De las palabras a los hechos: las leyes raciales del nazismo

 es Catedrático de Filosofía del Derecho, Bioética e Inteligencia artificial, Universidad Pública de Navarra

El 14 de julio de 1933 el gobierno de Hitler aprobó la Ley para la Prevención de Progenie con Enfermedades Hereditarias con el objetivo de esterilizar a personas que eran consideradas biológicamente inferiores.

En principio, esta ley había sido promulgada para impedir la trasmisión de enfermedades hereditarias. Pero en realidad sirvió para llevar a cabo una política general de esterilización obligatoria, así como de exterminio, de las personas que padecían defectos físicos o mentales.

Adolf Hitler, considerado por algunos especialistas como el gran simplificador, estaba convencido de que la supremacía de los arios solo era posible a través de la regeneración y purificación de la sangre germana.

De ahí que dos años después, el 15 de septiembre de 1935, promulgara la “Ley para la protección de la sangre y el honor alemanes” y promoviera la aplicación del Programa Aktion T4, en virtud del cual perdieron la vida más de 70 000 enfermos de párkinson, alzhéimer o epilepsia a los que practicaron la “eutanasia compasiva”.

El motivo no ofrecía lugar a dudas para los dirigentes nazis. La salud e “higiene racial” eran prioritarias. Inexcusablemente. El racismo biológico debía imponerse sacrificando los principios de igualdad, libertad o dignidad emanados del liberalismo precedente.

Fotografía propagandística de una mujer Archivo Federal de Alemania / Wikimedia Commons, CC BY-SA

El racismo histórico

Es preciso recordar que, con anterioridad, teóricos racistas como el Conde Bufon en Historia Natural, así como el Conde de Gobineau, a través del Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas en 1853, habían defendido que la raza blanca ocupaba el nivel superior y que la mezcla racial resultaba degenerativa.

Sin embargo, conviene precisar a este respecto que el concepto de “raza”, al igual que el de “población”, no deja de ser tan solo una abstracción de carácter especulativo, que carece de correspondencia empírica alguna. De hecho, el término “raza” no describe ninguna cualidad humana, específica, que sea diferenciada, y menos hace referencia a ningún dato objetivo.

No obstante, una vez más, el mito de la raza tan extendido por Europa, irrumpía de nuevo. La puesta en práctica de la política racial nazi era la prueba de que los mitos, más allá de su eventual atractivo romántico o literario, pueden erigirse en armas poderosas que entrañan graves peligros. Podría decirse que están preñados de fantasmas y que son capaces de engendrar barbarie.

A veces, los mitos salen de las cavernas en las que hibernan, entran en acción seduciendo a las mentes y entonces se tornan mortíferos, pues se comportan, tal y como advierten Yves Ternon y Socrate Helman, “como el gas que desintegra el alma, degrada la razón y aniquila la voluntad de ser libre”.

No ha de extrañar que, a partir de esas coordenadas, tanto los judíos como los gitanos, los minusválidos o los enfermos mentales, fueran percibidos por el nazismo como un claro peligro para el desarrollo del ideal de la pureza genética del pueblo alemán, eje central de su proyecto político.

Crisis económica y proyecto totalitario

Conviene recordar que tanto la situación económica que padecía Alemania por la hiperinflación de 1923 como la crisis de 1929 acentuaron las dificultades de un país estragado tras la derrota de la Primera Guerra Mundial en un proceso de creciente inestabilidad política y fragilidad institucional.

La firma del Tratado de Versalles había desplazado a Alemania del puesto que ostentaba anteriormente, reservado a las grandes potencias. Previamente, el representante del gobierno británico, J. M. Keynes, había anticipado las consecuencias que podrían derivarse de unas condiciones de reparación de guerra tan exigentes. A partir de entonces, numerosos desempleados, comerciantes y empresarios arruinados se dejaron seducir por las expectativas que generaba el discurso nacionalsocialista.

Entre tanto, los dirigentes nazis se sirvieron de técnicas de propaganda de masas e hicieron uso de un lenguaje metafórico, a veces eufemístico. Hablaban en términos de “plaga” aludiendo a los judíos y de “bacilos” o “bacterias” para referirse a los gitanos, y los consideraban nocivos para el organismo social, es decir para la salud del Estado.

La expresión habitual de “sobres vacíos” o “cuerpos sin alma” asignada a los enajenados mentales, así como “solución final” para apelar al holocausto, formaban parte de una estrategia planificada que perseguía como objetivo vaciar de contenido y alterar el significado de las palabras.

Advertencias del riesgo totalitario.

Pocos autores como el escritor judío de origen austríaco Stefan Zweig fueron capaces de hacer público, antes de la llegada al poder del nacionalsocialismo, el grave riesgo en el que estaba incurriendo Alemania.

En reiteradas ocasiones advirtió que el gobierno del país podía caer en manos de un régimen totalitario de carácter fascista, tal y como sucedía ya en Italia. Esto haría retroceder al continente europeo a periodos históricos de crueldad y violencia prácticamente olvidados.

Sus palabras siguen siendo tan expresivas como elocuentes cuando afirmaba, para referirse al ambiente que impregnaba el avance de la ideología nazi: “la mentira extiende descaradamente sus alas y la verdad ha sido proscrita; las cloacas están abiertas y los hombres respiran su pestilencia como un perfume”.

