico.

El nacimiento de la sociedad de la información

Ya en los siglos XX y XXI la aplicación de fibra óptica y la tecnología inalámbrica moderna han conducido a la creación de la sociedad de la información, donde nos podemos comunicar unos con otros en tiempo real.

Todo esto es posible porque las ondas electromagnéticas se transmiten de forma mucho más rápida que las sonoras. El sonido, aún en condiciones óptimas a través de diamante, alcanza una velocidad 10 000 veces inferior que con ondas electromagnéticas transmitidas por aire o fibra óptica.

Un parámetro que permite evaluar la calidad de las comunicaciones es el tiempo de ida y vuelta (en inglés, round-trip time, RTT). Es decir, el tiempo que transcurre desde que un emisor transmite un mensaje a un destinario hasta que le llega de vuelta la respuesta. Este se puede aproximar a 2 veces la separación entre los interlocutores dividido por la velocidad de propagación de la señal.

Los ingenieros y científicos definen valores de RTT de alrededor de 200 milisegundos como umbral de calidad en la comunicación en tiempo real. Si tenemos en cuenta que la velocidad del sonido por el aire es de 340 m/s, y que el RTT no debe superar los 200 ms, podemos deducir que la distancia para una conversación entre dos personas no debe exceder los 34 metros. Un valor lógico si tenemos en cuenta que las comunicaciones sonoras están pensadas para hablar entre personas cercanas.

En cuanto a las señales electromagnéticas, hoy en día se pueden propagar a través de medios guiados e inalámbricos con valores en torno a 2×10⁸ m/s, similares a la velocidad de la luz (en el caso de la fibra óptica es luz lo que se trasmite).

Para esta velocidad, si queremos no superar el RTT de 200 ms, la separación entre dos interlocutores no debe exceder los 20 000 km. Justo la distancia más grande entre cualesquiera dos puntos de la superficie terrestre.

En otras palabras, la velocidad de propagación de las ondas electromagnéticas es la adecuada para comunicarnos en tiempo real entre todos los habitantes de la Tierra.

. Tendríamos que esperar 8,4 años para recibir una respuesta de un hipotético interlocutor en un planeta que rote alrededor de la estrella más cercana a la Tierra, Proxima Centauri-
ESA/Hubble / NASA

¿Y qué pasa con la comunicación interplanetaria?

Para la Luna, que dista de la Tierra 384 000 km, el RTT aumenta hasta varios segundos. Este es un valor inaceptable para muchas de las aplicaciones que utilizamos en nuestra sociedad de la información. Para planetas, el RTT alcanza los minutos. No digamos ya para la estrella más cercana, Proxima Centauri, situada a 4,2 años luz. Su RTT es de 8,4 años. Tendríamos que esperar más de dos olimpiadas para recibir una respuesta de un hipotético interlocutor en un planeta que rote alrededor de esta estrella.

La velocidad de la luz tendría que aumentar drásticamente para lograr obtener comunicación interplanetaria o interestelar. Por el contrario, si la velocidad de la luz fuera menor no sería posible comunicar dos puntos de la Tierra sin correr el riesgo de que el RTT supere los 200 ms. En otras palabras, la comunicación terrestre en tiempo real ya no sería posible y la sociedad de la información colapsaría.

Por ejemplo, si la velocidad de propagación de la luz en fibra fuera de 2×10⁷ m/s en lugar de 2×10⁸ m/s, el RTT entre Buenos Aires y Seúl (separados por casi 20 000 km) aumentaría de 200 ms a 2 segundos. Esto implicaría tener que estar esperando cada vez que hable alguien, mientras que aplicaciones más exigentes como la cirugía remota o los videojuegos interactivos no podrían afrontar este incremento de tiempo.

