¿Cuándo es necesario ayudar a los niños a socializar?

Titular de Universidad de Psicología Evolutiva y de la Educación, Universidad Pública de Navarra

Pablo tiene 8 años. Sus compañeros de clase, al principio, intentaron incluirlo en la pandilla. Pero al notar que Pablo no seguía las normas en los juegos, comenzaron a alejarse.

En el patio, cuando los niños se dividen en grupos para jugar, Pablo con frecuencia se encuentra solo, sin nadie con quien compartir sus momentos de recreo. A menudo es ignorado en los cumpleaños de sus compañeros, porque en una ocasión rompió la piñata y temen que pueda repetirse.

La falta de habilidades sociales de Pablo también se refleja en su incapacidad para reconocer las señales de otros niños cuando quieren compartir algo o expresar sus emociones.

Reconocer las señales sociales

Tareas cotidianas y tan habituales en el patio de la escuela como, por ejemplo, compartir o turnarse, que dependen de reconocer señales sociales, no son igual de obvias o sencillas para todo el mundo. Hay personas, como Pablo, que fallan en estas interacciones sociales básicas, lo que les puede llevar al aislamiento de sus compañeros, generando dificultades para hacer o conservar amigos y amigas.

¿Qué son las habilidades sociales?

Ser socialmente competente requiere una gran variedad de habilidades, y no se limita a un único estilo de personalidad o comportamiento. Un niño o niña socialmente competente puede adoptar diferentes enfoques según la situación y las necesidades del entorno. En la etapa infantil y juvenil, se puede establecer si un niño o joven es socialmente competente. Para ello debe cumplir una serie de requisitos:

  1. Reconoce la importancia del lenguaje corporal y la comunicación no verbal.
  2. Puede controlar sus emociones e impulsos.
  3. Tiene capacidad para analizar situaciones y comprender los puntos de vista de otras personas.
  4. Demuestra flexibilidad ante cambios de planes y circunstancias imprevistas.
  5. Puede predecir lo que sucederá en función de sus palabras y acciones.
  6. Puede responsabilizarse de sus actos.

Todas estas habilidades se desarrollan de manera progresiva a lo largo de la infancia y la adolescencia. Los niños pequeños, por ejemplo, pueden tener dificultades para controlar impulsos debido a su inmadurez. Si quieren un juguete que no es suyo pueden cogerlo sin pedir permiso al dueño del mismo. A medida que crecen y maduran, mejoran en estas habilidades, y antes de coger un juguete que no es suyo y que les gusta serán capaces de pedirlo por favor.

Funciones ejecutivas y su desarrollo

Llamamos funciones ejecutivas a un conjunto de habilidades cognitivas y neuropsicológicas que son necesarias para planificar, organizar, iniciar, dirigir y controlar comportamientos y tareas con el objetivo de alcanzar metas. Estas habilidades son esenciales para el funcionamiento ejecutivo del cerebro y están involucradas en procesos mentales superiores que nos permiten gestionar nuestra vida diaria de manera eficiente.

La corteza prefrontal.

Las funciones ejecutivas, que anatómicamente están asociadas principalmente con regiones de la corteza prefrontal del cerebro, incluyen diferentes dimensiones:

  1. Inhibición: Capacidad de controlar impulsos y detener respuestas automáticas inapropiadas.
  2. Flexibilidad cognitiva: Habilidad para cambiar el enfoque mental y adaptarse a nuevas situaciones o demandas.
  3. Memoria de trabajo: Capacidad de retener y manipular información en la mente durante un breve periodo.
  4. Planificación y organización: Habilidad para desarrollar un plan de acción, organizar tareas y llevar a cabo una secuencia de pasos de manera efectiva.
  5. Autocontrol emocional: Capacidad de regular las emociones y mantener la calma en situaciones desafiantes.
  6. Iniciación y finalización de tareas: Capacidad de comenzar una tarea de manera eficiente y llevarla a cabo hasta su finalización.

Hablamos de que existen disfunciones ejecutivas cuando aparecen dificultades en una o más de estas dimensiones, pudiendo interferir en la capacidad de una persona para funcionar de manera efectiva en la vida diaria.

