¿Es la energía de fusión la respuesta a nuestros problemas energéticos?

José Basilio Galván Herrera, profesor del área de Ingeniería de Sistemas y Automática del Departamento de Ingeniería de la Universidad Pública de Navarra y con experiencia en la división de fusión nuclear del CIEMAT.

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Nuestro planeta tiene problemas de energía. Dependemos en gran medida de la tecnología que nos rodea y, sin embargo, los recursos energéticos con los que contamos son insuficientes: necesitamos urgentemente generar energía sana, libre de emisiones de carbono y a gran escala. Y es ahí, donde surge la gran pregunta: ¿es la energía de fusión la solución a nuestros problemas? José Basilio Galván Herrera, profesor del área de Ingeniería de Sistemas y Automática de la Universidad Pública de Navarra y con experiencia en la división de fusión nuclear del CIEMAT, analiza el presente y el futuro más inmediato de la energía de fusión y nos sumerge en las entrañas del ITER (International Thermonuclear Experimental Reactor), uno de los mayores y más caros experimentos científicos a nivel internacional.

¿Por qué hay tanta confianza depositada en la energía de fusión?
Si seguimos emitiendo gases de efecto invernadero a este ritmo, las consecuencias pueden ser horrorosas, como la subida del nivel del mar, la desertificación de grandes zonas o inmensas migraciones. Si conseguimos tener un reactor de fusión nuclear operativo (quedan años para ello), apoyándonos también en otro tipo de energías como la eólica, la solar o la geotérmica, podríamos tener un pull de energías relativamente limpias capaz, no ya de salvarnos del cambio climático, que ya está aquí, sino de lograr que el desastre no sea tan “desastroso”.

¿Es entonces la energía de fusión la solución?
Sinceramente, no lo sabemos todavía. Llevamos ya casi 70 años tratando de demostrar que es posible tener una reacción de fusión nuclear controlada y que dé energía. Sabemos hacer fusión nuclear de forma descontrolada (la famosa bomba H, mucho más potente que la bomba atómica), pero lo que se está tratando de lograr desde los años 50 es controlar esa reacción y mantenerla en el tiempo.

¿Y qué papel juega en ese reto el ITER?
El ITER es el mayor y más poderoso dispositivo de fusión nuclear por confinamiento magnético ideado para demostrar la viabilidad de la fusión como fuente de energía a gran escala y libre de emisiones de carbono. Comenzaron a construirlo en los 90, al sur de Francia, en Cadarache, son más de 35 los países que colaboran en él y, con una inversión prevista de 24.000 millones de euros, es uno de los experimentos científicos más caros de la historia. Esperamos que el ITER sea la última máquina de investigación que demuestre que se puede conseguir energía utilizando fusión nuclear de manera controlada.

En cierto modo, el objetivo del ITER es imitar la manera en la que el Sol genera energía. ¿Es posible recrear un sol en la Tierra?
No, porque nos quemaríamos. El Sol es capaz de generar energía de fusión porque, al tener mucha masa, atrae las partículas y las concentra mediante la gravedad (confinamiento gravitatorio), algo que no podemos hacer nosotros. Hay diversas propuestas, pero la que ofrece más esperanzas es la del confinamiento magnético que consiste en poner grandes campos magnéticos que mantengan esas partículas cargadas y concentradas y, aunque alcancen grandes velocidades, no se separen, con el fin de hacerlas chocar. El problema actual es que ese campo magnético termina desestabilizándose muy rápidamente debido a la presencia de partículas cargadas. Hace 70 años que intentamos solucionar ese problema y conseguir un campo magnético que se mantenga estable en esas condiciones.

¿Qué diferencia la energía de fusión con la de fisión, la que comúnmente conocemos como energía nuclear?
Para generar energía, en la de fisión tenemos que disparar contra los núcleos para romperlos, algo relativamente sencillo. En la de fusión, lo que debemos hacer es calentar los núcleos y hacer que se muevan muy deprisa, ya que, al estar cargados positivamente, tienden a repelerse. El reto es que, a pesar de esa repulsión, calentándolos, se acerquen, choquen, formen núcleos más pesados y conviertan parte de su masa en energía. El problema es el mantenimiento en el tiempo. Esto lo podemos conseguir un momento: es la bomba de hidrógeno. Pero el problema es tenerlos confinados moviéndose a miles de kilómetros por segundo sin que se vaya cada uno por su cuenta.

