El acceso a internet debe ampliar el mundo de los niños, no limitarlo

Ana Mónica Chérrez Bermejo, Profesora asociada en facultad de Psicología. Área de conocimiento: Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico. Departamento: Ciencias de la Salud, Universidad Pública de Navarra.

Los dispositivos tecnológicos se han integrado hasta tal punto en nuestra cotidianidad que algunos los califican de “caballos de Troya del siglo XXI”. Móviles, ordenadores y tabletas forman parte de la rutina diaria de niños, adolescentes, jóvenes y mayores. Estos aparatos se han instalado progresivamente y nos envuelven en una densa red que demanda nuestra atención constante y condiciona la comunicación interpersonal.

El yo digital coexiste en nuestra mente junto al yo analógico. Vivimos en un mundo colonizado por pantallas que nos seducen y nos introducen en una realidad virtual. Esto nos plantea la siguiente pregunta: ¿podemos coexistir con dos identidades?

Al mismo tiempo, participar en este mundo digital parece levantar un muro cada vez más alto con el mundo físico, generando distanciamiento y desencuentro con los demás.

Conectividad y aislamiento

Las relaciones interpersonales por internet tiene un impacto en nuestro comportamiento: en cómo nos vemos, nos sentimos y nos comunicamos. Además, el afán compulsivo por el mundo digital afecta negativamente al desarrollo del lenguaje en los más pequeños.

A pesar de esto, la mayoría de los padres sigue otorgando a sus hijos la potestad de utilizar dispositivos electrónicos, ya sea un móvil, una tableta o una videoconsola.

En España, el uso de las TIC en los hogares con hijos está cada vez más extendido y los datos indican que la conexión a internet es prácticamente universal.

De una manera paradójica, mientras algunos niños tienen “demasiado” acceso a internet a edades muy tempranas, también hay millones de niños que no están beneficiándose de las ventajas de internet.

Por ejemplo en América Latina, estos procesos de transformación digital se generan en un contexto de desigualdad histórica y estructural. Las divisiones digitales también reflejan las brechas económicas predominantes, lo que amplifica las ventajas de los niños de los entornos más ricos y no ofrece oportunidades a los niños más pobres y desfavorecidos.

Acceso a internet en el hogar en América latina. Red Kids Online América Latina suscrito por la CEPAL y la Oficina Regional para América Latina y el Caribe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).

 

Lo que está claro es que conectarse a internet cambia la infancia y que los jóvenes (de 15 a 24 años) son el grupo de edad más conectado. En todo el mundo, el 71 % está en línea, en comparación con el 48 % de la población total. Los niños y adolescentes menores de 18 años representan aproximadamente uno de cada tres usuarios de internet en todo el mundo.

 

Uso de internet, evolución. Red Kids Online América Latina suscrito por la CEPAL y la Oficina Regional para América Latina y el Caribe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).

Momento clave del desarrollo

Los humanos ampliamos nuestro ámbito de interacción progresivamente: los bebés empiezan a abrirse y a interesarse por lo que sucede a su alrededor entre el sexto mes y primer año de vida. En este momento, la relación que han establecido con sus padres y referentes afectivos les permite empezar a integrar en su mente al otro como si fuese un sujeto interno, con el que puede compartir sus experiencias.

Es entonces cuando emerge la “acción conjunta”: la capacidad de coordinar la atención con otra persona en relación con un objeto o una situación. Esta habilidad le permite al bebé seguir la dirección iniciada por la mirada, un giro de cabeza o un gesto con el dedo realizado por otra persona. Estas conductas en los más pequeños serán cruciales para el desarrollo de la comunicación social.

Este proceso se está viendo afectado por el aumento de menores conectados en línea, que se está produciendo en todos los países del mundo. Aunque la Organización Mundial de la Salud prohíbe la exposición a las pantallas antes de los 2 años, existen dudas razonables sobre si los padres son conscientes de los riesgos que conlleva el uso continuo de los denominados “chupetes digitales”. Estudios recientes de UNICEF nos alertan sobre la violencia silenciada que millones de niños y niñas reciben a través de estos dispositivos en todo el mundo.

Entorno social y desarrollo del lenguaje

Desde la perspectiva de la psicología constructivista de Lev Vygotsky, el desarrollo individual de un ser humano no puede entenderse sin considerar el entorno social. Un aprendiz es un ser insertado en un contexto social, no aislado de la comunidad.