Estas dificultades pueden manifestarse en diferentes trastornos del neurodesarrollo, entre ellos el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), trastornos del espectro autista (TEA) y lesiones cerebrales.


Qué supone la disfunción ejecutiva

Las investigaciones muestran que los niños y adolescentes con disfunción ejecutiva tienen más probabilidades de involucrarse en comportamientos socialmente inaceptables.

Pero las habilidades sociales, al igual que las habilidades académicas, pueden enseñarse explícitamente. Estos son algunos consejospara ayudar a los niños y adolescentes con dificultades.

1. Analizar, conversar y empatizar

Para abordar la resolución de problemas y discusiones, podemos seguir los siguientes pasos:

  1. Determinar la causa del problema. Observemos a los niños y niñas en diversas situaciones sociales (aulas, entrenamiento, juegos libres, fiestas de cumpleaños).
  2. Observar y anotar tanto las fortalezas como las debilidades sociales.
  3. Iniciar una conversación con ellos. Hacerles preguntas que demuestren que valoramos la percepción que la otra persona tiene del problema. Escucharlos, comprender su perspectiva y reconocer su dolor, enojo y sentimientos de tristeza.
  4. Juntos, decidir formas alternativas de manejar situaciones similares en el futuro.
  5. Animarles a practicar comportamientos alternativos con usted.
  6. Contar qué pasó después de que tuvimos la oportunidad de discutir acciones alternativas en una situación de la vida real para verificar: ¿las cosas están mejor esta vez? Si no, ¿qué más puedes probar?

2. Enseñar usando señales

Podemos diseñar señales simples que les permitan saber que necesitan detener o cambiar su comportamiento en una situación determinada. Por ejemplo, si sabemos cuándo dejar de hablar de un tema porque el oyente muestra desinterés, llamar su atención con cuidado tocándonos la nariz con el dedo índice o cruzando los brazos.

3. Generalizar habilidades

Ampliar las situaciones que requieren una habilidad particular para que sean más aplicables en general. Por ejemplo: “Hiciste un gran trabajo manejando tu enojo cuando tu hermano tomó prestados tus patines sin preguntar”. Esto ayuda a los niños y niñas que luchan con la flexibilidad cognitiva a aprender cómo aplicar comportamientos en diferentes situaciones.

4. Tener la mente abierta, incluso cuando es difícil

Puede resultar complicado permanecer neutrales cuando escuchamos a los niños y niñas quejarse de un trato “injusto”. Sin embargo, es importante abrirse, expresar sus inquietudes y ofrecer ayuda.

Por ejemplo, en lugar de decir “¿Por qué seguiste interrumpiendo?”, podemos preguntar “¿Crees que habría ayudado si le hubieras permitido terminar su historia?”

5. Estar ahí

Quizás lo más importante sea el estímulo y el apoyo constantes y continuos. Reconocer incluso las pequeñas mejoras y fortalecerlas. Los niños y adolescentes con problemas sociales tienden a tener una baja autoestima. Sin embargo, tampoco podemos hacer demasiados elogios, ya que pueden darse cuenta de la falta de sinceridad.

Un regalo para toda la vida

Las habilidades sociales impactan en casi todos los aspectos de la vida (académica, personal o laboral). El tiempo y el esfuerzo que dediquemos a ayudar a nuestros hijos será un regalo que durará toda su vida. Verlos desarrollar mejores habilidades sociales y establecer relacionales exitosas puede ser una de las experiencias más gratificantes en la crianza de los hijos e hijas para los padres y madres.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

El acceso a internet debe ampliar el mundo de los niños, no limitarlo

Profesora asociada en facultad de Psicología. Área de conocimiento: Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico. Departamento: CIENCIAS DE LA SALUD, Universidad Pública de Navarra

Los dispositivos tecnológicos se han integrado hasta tal punto en nuestra cotidianidad que algunos los califican de “caballos de Troya del siglo XXI”. Móviles, ordenadores y tabletas forman parte de la rutina diaria de niños, adolescentes, jóvenes y mayores. Estos aparatos se han instalado progresivamente y nos envuelven en una densa red que demanda nuestra atención constante y condiciona la comunicación interpersonal.