La velocidad de las ondas electromagnéticas es suficiente para que los seres humanos nos comuniquemos en tiempo real entre dos puntos cualesquiera de la Tierra, pero insuficiente para que lo sigamos haciendo conforme nos alejamos de ella. La sociedad de la información solo es posible en planetas cuyo diámetro no sea mayor que el diámetro de la Tierra y solo un animal como el ser humano, capaz de controlar la propagación de señales electromagnéticas, puede beneficiarse de esta tecnología.

Esta paradójica coincidencia apunta hacia cuestiones como el ajuste fino del universo o el principio antrópico, a la vez que abre el camino a más reflexiones.

Una es por qué la evolución del ser humano ha convergido con el desarrollo de la sociedad de la información en un planeta como la Tierra. El RTT de 200 ms, considerado adecuado para aplicaciones en tiempo real, es válido porque nuestro cerebro, combinado con otras partes de nuestro cuerpo como los ojos y oídos, reacciona a diferentes estímulos con tiempos de respuesta que se ajustan a ese valor.

Además, este RTT es fruto de muchos años de evolución, y el diámetro de la Tierra también ha sido el resultado de la expansión del universo. El tercer parámetro, la velocidad de la luz, se combina con el RTT y el diámetro de la Tierra hacia la creación de la sociedad de la información, que básicamente consiste en muchos seres humanos interactuando entre sí en tiempo real en la superficie de nuestro planeta.

Otra reflexión se refiere al sentido de colonizar planetas cuando no es posible comunicarse con ellos en tiempo real. ¿Podremos en el futuro superar la velocidad de la luz?

Ignacio Del Villar Fernández, Profesor Titular de Tecnología Electrónica, Universidad Pública de Navarra

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

La luz no sube solo en España, sube en toda Europa

Mar Rubio-Varas, profesora titular del Departamento de Economía y directora del Instituto Inarbe (Institute for Advanced Research in Business and Economics) de la Universidad Pública de Navarra.

Foto de Pok Rie en Pexels

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2021 cerró con los precios más altos de la electricidad en la historia de España. En los últimos meses, el precio del MWh se ha convertido en un dato fijo del telediario. Sin embargo, nadie recuerda el precio medio de hace un año: 28,5€/MWh en febrero de 2021. Entonces, no era noticia.

Precios de la electricidad en España 1998-2021
Precios de la electricidad en España 1998-2021.
OMIE

Se debe hablar más bien de los precios más altos de la electricidad de la historia europea, puesto que es un fenómeno paneuropeo. En 2021, los precios mayoristas de la electricidad en la Unión Europea (UE) se dispararon y la mayoría de los países experimentaron niveles récord en el tramo final del año. Detrás de este súbito incremento se encuentran una combinación de diversos factores estructurales, coyunturales y fortuitos.

Entre los factores estructurales, muchos analistas incluyen el mecanismo marginalista de fijación de precios en la UE y el escaso margen de maniobra de un mercado eléctrico escasamente integrado.

Los factores coyunturales son los ligados al aumento de la demanda por la recuperación económica pospandémica, que empuja a su vez los precios del gas natural, del carbón y de los derechos de emisión.

A todos estos se suman también factores fortuitos como la falta de viento en Europa durante muchas semanas seguidas o la parada de un tercio de los reactores nucleares de Francia a raíz del descubrimiento de un potencial problema en sus instalaciones. A mediados de diciembre de 2021, 17 de los 56 reactores franceses estaban parados, forzando los mayores niveles de importación de electricidad de la historia francesa y poniendo al límite las interconexiones con los países vecinos.

Precios medios mensuales de la electricidad al por mayor

Crisis, las de antes

Los más agoreros hablan ya de crisis energética y algunos se atreven a vaticinar que estamos a las puertas de una crisis económica comparable con la de los años 70 del siglo pasado. El aumento en los precios de la electricidad en Europa sería solo la punta del iceberg de la escasez de suministros energéticos a nivel mundial mundial. Los datos, sin embargo, no avalan tales afirmaciones.