¿Cómo imaginamos actualmente el impacto tecnológico en el desarrollo mental de un aprendiz del siglo XXI? ¿Y qué ocurre con estas teorías consolidadas en el desarrollo de la mente y del intelecto?

El psiquiatra y neurocientífico Manfred Spitzer, dedicado al estudio del cerebro, lleva años alertando sobre los riesgos de las nuevas tecnologías. En Corea del Sur, por ejemplo, se descubrió en 2010 que el 12 % de todos los escolares eran “adictos a Internet”. En este país, hace ya 13 años que surgió el término “demencia digital” para referirse a las consecuencias que puede haber en el cerebro por el uso de los medios tecnológicos porque es como cualquier otro músculo: si se usa, crece, si no, se atrofia.

En el mismo sentido inciden numerosas investigaciones de expertos que alertan sobre los riesgos potenciales en el neurodesarrollo y problemas de aprendizaje asociados al mal uso de las tecnologías. Y uno de los trastornos más comunes que pueden generar las redes tecnosociales es el trastorno del lenguaje, con todas sus implicaciones.

Aportaciones de la neurociencia

Las neurociencias han contribuido de manera significativa al estudio de la patología en el área del lenguaje. Sus investigaciones han clarificado y definido los mecanismos implicados en las funciones cognitivas y lingüísticas. A partir de ellas sabemos que el lenguaje es una función superior del cerebro cuyo desarrollo se sustenta, por un lado, en una estructura anatómica-funcional genéticamente determinada y, por otro, en el estímulo verbal proporcionado por el entorno.

Precisamente, estas estructuras neurológicas son responsables del procesamiento de los sonidos así como de que podamos evocar palabras y conjugar verbos funcionales. La estimulación de esta red neurológica permite adquirir fortalezas lingüísticas para lograr un adecuado desarrollo del lenguaje que tiene relación directa con el entorno social. Pero ¿Qué puede ocurrir si la estimulación proviene de un dispositivo tecnológico de manera excesiva e incontrolada?

Es importante tener presente en todo momento que uno de los efectos adversos del uso irresponsable de las tecnologías es que los niños y niñas pueden volverse adictos y dependientes, lo cual puede resultar en un déficit en el lenguaje debido a la falta de comunicación con los demás.

Destrezas digitales

Los padres y madres que deben atender y educar a sus hijos en la era digital se enfrentan a una dicotomía. Por una parte, según destacan algunas investigaciones recientes, los usos ventajosos de internet dependen en gran medida de las habilidades digitales de los ciudadanos. Estos estudios instan a generalizar mejores prácticas y a establecer mecanismos de protección y control de acceso seguro a internet.

Y no cabe duda de que, en este contexto de cambios tecnológicos permanentes, los educadores no pueden cerrar las puertas a la transformación digital. Los menores y los jóvenes deben adquirir y desarrollar competencias digitales para poder afrontar y superar los desafíos de esta era social tan compleja como líquida. Por lo tanto, es necesario educar en alfabetización digital.

Sin embargo, es preciso también establecer límites. Es necesario alejar a los menores del contacto permanente con internet y evitar que acaben dependiendo del manejo y volviéndose adictos a la pantalla, lo cual resulta claramente perjudicial para su neurodesarrollo.

En conclusión, las buenas prácticas en la educación digital representan un gran desafío tanto para las familias como para las instituciones educativas. Saber hacer un uso adecuado de las nuevas tecnologías se vuelve tan relevante como urgente.

Entre tanto, no debemos olvidar la advertencia de uno de los mayores analistas del lenguaje, Ludwig Wittgenstein, cuando afirmaba con claridad y contundencia:

“Los límites de mi mundo son los límites de mi lenguaje”. Tractatus lógico–filosófico.

Intentemos que las tecnologías e internet amplíen nuestro mundo sin limitarlo.

 

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

 

 

La ciencia sí es cultura

Ignacio López-Goñi, miembro de la SEM (Sociedad Española de Microbiología) y Catedrático de Microbiología, Universidad de Navarra; Javier Armentia, Astrofísico y director del Planetario de Pamplona, Planetario de Pamplona y Joaquín Sevilla, Catedrático de Tecnología Electrónica, Universidad Pública de Navarra.

Este mes de noviembre se celebra el mayor evento anual de divulgación y comunicación social de la ciencia en Europa: las semanas de la ciencia y la tecnología, que ofrecen cientos de actividades para acercar la investigación a la sociedad y, en particular, a la gente más joven.