¿Es más segura la energía de fusión que la de fisión?
Por supuesto, es mucho más segura ya que, cuando se descontrola, se para, de modo que no provoca accidentes graves como los de Chernobyl o Fukushima. Además, produce 5 o 6 veces más energía que la fisión nuclear y la basura radiactiva es mucho menor. La basura radioactiva de la de fisión es muy peligrosa, altamente radiactiva y con medias de vida de hasta 100.000 años. La fusión nuclear, en cambio, produce algo de material radioactivo, pero de menor intensidad y con una vida media de decenas de años o de cien años a lo sumo, algo que sí somos capaces de gestionar.

¿Para cuándo se prevé alcanzar resultados reales en la generación de energía de fusión?
Hay una pequeña broma entre los físicos que dice que el momento de tener fusión nuclear controlada es una constante en el universo: siempre es dentro de 25 años. Ahora se dice dentro de 15. Parece que se acorta…

Sea como sea, aún cuando el experimento sea un éxito, todavía quedará camino por hacer…
Sí, y mucho, porque, una vez que logremos estabilizar el campo magnético y confirmar la tesis de que sí es posible generar energía a partir de la fusión, todavía nos quedará diseñar un prototipo de reactor nuclear y, posteriormente, reactores de fusión nuclear comerciales y hacerla accesible. Se estima que los experimentos de fusión, ya con material de deuterio y tritio, se produzcan en el 2035, pero todavía quedará recorrido hasta lograr diseñar una red comercial capaz de generar esta energía inagotable y libre de emisiones.

 

Descubre más sobre este tema escuchando el podcast ¿Es la energía de fusión la respuesta a nuestros problemas energéticos? en Ciencia al punto, el podcast de divulgación científica de la UPNA.

Más información:

Historia de un átomo, de Lawrence Krauss, Editorial Laetoli. No trata de la fusión nuclear por confinamiento magnético, sino que es la “historia” del nacimiento de un átomo de Oxígeno (como cualquiera de los que respiramos o forma parte de nuestro cuerpo) a partir de los átomos primigenios de Hidrógeno procedentes del Big Bang. Se explican las sucesivas fusiones de átomos en el corazón de diferentes estrellas hasta llegar a formarse el átomo de Oxígeno protagonista de la historia. Es aconsejable para quienes quieran tener información de lo que es la fusión nuclear y su funcionamiento en el interior de las estrellas.

– Para saber más del ITER, lo más conveniente es acudir a su página web oficial. Es una página muy completa en la que se puede encontrar desde información básica sobre fusión nuclear hasta la presentación del ITER y el estado actual del proyecto.
– Aunque el ITER es el proyecto más prometedor para conseguir energía de fusión nuclear viable, no es el único. Para saber más sobre otros proyectos, se puede acudir a un artículo de la revista Investigación y Ciencia (enero de 2017): La fusión alternativa.

– También, en la revista Investigación y Ciencia (mayo de 2010), podemos encontrar el artículo Las dificultades de la fusión nuclear. Trata de las dudas que persisten sobre la viabilidad de este tipo de energía.

– Para los forofos de Asimov, en Más cuentos de los Viudos Negros aparece el cuento Los tres números, una historia de misterio (no de ciencia ficción) basada en un problema de investigación sobre fusión nuclear controlada en el que ya entonces (1974) se habla de la necesidad de tener pronto este tipo de energía. Como se suele decir: “vamos tardados”.

Erradicar la pobreza requiere capacidad, voluntad y la mayor movilización de la historia

Responde: Sergio García Magariño, investigador del Instituto I-Communitas (Institute for Advanced Social Research-Instituto de Investigación Social Avanzada) de la Universidad Pública de Navarra (UPNA).