El yo digital coexiste en nuestra mente junto al yo analógico. Vivimos en un mundo colonizado por pantallas que nos seducen y nos introducen en una realidad virtual. Esto nos plantea la siguiente pregunta: ¿podemos coexistir con dos identidades?

Al mismo tiempo, participar en este mundo digital parece levantar un muro cada vez más alto con el mundo físico, generando distanciamiento y desencuentro con los demás.

Conectividad y aislamiento

Las relaciones interpersonales por internet tiene un impacto en nuestro comportamiento: en cómo nos vemos, nos sentimos y nos comunicamos. Además, el afán compulsivo por el mundo digital afecta negativamente al desarrollo del lenguaje en los más pequeños.

A pesar de esto, la mayoría de los padres sigue otorgando a sus hijos la potestad de utilizar dispositivos electrónicos, ya sea un móvil, una tableta o una videoconsola.

En España, el uso de las TIC en los hogares con hijos está cada vez más extendido y los datos indican que la conexión a internet es prácticamente universal.

De una manera paradójica, mientras algunos niños tienen “demasiado” acceso a internet a edades muy tempranas, también hay millones de niños que no están beneficiándose de las ventajas de internet.

Por ejemplo en América Latina, estos procesos de transformación digital se generan en un contexto de desigualdad histórica y estructural. Las divisiones digitales también reflejan las brechas económicas predominantes, lo que amplifica las ventajas de los niños de los entornos más ricos y no ofrece oportunidades a los niños más pobres y desfavorecidos.

Uso de internet, evolución. Red Kids Online América Latina suscrito por la CEPAL y la Oficina Regional para América Latina y el Caribe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).

 

Momento clave del desarrollo

Los humanos ampliamos nuestro ámbito de interacción progresivamente: los bebés empiezan a abrirse y a interesarse por lo que sucede a su alrededor entre el sexto mes y primer año de vida. En este momento, la relación que han establecido con sus padres y referentes afectivos les permite empezar a integrar en su mente al otro como si fuese un sujeto interno, con el que puede compartir sus experiencias.

Es entonces cuando emerge la “acción conjunta”: la capacidad de coordinar la atención con otra persona en relación con un objeto o una situación. Esta habilidad le permite al bebé seguir la dirección iniciada por la mirada, un giro de cabeza o un gesto con el dedo realizado por otra persona. Estas conductas en los más pequeños serán cruciales para el desarrollo de la comunicación social.

Este proceso se está viendo afectado por el aumento de menores conectados en línea, que se está produciendo en todos los países del mundo. Aunque la Organización Mundial de la Salud prohíbe la exposición a las pantallas antes de los 2 años, existen dudas razonables sobre si los padres son conscientes de los riesgos que conlleva el uso continuo de los denominados “chupetes digitales”. Estudios recientes de UNICEF nos alertan sobre la violencia silenciada que millones de niños y niñas reciben a través de estos dispositivos en todo el mundo.

Entorno social y desarrollo del lenguaje

Desde la perspectiva de la psicología constructivista de Lev Vygotsky, el desarrollo individual de un ser humano no puede entenderse sin considerar el entorno social. Un aprendiz es un ser insertado en un contexto social, no aislado de la comunidad.

¿Cómo imaginamos actualmente el impacto tecnológico en el desarrollo mental de un aprendiz del siglo XXI? ¿Y qué ocurre con estas teorías consolidadas en el desarrollo de la mente y del intelecto?

El psiquiatra y neurocientífico Manfred Spitzer, dedicado al estudio del cerebro, lleva años alertando sobre los riesgos de las nuevas tecnologías. En Corea del Sur, por ejemplo, se descubrió en 2010 que el 12 % de todos los escolares eran “adictos a Internet”. En este país, hace ya 13 años que surgió el término “demencia digital” para referirse a las consecuencias que puede haber en el cerebro por el uso de los medios tecnológicos porque es como cualquier otro músculo: si se usa, crece, si no, se atrofia.