La cultura nos representa, es el armazón de conocimientos, gustos y costumbres en el que nos reconocemos y con el que disfrutamos. La ciencia es parte de la gran aventura intelectual del ser humano, fruto de su curiosidad y del intento de representar y entender el mundo en el que vivimos. Y como producto del pensamiento humano, la ciencia es un componente esencial de la cultura. Porque la ciencia no es una actividad extraña a la vida y, por tanto, sus respuestas también son de carácter cultural.

Los avances científicos han impulsado el progreso y han moldeado nuestra cultura en términos de cómo vivimos, trabajamos y nos relacionamos. Más aún, las ideas científicas, a veces de modo velado, han condicionado profundamente las ideas sociales.

Es absurdo que el mejor conocimiento disponible sobre cómo funciona el mundo quede fuera del concepto de cultura. Es algo tan evidente que, en vez de explicarlo, parece más necesario analizar por qué esa consideración no está generalizada.

Una división inexplicable

La tradicional división de la educación en ciencias y humanidades (¡como si la ciencia no fuera humana!) puede sugerir que unas forman parte de la cultura y las otras son “otra cosa”. Pero la realidad es que el conocimiento detallado y disciplinar de la historia del arte, de la lingüística o de las lenguas clásicas, por ejemplo, es tan propio de los especialistas como el de la física, la geología o las neurociencias.

La ciencia no solo se limita a laboratorios y a gente del mundo académico, sino que está presente en todos los aspectos de nuestra vida. Y del mismo modo que una persona culta conoce y disfruta del arte o la literatura, conocerá y disfrutará de una visión panorámica de la historia del universo, de las peculiaridades del comportamiento animal o de cómo funciona una célula.

A nadie le parece extraño, más bien al contrario, saber quién fue Velázquez y admirar sus cuadros sin ser un especialista historiador del arte. Pues tampoco hay que ser una persona experta o erudita para conocer quienes fueron Darwin o Curie.

La naturaleza no tiene la culpa de los planes de estudio. La realidad no entiende de ciencias o de humanidades. El mundo se nos presenta para conocerlo, entenderlo y cambiarlo mediante todas las herramientas de que dispongamos.

Además, la ciencia no solo proporciona un conocimiento empírico, sino que también plantea preguntas éticas y filosóficas, debates que son parte integral de nuestra cultura y sociedad.

Quién difunde la cultura científica

La existencia de instalaciones de cultura científica como museos de ciencias o planetarios no es nueva. Desde el año 2007, la mayoría de los centros de investigación y universidades han promovido las Unidades de Cultura Científica que son hoy en día uno de los principales agentes en la difusión y divulgación de la cultura ciencia y la innovación.

Además, en la última década se ha hecho un considerable esfuerzo por añadir al panorama cultural una oferta científica cada vez más variada y, por qué no decirlo, alejada del estereotipo de seriedad y torre de marfil que tradicionalmente ha tenido. Programas de televisión como Órbita Laika, compañías de monólogos científicos humorísticos como Big Van Ciencia o espectáculos escénicos como Naukas son algunos ejemplos.

Este tipo de actividades culturales de divulgación científica permiten que el público en general se involucre en la exploración del mundo natural y comprenda cómo la ciencia contribuye a nuestro entendimiento del mundo.

Y la ciencia sirve también como fuente de inspiración para la creatividad artística.

Una semilla fecunda

Las personas que nos dedicamos a diario a tareas de divulgación científica vivimos convencidas de que “la ciencia es cultura” pero en la sociedad en general sigue sin ser algo suficientemente aceptado.

Por eso es tan urgente incrementar la cultura científica de la población. La información científica es una fecundísima semilla para el desarrollo social, económico y político de los pueblos. La complicidad entre los científicos y el resto de los ciudadanos es una excepcional celebración de la democracia.

Pero, además, esa nueva cultura contribuiría a frenar las supercherías disfrazadas de ciencia, aumentaría la capacidad crítica de los ciudadanos, derribaría miedos y supersticiones…

En definitiva, haría a los seres humanos menos manipulables, más libres y más audaces.

Los enemigos a batir por la ciencia son los mismos que los de la filosofía, el arte o la literatura. Esto es, la incultura, el oscurantismo, la barbarie, la miseria, la explotación humana.

 

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

¿Cómo reducir la brecha de abandono escolar entre el alumnado de origen inmigrante y el resto?