Imagen de David Mark en Pixabay

El desarrollo social y económico, desde mediados del pasado siglo, se ha ido consolidando como el emprendimiento multidisciplinar más ambicioso que se ha impuesto la humanidad a sí misma, ya que tiene por fin la erradicación de la pobreza, en todas sus dimensiones, y el avance hacia un mundo próspero, justo, sostenible y pacífico para todos.

Esta afirmación inicial parece una evocación poética, mística, metafórica; sin embargo, constituye un enunciado descriptivo del significado de un campo de acción y de estudio que no puede condensarse en una sola disciplina.

Esta esfera de empeño, que tras 70 años ha traído múltiples mejoras al mundo pero que no ha logrado sus fines –a pesar del ingente número de recursos humanos y financieros dedicados a la tarea–, vuelve a ser vital, puesto que la pandemia amenaza, según los cálculos de la misma ONU, con un resurgimiento de la pobreza extrema en zonas donde ya había desaparecido.

El recientemente fallecido Dr. Farzam Arbab, bahaísta de origen iraní pero formado en física de partículas en Estados Unidos, dedicó gran parte de su vida en Colombia, a través de la Fundación para la Aplicación y Enseñanza de las Ciencias que instituyó, tanto al empoderamiento de los campesinos y de la gente común para hacerse cargo de su desarrollo como al pensamiento del desarrollo como área interdisciplinar.

Con motivo del lanzamiento de un documental titulado Labradores de esperanza, que pretende honrar su legado, este artículo explora brevemente algunas de las que pueden ser consideradas sus principales contribuciones y que parecen ser cruciales para avanzar inexorablemente hacia el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Un marco que guíe el aprendizaje, el discurso y la acción

El mundo del desarrollo, desde sus orígenes, a fin de dotar de coherencia y rigor a sus propuestas, se fundamentó, en primer lugar, en teorías descriptivas de cómo se produce el desarrollo —modernización, dependencia, sistemas mundiales— que también prescribían las políticas para lograrlo y, en segundo, en ideologías totalizantes que aspiraban a transformar integralmente la vida política, económica y social. Los científicos sociales también buscaban modelos rigurosos.

El Dr. Arbab, consciente de la necesidad de aprender sistemáticamente de la acción, por un lado, de recurrir a la ciencia, por el otro, y de no caer presos de modelos cuantitativos que parecen precisos, pero que en realidad esconden rigidez, planteó la necesidad de que los actores del desarrollo operaran bajo un marco conceptual evolutivo, donde los enfoques y métodos, convicciones, valores y principios que resultasen más efectivos en la práctica pudieran acumularse y orientar a todos los protagonistas de esta empresa mundial con anclaje local.

La generación del conocimiento, eje del desarrollo

Un elemento fundamental del marco conceptual reside en la noción de que la generación de conocimiento –así como su aprendizaje, aplicación y difusión– ha de ser el principio motriz del desarrollo.

En otras palabras, se debe reemplazar a la economía como proceso central de la existencia social por la generación de conocimiento y el aprendizaje acerca del desarrollo. De este modo, la economía en sí se volvería un ámbito de aprendizaje y se podría abordar como un tema de estudio y acción transformadora, como lo son la salud, la educación y la producción agropecuaria.

Esto implica ir más allá de las modas, los paquetes y las fórmulas simplistas de desarrollo que plantean que este puede ser algo que se entrega a los necesitados, por muy importantes que sean: infraestructuras, tecnología, educación, salud…

Además, requiere la democratización de la ciencia, la apertura de espacios, no necesariamente de investigación vanguardista, donde las masas pudieran participar en cierto grado en la producción científica sobre el desarrollo.

Las fuentes del conocimiento

Otra cuestión clave del pensamiento del Dr. Farzam Arbab, relacionada con la noción anterior, es la idea de que el conocimiento necesario para forjar el desarrollo, además de proceder de la experiencia práctica por propiciar el progreso social, debe proceder de tres fuentes en interacción: la ciencia, el conocimiento tradicional de la población local o regional que asume su sendero de desarrollo y el acervo moral y espiritual de la humanidad –la religión–.