En el mismo sentido inciden numerosas investigaciones de expertos que alertan sobre los riesgos potenciales en el neurodesarrollo y problemas de aprendizaje asociados al mal uso de las tecnologías. Y uno de los trastornos más comunes que pueden generar las redes tecnosociales es el trastorno del lenguaje, con todas sus implicaciones.

Aportaciones de la neurociencia

Las neurociencias han contribuido de manera significativa al estudio de la patología en el área del lenguaje. Sus investigaciones han clarificado y definido los mecanismos implicados en las funciones cognitivas y lingüísticas. A partir de ellas sabemos que el lenguaje es una función superior del cerebro cuyo desarrollo se sustenta, por un lado, en una estructura anatómica-funcional genéticamente determinada y, por otro, en el estímulo verbal proporcionado por el entorno.

Precisamente, estas estructuras neurológicas son responsables del procesamiento de los sonidos así como de que podamos evocar palabras y conjugar verbos funcionales. La estimulación de esta red neurológica permite adquirir fortalezas lingüísticas para lograr un adecuado desarrollo del lenguaje que tiene relación directa con el entorno social. Pero ¿qué puede ocurrir si la estimulación proviene de un dispositivo tecnológico de manera excesiva e incontrolada?

Es importante tener presente en todo momento que uno de los efectos adversos del uso irresponsable de las tecnologías es que los niños y niñas pueden volverse adictos y dependientes, lo cual puede resultar en un déficit en el lenguaje debido a la falta de comunicación con los demás.

Destrezas digitales

Los padres y madres que deben atender y educar a sus hijos en la era digital se enfrentan a una dicotomía. Por una parte, según destacan algunas investigaciones recientes, los usos ventajosos de internet dependen en gran medida de las habilidades digitales de los ciudadanos. Estos estudios instan a generalizar mejores prácticas y a establecer mecanismos de protección y control de acceso seguro a internet.

Y no cabe duda de que, en este contexto de cambios tecnológicos permanentes, los educadores no pueden cerrar las puertas a la transformación digital. Los menores y los jóvenes deben adquirir y desarrollar competencias digitales para poder afrontar y superar los desafíos de esta era social tan compleja como líquida. Por lo tanto, es necesario educar en alfabetización digital.

Sin embargo, es preciso también establecer límites. Es necesario alejar a los menores del contacto permanente con internet y evitar que acaben dependiendo del manejo y volviéndose adictos a la pantalla, lo cual resulta claramente perjudicial para su neurodesarrollo.

En conclusión, las buenas prácticas en la educación digital representan un gran desafío tanto para las familias como para las instituciones educativas. Saber hacer un uso adecuado de las nuevas tecnologías se vuelve tan relevante como urgente.

Entre tanto, no debemos olvidar la advertencia de uno de los mayores analistas del lenguaje, Ludwig Wittgenstein, cuando afirmaba con claridad y contundencia:

“Los límites de mi mundo son los límites de mi lenguaje”. Tractatus lógico–filosófico.

Intentemos que las tecnologías e internet amplíen nuestro mundo sin limitarlo.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

¿Por qué el cuerpo humano no tiene toma de tierra?

Profesor Titular de Universidad del Departamento de Ingeniería Eléctrica, Electrónica y Comunicación. Área de especialización: Ingeniería Biomédica, Universidad Pública de Navarra.

En el cuerpo humano no existe una toma de tierra. Es decir, no hay ninguna localización donde se registre un “0 voltios”.

La toma de tierra es obligatoria en la mayoría de las instalaciones eléctricas, y también en la mayoría de los electrodomésticos, desde neveras hasta hornos eléctricos. La toma de tierra permite la descarga de la corriente eléctrica hacia la tierra de manera segura y que la máquina no se estropee si hay una sobrecarga.

Podemos vivir sin ello. De eso, hay pruebas. Pero ayudaría tenerlo, porque carecer de toma de tierra implica que no tenemos una referencia clara para medir la actividad eléctrica del corazón, de los músculos o del cerebro.