Ni el petróleo ni el gas natural están en precios máximos históricos. Ambos están muy lejos de los máximos que se marcaron en 2008, justo antes de hundirse debido a la crisis económica desatada por la crisis financiera. Y también están lejos de los máximos de la última década.

Si bien es cierto que desde marzo de 2020 los precios de los combustibles vienen marcando una tendencia alcista, acompañando a la recuperación económica y al recorte de suministro ruso (un 25% menos a Europa en el cuarto trimestre de 2021 respecto al mismo periodo de 2020), el actual nivel de precios de los combustibles fósiles no invita a pensar en una crisis energética global.

Precios internacionales del gas natural (eje izquierdo, verde) y petróleo (eje derecho, azul) 2012-2022

Precios internacionales del gas natural y petróleo 2012-2022
Precios internacionales del gas natural (eje izquierdo) y petróleo (eje derecho)
2012-2022.

Tradingeconomics.com

El riesgo está en el petróleo

Pero ¿podría la escalada de los precios de la electricidad provocar una crisis económica de las proporciones que tuvo la crisis del petróleo hace 50 años? La respuesta pasa por comprender la estructura del consumo energético.

Aunque tengamos la sensación de que la electricidad es la principal forma de energía que utilizamos y de la que más dependemos, lo cierto es que no alcanza el 20 % del consumo final de energía, frente al 40 % que sigue representado el petróleo.

En 1973, cuando los precios del petróleo sufrieron el alza que desencadenó la peor crisis económica de la segunda mitad del siglo XX, el petróleo representaba casi la mitad del consumo final de energía del mundo. Es por eso por lo que la subida del precio de los combustibles derivados del petróleo sigue siendo, aún hoy, un fuerte desestabilizador de economías (para muestra, véase lo que está pasando en Kazajistán).

Deberíamos hablar de crisis eléctrica en Europa en lugar de hablar de crisis energética. Igual que deberíamos referirnos a la subida en el precio de la electricidad en lugar del alza del precio de la energía, como hacen los medios a diario. El precio de la electricidad no genera revueltas ni paraliza la actividad económica en Europa (todavía).

Consumo de energía final por fuente, 1973-2018

Consumo de energía final por fuente, 1973-2018
Consumo de energía final por fuente, 1973-2018.
IEA

Incertidumbre eléctrica

Soy consciente de que a una buena parte de los lectores estas disquisiciones le parecerán banales frente a su factura de la luz. Lo que quieren saber es si la electricidad seguirá o no marcando máximos en los próximos meses. Es difícil de aventurar puesto que los factores estructurales, coyunturales y fortuitos que ya hemos enumerado siguen en marcha.

Si el invierno es frío, los precios seguirán en máximos.

Si no sopla el viento, también.

Si Rusia invade Ucrania, el precio del gas subirá.

Si el precio del gas en los mercados internacionales sigue al alza, los precios de la electricidad lo reflejarán sin duda.

Si más reactores franceses tienen que entrar en parada no programada, las interconexiones europeas podrían alcanzar su límite y forzar apagones en Francia y, a la vez, empujar los precios al alza en toda Europa.

Pero, al mismo tiempo, la demanda eléctrica de primavera es menor que la invernal y las rutas marítimas están abarrotadas de buques llenos de gas para Europa. Puede que ya hayan quedado atrás las peores semanas.

Estrechando lazos

Ante este escenario, muchas voces abogan porque España gane independencia energética cuando el país es prácticamente una isla eléctrica.

La Unión Europea recomienda que la capacidad mínima de interconexión entre países sea de al menos el 10 % de la capacidad de generación instalada en cada uno de ellos.

España es el único país de la Europa continental que no alcanza este umbral (los intercambios de electricidad internacionales en 2020 no llegaron al 3 %).