Sin esta interacción, se erosiona el conocimiento tradicional, no se logra conectar con la población local donde se suele concentrar la acción, se puede llegar a romantizar el conocimiento autóctono desacreditando a la ciencia o se pueden asumir inconscientemente nociones perjudiciales para fomentar actitudes proclives al desarrollo relacionadas con la naturaleza humana, los fines y los medios y el progreso.

La visión que se tiene de los campesinos y de los pobres es uno de esos temas a los que le dio la mayor relevancia, puesto que, tanto el programa de modernización, como la revolución verde, el enfoque de las necesidades básicas e incluso el marco del desarrollo humano, solían pecar del mismo defecto: ver a las personas a quienes supuestamente se ha de empoderar como vagos e improductivos, en el peor de los casos, o conglomerados problemas a resolver y de necesidades a satisfacer, en el mejor.

Al igual que encontrar formas de producción más eficientes y ecológicas –por poner un ejemplo– debía ser el objeto de un escrutinio científico riguroso, identificar nociones sobre el ser humano que induzcan confianza en su potencial también debería ser estudiado en profundidad.

La participación y el empoderamiento

Ante la moda de la participación, ya sea en los servicios que se ofrecen, en los proyectos o en los procesos de toma de decisiones, el Dr. Arbab desde el inicio consideraba que la gente debía ser la protagonista del desarrollo. Sin embargo, muchas fuerzas sociales impiden que el potencial humano se libere.

La plétora de programas políticos así como de iniciativas civiles de cooperación, muchas veces iban acompañadas de estilos de liderazgo paternalistas y de intereses demasiado estrechos que, en ningún caso, lograban colocar a las personas en el medio.

En línea con la perspectiva de la concienciación de Freire, pero probablemente llevando el principio de participación a un nivel de radicalidad mayor, veía a la humanidad entera como protagonista irreemplazable de la empresa global del desarrollo. Sin el concierto de todos, no se podrían superar los desafíos históricos.

En las localidades menos favorecidas, donde la mayoría ve dolor, pobreza y sufrimiento, se ha de aprender a identificar, por encima de todo, el potencial, a fin de que este, mediante la educación, pueda ser cultivado.

Además, la separación entre ellos (quienes sufren) y nosotros (quienes ayudamos) se debería disolver, puesto que todos somos los partícipes de un camino que ha de conducir a un modelo de desarrollo y organización social que genere bienestar para todos.

La educación integradora

Lo anterior se vincula con la convicción que tenía el Dr. Arbab de que la educación era una de las claves para el desarrollo; la cantidad de materiales educativos, la innovación pedagógica que gestó y los programas de educación para el desarrollo que cuajaron bajo su guía, lo acreditan.

Se adelantó a la idea de competencias y de interdisciplinariedad con la herramienta de desarrollo curricular que diseñó: la noción de capacidad, entendida como un entramado de cualidades y actitudes, conceptos e información, herramientas y habilidades para emprender acciones transformadoras y que se agrupan en capacidades científicas, tecnológicas, matemáticas, del lenguaje y la comunicación y del servicio comunitario. Aquí también fue pionero.

Hoy se habla de aprendizaje y servicio como uno de los enfoques más innovadores y los trabajadores sociales lo estudian con entusiasmo. En los años 70 ya lo aplicaba este visionario, puesto que los programas de FUNDAEC colocan a la acción en el centro y empoderan, a través del estudio, la conversación y la actividad intensa para servir a la comunidad con creciente efectividad.

Algunos de estos programas de educación para el desarrollo, como el SAT –también impulsó, entre otros, dos licenciaturas, dos posgrados y diversos programas informales como el Preparación para la Acción Social extendida por casi todos los continentes hoy día–, han sido reconocidos por diferentes gobiernos como currículos oficiales y sistemas alternativos que se han extendido masivamente para ofrecer una educación de alta calidad a zonas donde no llega el sistema formal.

Este apartado de la visión de la educación que el Dr. Arbab poseía y de los logros cosechados en este campo se prestaría para un libro extenso.