Inmaculada Lizasoain Iriso, Profesora de Matemáticas, Universidad Pública de Navarra; Concepción González-Garcia, Profesora de Estadística e Investigación Operativa, Universidad Politécnica de Madrid (UPM); Esperanza Ayuga-Téllez, Profesora de Estadística Aplicada, Universidad Politécnica de Madrid (UPM); Jaione Abaurrea Larrayoz, Profesora en Didáctica de las Matemáticas, Universidad Pública de Navarra y José Víctor Orón Semper, Asesor educativo y formador de docentes, Universidad Francisco de Vitoria.

El 37,8 % del alumnado de origen inmigrante en España abandona los estudios de forma prematura. Este dato resulta más alarmante aún si se compara con el abandono entre el alumnado de origen nacional (en torno al 16 % según el estudio citado). Sin menospreciar los factores socieconómicos que explican en parte esta brecha, podemos estudiar qué decisiones es posible tomar desde los centros educativos para tratar al menos de reducirla.

En nuestro trabajo exploramos algunos aspectos organizativos de los centros que influyen en el éxito académico, analizando las puntuaciones obtenidas por el alumnado de 17 995 colegios de 79 países distintos en las evaluaciones internacionales PISA 2018.

La influencia del funcionamiento del centro

Además de estos resultados académicos, el programa PISA recogía algunos aspectos organizativos de los colegios participantes. Se preguntaba, por ejemplo, a sus equipos directivos por el tipo de prácticas de aprendizaje multicultural que realizaban o por las cuestiones de este tipo que trabajaban curricularmente (conocimiento de la diversidad cultural, apertura hacia experiencias interculturales, aprendizaje de lenguas extranjeras, pensamiento crítico, etc.). Además, el programa preguntaba a los colegios participantes por los criterios que utilizaban a la hora de agrupar al alumnado en diferentes clases o por el uso que daban a las evaluaciones académicas: si servían para clasificar al alumnado en distintas categorías o si, por el contrario, se utilizaban para orientar su aprendizaje y adaptar la enseñanza a sus necesidades. Entre otras cuestiones, se trataba también del modo en que el centro hacía uso de las evaluaciones externas o internas.

Agrupar alumnos por capacidades: un error

El estudio constató que los resultados empeoraban si se agrupaba al alumnado por capacidades en todas las asignaturas. En cambio, si la agrupación por capacidades se realizaba solo para algunas asignaturas, el rendimiento mejoraba de forma significativa.

En lo referente a estudiantes con una lengua materna distinta de la oficial, los resultados eran mejores cuando asistían a las clases ordinarias, recibiendo en horas extraordinarias una instrucción adicional dirigida a mejorar su conocimiento de la lengua oficial.

Se concluye, por tanto, que los resultados mejoran cuando se atienden las necesidades específicas del alumnado sin que este pierda su grupo natural de referencia: el aula.

Los mejores resultados se obtienen cuando las agrupaciones se realizan en momentos puntuales o en asignaturas concretas.

Relaciones entre pares

En nuestra investigación hemos visto también que la relación entre el éxito escolar y la propuesta de prácticas relacionadas con el aprendizaje multicultural o la inclusión de algunos aspectos multiculturales en los currículos es muy poco significativa.

Sin embargo, el fomento de las relaciones entre pares mediante la organización de actividades colectivas, como una obra de teatro o un coro, contribuye de forma significativa a mejorar el rendimiento escolar del alumnado.

En cuanto a la relación del centro con las familias, el estudio constata que la interacción cara a cara es beneficiosa para los resultados académicos. Sin embargo, esta interacción no debe reducirse al momento de comunicar las calificaciones. Es necesario involucrar a las familias en el proceso continuado de aprendizaje, con el fin de que estas puedan ayudar al progreso del alumnado.

La importancia de las relaciones personales

Como denominador común, los resultados apuntan a un mejor rendimiento cuando las decisiones organizativas se basan en la confianza y se orientan a potenciar las relaciones interpersonales (profesor-profesor, profesor-alumno y alumno-alumno) de cara a dar respuesta a las necesidades específicas de cada persona.

Esta actitud es inseparable de la creencia, por parte del profesorado, en la posibilidad de crecimiento de todos los estudiantes, sin clasificarlos en función de su rendimiento. Por el contrario, las decisiones destinadas únicamente a controlar la vida académica, o bien empeoran el rendimiento escolar o no lo afectan significativamente.

En definitiva, de cara a evitar el abandono escolar prematuro, no solo de la población de origen inmigrante sino de todo el alumnado, se considera conveniente el fortalecimiento de una potente red de relaciones personales que sepa integrar al profesorado, a la totalidad del alumnado y a las familias en torno a un proyecto común de desarrollo integral de los estudiantes.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.