Ratio de Interconexión eléctrica Europea
Ratio de Interconexión eléctrica Europea.
ENTSO-E vía REE

Tener más y mejor acceso al sistema eléctrico europeo, uno de los más robustos y seguros del mundo, aumenta la seguridad y continuidad del suministro. Además, incrementa la eficiencia de los sistemas interconectados, aprovechando la generación más barata de entre las disponibles, al permitir que la energía sea transportada desde donde cuesta menos hasta donde es más cara. También aumenta la competencia, en tanto que las importaciones de energía de otros países requieren de agentes que hagan ofertas más competitivas y logren que sean aceptadas, lo que trae consigo una reducción en el precio mayorista de la electricidad.

Interconexiones eléctricas transfronterizas en Europa
Interconexiones eléctricas transfronterizas en Europa.
Asociación europea para la cooperación de operadores de redes de transporte de electricidad (ENTSO-E)

Dado todo lo anterior, las interconexiones juegan un papel clave en la integración de los mercados eléctricos y serán una de las maneras en las que, en el futuro, los precios de la electricidad volverán a su cauce.

En lo más inmediato, en las semanas que quedan de este invierno, es probable que se vuelvan a observar máximos históricos puntuales en los precios mayoristas de electricidad en España y en Europa. Pero, también, podría haber pasado ya lo peor de esta crisis de precios.

En cualquier caso, los datos disponibles de precios y estructura del consumo energético actual descartan que nos encaminemos, en el corto plazo, a una crisis energética global al estilo de la de los años 70 del siglo XX.

Mar Rubio Varas, Profesora titular de Historia e Instituciones Económicas. Subdirectora del Institute for Advanced Research in Business and Economics (INARBE), Universidad Pública de Navarra

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

¿De qué depende la calidad de la carne?

María José Beriain Apesteguia, catedrática de Nutrición y Bromatología en el Departamento de Agronomía, Biotecnología y Alimentación de la Universidad Pública de Navarra e investigadora del Instituto ISFOOD – Institute for Innovation & Sustainable Development in Food Chain de la Universidad Pública de Navarra (UPNA)

Foto de mali maeder en Pexels

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La obtención de carne encierra un complejo conjunto de factores que interactúan a lo largo de toda la cadena alimentaria. El resultado es un amplio abanico de carnes muy diversas en su calidad y precio como sucede en otros sectores, como por ejemplo el vinícola, en el que el consumidor diferencia vinos del año de un reserva.

En este sistema complejo intervienen aspectos tanto productivos como tecnológicos. Así, el ganadero debe orientar sus esfuerzos a la producción de animales con la adecuada composición tisular dependiente de la raza, edad y alimentación.

Por otra parte, los tratamientos posteriores al sacrificio como la maduración en las cámaras de refrigeración confieren una serie de modificaciones en las características sensoriales que mejoran la calidad de la carne. Producen un ablandamiento progresivo, un incremento de la jugosidad y el desarrollo de los aromas característicos.

La carne con periodos de maduración de varios meses en condiciones controladas o los productos cárnicos procesados (jamón) desarrollan una microbiota específica que forma metabolitos con propiedades saludables (probióticos) aún no conocidos suficientemente. Se deben realizar más estudios con inclusión de biomarcadores relacionados con la ingesta de carne y derivados para conocer la contribución saludable de estos metabolitos a nuestra dieta.

Investigación e innovación

Es incuestionable que el sector cárnico es uno de los sectores agroalimentarios más poderosos. La actividad investigadora permite obtener el conocimiento necesario para su continua innovación. Congresos y conferencias internacionales sirven como punto de encuentro del sector empresarial, Administración y universidades y centros de investigación dedicados a la investigación de la ciencia y la tecnología de la carne.

El creciente interés por una alimentación saludable ha dado lugar a que la carne y los productos cárnicos no sólo se empleen para proporcionar los nutrientes necesarios. Además, se espera que tengan funciones adicionales para prevenir enfermedades y mejorar la salud y el bienestar de los consumidores.