Las estructuras locales y la creación de capacidad

De todo lo propuesto hasta ahora, se puede observar que la creación de capacidad representa el rasgo central del enfoque para el desarrollo del Dr. Farzam Arbab.

En última instancia, consideraba que la creación de capacidad en los individuos, en la comunidad y en las instituciones –al mismo tiempo– debía ser la preocupación central de todo esfuerzo por lograr la prosperidad y ayudar a una población a adueñarse de su progreso. La modernización había erosionado las estructuras tradicionales sin reemplazarlas por otras, lo que había sido una de las principales causas de la desolación de esos territorios.

Sin estructuras pertenecientes a la gente que puedan impulsar procesos de aprendizaje y de investigación-acción, que permitan la interacción del conocimiento científico y del tradicional, que faciliten la introducción de programas educativos que empoderen sin dividir, la sistematización de los aprendizajes y la difusión del conocimiento generado a través de la misma población, lograr el desarrollo es solo una utopía, una quimera.

Esta perspectiva condujo al Dr. Arbab a la creación de la Universidad Rural, una institución que ha permitido vertebrar los objetivos recién señalados.

Desde ella, la población del Norte del Cauca, por ejemplo, ha podido emprender, y sigue emprendiendo –aspirando a la sostenibilidad y al crecimiento en escala–, múltiples proyectos, programas e investigaciones sobre los distintos procesos de vida –agricultura, ganadería, procesamiento, comercialización, transformación industrial, educación, socialización y comunicación…– que, cuando logran un éxito relativo, se sistematizan y documentan para incorporarse a los nuevos materiales educativos, a fin de formar a la misma población y diseminar el conocimiento.

Integración, complejidad y sentido de misión histórica

A pesar de la magnitud de la tarea, el desarrollo ha de comenzar de manera sencilla, con una o dos líneas de acción que, a medida que se crea mayor capacidad, se logra implicar a más gente local y se consiguen más recursos, se complementan con otras líneas de acción que se van integrando en un enfoque holístico coherente que, a toda costa, evita la fragmentación tal prevalente en la vida moderna.

Por último, el Dr. Arbab veía al desarrollo dentro de un proceso histórico mundial de transformaciones que parecían estar forzando a la humanidad a repensar los fundamentos últimos sobre los que se erige la civilización.

El reconocimiento de la unicidad del género humano alcanzado por la antropología y la genética a principios del siglo XX –un principio también presente en las diferentes tradiciones indígenas, religiosas y espirituales de la mayoría de los pueblos–, la justa distribución de recursos entre individuos, grupos y naciones y el respeto y fortalecimiento de la diversidad cultural de la especie debían imprimir la motivación, constituir la visión de futuro e informar los medios y los enfoques para una movilización masiva de alcance glocal que permitiera alcanzar dicho estado de prosperidad y justicia colectiva sin precedentes.

Aunque no existan, el Dr. Arbab fue un gigante, un genio invisible entre la gente que pasó desapercibido, aunque no su legado… porque así él lo decidió.

Sergio García Magariño, Investigador de I-Communitas, Institute for Advanced Social Research, Universidad Pública de Navarra

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

El ejercicio físico y el deporte deberían ser actividades esenciales (y más en pandemia)

Mikel Izquierdo Redín, catedrático  y director del Departamento de Ciencias de la Salud de la Universidad Pública de Navarra (UPNA) e investigador principal del grupo de Ejercicio Físico, Salud y Calidad de Vida (E-FIT) en el Centro de Investigación Biomédica del Gobierno de Navarra (Navarrabiomed)

 

Con la que está cayendo, es natural que la covid-19 y sus graves consecuencias estén en boca de todos. Sin embargo, hoy más que nunca, nos viene bien recordar que la inactividad física y el sedentarismo también llevan mucho tiempo haciendo de las suyas.

La propia Organización Mundial de la Salud (OMS) ha reconocido que la falta de actividad física es un factor de riesgo importante para aumentar el número de personas que enferman y la mortalidad prematura. De hecho, las estimaciones de 2020 indicaban que no cumplir con las recomendaciones de actividad física es responsable en todo el mundo de más de 5 millones de muertes cada año. Dimensiones de pandemia, sin duda.