La razón por la que no tenemos toma de tierra es porque el cuerpo humano tiene la particularidad de ser, al mismo tiempo, generador y un conductor de electricidad. Somos biológicamente eléctricos.

Por un lado, las células del corazón, las de los músculos y las del cerebro son excitables, funcionan como fuentes generadoras de electricidad. Pero es que, además de generarla, nuestros tejidos son capaces de conducir a las mil maravillas la corriente eléctrica.

Debido a estos dos factores, en cualquier parte del cuerpo existe un potencial eléctrico (voltaje) distinto de cero.

Un gran potencial

La fuente generadora eléctrica más importante del cuerpo humano son las fibras musculares y las neuronas. La actividad eléctrica del músculo cardiaco, el corazón, es la que más se mide rutinariamente en los electrocardiogramas. Los impulsos eléctricos generados por el miocardio estimulan el latido (contracción) del corazón.

El potencial eléctrico que generan los tejidos se puede registrar en puntos muy alejados de la fuente. Por ejemplo, el dipolo que se forma en las paredes del corazón genera un potencial eléctrico que se puede registrar en las muñecas y los pies.

Así, en cualquier parte de nuestro organismo hay actividad eléctrica, resultado de la suma de los potenciales lejanos que emanan de cada dipolo.

Si nos atraviesa un rayo

Nuestro cuerpo, ya lo hemos avanzado, es un buen conductor de electricidad. Todos los tejidos, en mayor o menor medida, son conductivos. Los huesos y la grasa son peores conductores que los músculos, pero también son capaces de transmitir la electricidad. Esto se ve claramente cuando un rayo alcanza de lleno a una persona y toda la corriente del rayo atraviesa el cuerpo de esa persona.

Existe otro factor a tener en cuenta: el cuerpo es también una antena receptora capaz de captar ruido de fuentes electromagnéticas. Con el inconveniente de que este “ruido” afecta a las mediciones. Los electrodos de un registro captan señales de fuentes de ruido como el generado en la interfaz electrodo-piel, el ruido de acoplamiento capacitivo, el ruido de los componentes electrónicos o el de los artefactos de la respiración a las que pueden estar conectados si necesitan ventilación mecánica.

En resumen, el cuerpo produce actividad eléctrica (por ser un generador de electricidad) y capta ruido (por ser una antena), que se pueden registrar en cualquier parte del cuerpo (por ser un conductor de electricidad). Y todo esto hace que no se registren 0 voltios en ninguna parte del cuerpo, incluso cuando la persona está completamente relajada.

¿Cómo se soluciona el problema de la toma de tierra?

No se puede conocer a priori cuál es el potencial en cada parte del cuerpo, y este potencial puede variar de sitio en sitio. Esto supone un problema práctico evidente: al no existir un potencial de referencia constante y conocido, la medición de la actividad eléctrica de un músculo (o del corazón y el cerebro) no es trivial. Por ejemplo, no se puede medir la actividad eléctrica del corazón colocando un simple electrodo sobre el tórax puesto que este electrodo registraría electricidad no sólo del corazón, sino de otros músculos y de fuentes de ruido.

La estrategia habitual para resolver el problema de la “referencia a tierra”  es detectar la señal colocando dos electrodos en configuración bipolar. En la configuración bipolar, la señal se registra en dos localizaciones del cuerpo distintas (mediante dos electrodos, E1 y E2), después se resta (VE2 – VE1), y por último se amplifica esta diferencia de potencial.

Gracias a esta amplificación diferencial, el problema de la “referencia a tierra” desaparece, puesto que cualquiera que sea este potencial de referencia, al ser común a ambos electrodos, se elimina al hacer la resta de los potenciales captados por los dos electrodos (VE2 – VE1).

El electrocardiograma (EGG) es una de las pruebas más útiles y realizadas en la actualidad. Que en el cuerpo humano no exista una toma de tierra no ha impedido que la actividad eléctrica de nuestras células se pueda detectar de un modo fiable. Solo necesitamos utilizar varios electrodos situados sobre la piel. Así que podemos estar tranquilos (a menos que nos caiga un rayo).

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.