Conservación de la biodiversidad animal

También es importante tener en cuenta que la producción ganadera se sustenta en numerosas razas de ganado repartidas por todo el mundo. De ellas, el 30 % están en riesgo de extinción. Son indispensables para conservar la biodiversidad animal y mantener el medio rural, social y ecológico de nuestro planeta.

Los ganaderos de razas autóctonas españolas de vacuno de carne se acogieron al Régimen de Denominaciones de Origen y Denominaciones Genéricas y Específicas con el fin de hacer posible la diferenciación de las carnes que por sus características raciales y de producción presentan una elevada calidad.

En Navarra, la raza bovina Pirenaica, autóctona de la zona, está presente en el 85-90 % de las granjas de la IGP (Indicación Geográfica Protegida) Ternera de Navarra, según ha confirmado la secretaria técnica de la IGP Ternera de Navarra, Carmen Díaz de Cerio.

Ejemplares de vacas pirenaicas pastando.
Shutterstock / Revelados.Info

Carne vegetal y de laboratorio

Los nuevos alimentos sintetizados en biorreactores mediante cultivos celulares para obtener la llamada “carne de cultivo” o a partir de impresoras 3D no se corresponden con la carne tradicional resultado del complejo proceso señalado más arriba.

Existen aportaciones científicas que indican que la “carne cultivada” requiere fármacos y hormonas cuyo impacto en la salud a largo plazo se desconoce. Si bien en la cría de animales pueden usarse antibióticos si sufren alguna patología, la carne siempre debe cumplir la misma normativa en cuanto a los residuos de estas sustancias en el momento de consumo. Este aspecto no está normalizado en el caso de la “carne de cultivo”.

También se fabrican productos de origen vegetal, principalmente derivados de leguminosas y cereales, que tratan de imitar los tradicionales de origen animal. Muchas veces son sucedáneos sintéticos a los que se añade un gran número de aditivos para tratar de asemejarse al sabor y la textura a los derivados de la carne.

La definición de carne de consumo viene recogida en el Código Alimentario. Allí se deja bien claro qué es carne y qué no lo es. ¿No sería más riguroso y objetivo dejar de llamar carne con apellido “vegetal” o “de cultivo” a estos nuevos materiales comestibles y crear un nuevo nombre para identificar esta nueva línea de productos alimentarios?

En busca de una dieta equilibrada y sostenible

El planeta se halla bajo estrés por acumulación de gases contaminantes, el aumento del consumo de agua y el uso abusivo de tierras y bosques. Seleccionar los alimentos de forma sostenible para seguir una dieta saludable contribuye a reducir el impacto y preservar el medio ambiente.

En el 2050, la población mundial alcanzará 9 700 millones personas, lo que requerirá un incremento del 50 % más de alimentos agrícolas. Por ello, está siendo necesaria la búsqueda de proteínas alternativas a la carne provenientes de otras fuentes como vegetales, insectos, algas, hongos…

Sin embargo, para paliar los problemas globales de salud pública basados en deficiencias nutricionales en el caso de algunos minerales (hierro, yodo, zinc) y vitaminas (como la A, la D, la B12, folato), es necesario que las fuentes proteicas de elevado valor biológico aporten estos macro y micronutrientes para garantizar una dieta equilibrada.

¿Con qué herramientas contamos para garantizar alimentos de origen animal para una dieta equilibrada y sostenible? La respuesta y solución posible podrá surgir de diferentes ámbitos. Algunos de ellos son la biotecnología agrícola, el bienestar animal, la mejora genética, los sistemas de producción y evaluación de la huella ambiental, la producción ecológica y la disminución del desperdicio de alimentos.

Necesitamos, por tanto, trabajar y colaborar para dotar de nuevos alimentos que cubran las necesidades nutricionales de las personas que habitamos el planeta y, al mismo tiempo, adaptar los sistemas productivos actuales para hacerlos más sostenibles.

María José Beriain Apesteguia, Catedrática de Nutrición y Bromatología, Universidad Pública de Navarra

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.