Recientemente, un estudio basado en datos de más de un millón de personas indicaba que, si la práctica de actividad física fuera suficiente –equivalente a 60-75 minutos por día de actividad física de intensidad moderada–, serviría para contrarrestar el incremento del riesgo de mortalidad que supone permanecer de más de cuatro horas sentados al día.

No hay que olvidar que estar sentado mucho tiempo es una práctica peligrosa y nada sana, máxime si se combina con poca práctica de actividad física. De hecho, esta combinación aumenta el riesgo de mortalidad lo mismo que el tabaco o la obesidad.

Sin embargo, pese a las evidencias, tan sólo el 18% de los adultos de 65 a 74 años y el 15% de los mayores de 75 años cumplen las pautas mínimas de ejercicios cardiovasculares y de fuerza muscular establecidas por la OMS. Es decir, hacer mas de 150 minutos de actividad física aeróbica moderada-vigorosa por semana y ejercicios de fortalecimiento muscular por lo menos 2 veces a la semana.

Es más, aunque lo hicieran, también sería insuficiente. Porque estos niveles de actividad física pueden atenuar pero no eliminar el riesgo asociado a ver la televisión mas de 3 horas al día.

Inactividad física y sedentarismo, dos viejos problemas conocidos de salud pública

En las personas mayores, si la inactividad física se combina con un estilo de vida sedentario, la masa muscular y la función física se reducen. Como consecuencia disminuye la capacidad de realizar actividades cotidianas, aumenta el riesgo de caídas y se pierde independencia y calidad de vida. Además, la vida sedentaria también empeora los problemas crónicos de salud, incluida la hipertensión, las enfermedades cardio-vasculares y cerebro-vasculares, la diabetes, la depresión y la demencia.

No es para tomárselo a broma. Permanecer inmovilizado periodos tan cortos como 5 días, incluso en personas jóvenes, reduce hasta un 4% la masa muscular, 9% la fuerza y hasta un 10% nuestra capacidad cardiovascular. En caso de permanecer encamados en el hospital, solo tres semanas de reposo absoluto serían similares a un deterioro de la capacidad funcional equivalente a 30 años de envejecimiento.

Para colmo, se ha comprobado cómo basta reducir el número de pasos diarios durante 14 días para que aumente el riesgo de enfermedad metabólica futura y resistencia a la insulina, típicas de la diabetes tipo II y la obesidad. Queda confirmado que estamos diseñados para movernos. Y que, si no lo hacemos, la carga de enfermedad y mortalidad se disparan de manera exponencial.

A pesar de los grandes avances de la ciencia, por el momento no existen fármacos que puedan mejorar la capacidad física en las personas mayores. Ni siquiera parece probable que se desarrolle alguno en el futuro inmediato. La única “vacuna” con la que contamos es el ejercicio físico. Con la ventaja de que es barata, eficaz y segura y no hay problema de suministro ni colas ni turnos: todo el mundo podría empezar a tomarla desde este mismo instante.

Confinados e inactivos

A nivel mundial, el SARS-CoV-2 ha tenido un gran impacto sobre la práctica habitual de actividad física. En el caso concreto de España, fue el país europeo que más redujo el número de pasos diarios de la población –un 38% menos– durante las primeras semanas del confinamiento. Menos práctica de actividad física de la que ya de por sí se consideraba insuficiente.

En el tiempo que nos está tocando vivir, debemos mantener los niveles de actividad física lo más altos posibles. Entre otras cosas porque, en caso de enfermedad o incluso de hospitalización, la capacidad funcional que tengamos actuará como un auténtico seguro de vida para afrontar con mayor éxito la propia enfermedad o los efectos colaterales de los agresivos tratamientos farmacológicos que nos puedan recetar. En otras palabras, cuanto mejor estemos en el momento de enfermar, más probabilidades tendremos de superar la enfermedad.

Caminar no es suficiente

El ejercicio físico mejora la función física y la calidad de vida. Pero también reduce la carga de enfermedades no transmisibles y la mortalidad general prematura, incluida la mortalidad por causas específicas por enfermedad cardiovascular, cáncer y enfermedades crónicas del tracto respiratorio inferior. Y aunque es mejor que nada, caminar no es suficiente.

En 2020, la Organización Mundial de la Salud publicó las nuevas directrices sobre actividad física y comportamiento sedentario en las que recomendaba encarecidamente la práctica de actividad física multicomponente de intensidad moderada o intensa tres o más días a la semana. Esto incluye la realización de ejercicios para la mejora de la resistencia cardiovascular (como, por ejemplo, caminar) con el entrenamiento de fuerza y el equilibrio.

Desde la Universidad Pública de Navarra hemos puesto en marcha un programa multicomponente de ejercicio físico individualizado para la prevención de la fragilidad y el riesgo de caídas llamado VIVIFRAIL. Incluye ejercicios caminando para el entrenamiento de resistencia cardiovascular, además de mover pesos moderados para aumentar la fuerza de extremidades, así como ejercicios de equilibrio y movilidad.

Se ha demostrado que, aplicado en mayores de 70 años, el programa VIVIFRAIL cumple su objetivo de combatir la fragilidad (baja masa corporal, fuerza, movilidad, nivel de actividad física, energía). O lo que es lo mismo, optimiza y previene la pérdida de la capacidad funcional durante el envejecimiento.

Por si fuera poco, en pacientes agudos hospitalizados, también se ha demostrado que las intervenciones de ejercicio supervisado basadas en la metodología VIVIFRAIL son seguras y eficaces para atenuar el deterioro funcional y hasta prevenir el deterioro cognitivo.

Ejemplo de rueda de ejercicio físico del programa multicomponente VIVIFRAIL para personas robustas. Descarga gratuita desde https://vivifrail.com/es/documentacion/

La importancia de prescribir ejercicio

¿Resulta ético no prescribir ejercicio físico? A pesar de todo lo comentado hasta ahora, el ejercicio aún no se ha integrado completamente en la práctica habitual de la medicina primaria o geriátrica. Es más, está prácticamente ausente de la formación básica de la mayoría de los médicos y otros profesionales sanitarios. Sin embargo, los médicos deberían ser los primeros “prescriptores de ejercicio físico”, y las facultades de medicina deberían enseñar que el músculo esquelético sigue siendo un tejido plástico y adaptable durante toda la vida humana.

En cuanto a los educadores físicos, deberían tener un papel más activo en la dirección, supervisión y evaluación de la práctica de ejercicio en personas de cualquier edad que tengan algún problema de salud, aquellas con diversidad funcional o con capacidades diferentes, especialmente en el entorno sanitario.

Por otro lado, no debemos olvidar un mensaje tan simple como importante: el ejercicio no es solo para niños y adultos jóvenes. Las personas de edad avanzada pueden adaptarse al ejercicio y merecen beneficiarse de él. Nunca es demasiado tarde –y nunca se es demasiado viejo– para contraer los músculos.

Lo que parece indiscutible es que se necesita más investigación sobre las intervenciones de ejercicio para los adultos mayores, los “grandes olvidados” en los estudios médicos. Sobre todo para despejar dudas sobre la seguridad, la eficacia y la variabilidad inherente entre las personas en respuesta al ejercicio.

Comprender esta variabilidad es esencial para identificar el mejor método de tratamiento (ejercicios simples ó ejercicios multicomponentes) y decidir la intensidad (ejercicios de resistencia de baja, moderada ó de alta intensidad). Es cierta la idea global de que “el ejercicio es medicina”. Pero igual que no todos los medicamentos curan el cáncer, tampoco todos los tipos de ejercicio (cardiovascular, de fortalecimiento muscular, de equilibrio) tienen los mismos efectos sobre las enfermedades y la capacidad funcional.

Sea como fuere, la actividad física debería ser considerada, con y sin pandemia, como una actividad esencial con impacto en la sanidad pública. Este debería ser uno de los grandes retos de las políticas de salud pública y sanitaria en los próximos años.

Mikel Izquierdo, Catedrático y Director del Departamento de Ciencias de la Salud, Universidad Pública de Navarra

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.