Del mismo modo, el creador del psicoanálisis Sigmund Freud, igualmente judío de origen, había manifestado, antes huir de Viena para vivir en Londres: “Nunca se sabe adónde se irá por ese camino. Primero uno cede en las palabras, después poco a poco en la cosa misma”.

Han pasado ya nueve décadas, pero el deber de recordar aquellos hechos ignominiosos se ha convertido en un imperativo moral que no podemos eludir. Ignorarlos u olvidarlos sería un acto de negligencia. Máxime, teniendo en cuenta la fuerza que está adquiriendo en los últimos años el discurso xenófobo y ultranacionalista de la extrema derecha.

En última instancia, tal y como advertía el Premio Nobel de Literatura José Saramago: “Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos. Sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizás no merezcamos existir”.

 es Catedrático de Filosofía el derecho. Bioética e Inteligencia artificial, Universidad Pública de Navarra

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

 

Hannah Arendt, una voz que sigue resonando con fuerza

. Catedrático de Filosofía el derecho. Bioética e Inteligencia artificial., Universidad Pública de Navarra

Nacida en Hannover (Alemania) en 1906, Hannah Arendt, hija de comerciantes judíos acomodados y secularizados, fue capaz de pensar su época examinándola con entera libertad, sin renunciar a un insobornable espíritu crítico. A pesar de tener que exilarse por el ascenso del nacionalsocialismo, se convirtió en una de las teóricas políticas más relevantes del siglo XX.

Siendo adolescente, ya con 14 años había leído obras de Immanuel Kant. Su biografía, tan procelosa como apasionada, nos permite saber que en 1924 inició los estudios universitarios en Marburgo donde conoció a Martin Heidegger. Con él mantuvo una estrecha relación intelectual y sentimental. Después siguió estudiando filosofía en Friburgo, y obtuvo el doctorado en Heidelberg en 1928 con la tesis El concepto del amor en San Agustín.

Sin embargo, la persecución de los judíos impulsada por Adolf Hitler a partir de 1933, nada más llegar al poder, la obligó a trasladarse a París, donde trabajó activamente para ayudar a jóvenes judíos que aspiraban emigrar a Palestina. Cuatro años después, el régimen nazi le retiró la nacionalidad y vivió como apátrida hasta que obtuvo la nacionalidad estadounidense en 1951, gracias a la cual pudo desarrollar una intensa actividad profesional.

Periodista, profesora, intelectual

Además de ejercer como periodista sobre temas políticos y sociales en diversos medios de comunicación, Arendt fue profesora en las universidades de Nueva York, Chicago, Columbia y Berkeley. En 1959 se convirtió en la primera mujer que impartió docencia en la Universidad de Princeton. En todo momento defendió públicamente que “no hay pensamientos peligrosos. Pensar, en sí mismo, es peligroso”.

A este respecto, el filósofo Hans Jonas, amigo personal y autor de la célebre obra El principio de responsabilidad, en la que criticaba abiertamente la evolución seguida por la ciencia moderna y los riesgos que conlleva el uso de la tecnología, se refería a ella afirmando: “Pensar era su pasión, y para ella pensar era una actividad moral”.

Su condición de testigo de una época histórica, caracterizada por la violencia de las dos guerras mundiales durante la primera mitad del siglo XX, motivó que Arendt fuera muy consciente de la fragilidad de los derechos y de la vulnerabilidad a la que se veían sometidos permanentemente los ciudadanos. Los enemigos de la libertad cambian, pero no desaparecen, insistía una y otra vez. De ahí su determinación y compromiso intelectual con su tiempo.

Con la destreza propia de un cirujano, utilizaba su capacidad de análisis como si fuera un bisturí certero y preciso con el objetivo de diseccionar la realidad que la circundaba. Celosa de su integridad e independencia, Arendt no cedió a las presiones de su entorno cultural. Siempre rechazó identificarse con cualquier ideología, incluida la sionista.

Tanto sus palabras aceradas, que se convertían en dardos dirigidos a una diana siempre en movimiento, como sus frases incisivas parecían destellos que surgían a modo de “relámpagos de pensamiento”. No es de extrañar que, con motivo de la fundación del Estado de Israel, afirmase sin ambages: “Nunca en mi vida he ‘amado’ a ningún pueblo o colectivo, ni al pueblo alemán, ni al francés, ni al norteamericano, ni a la clase obrera, ni a nada semejante. En efecto, solo ‘amo’ a mis amigos y el único género de amor que conozco y en el que creo es el amor a las personas”.

Trabajadora infatigable, amén de escritora de pluma ágil, publicaba artículos semanales en The New Yorker a través de los cuales insistía en la relevancia de defender “el derecho a tener derechos”. Entre sus obras principales destacan: La condición humanaEichmann en Jerusalén: Un estudio sobre la banalidad del mal y Hombres en tiempos de oscuridad.

El totalitarismo de ayer y hoy

En 1951 publicó Los orígenes del totalitarismo, un estudio exhaustivo en el que exponía tanto la génesis como el desarrollo histórico del antisemitismo, el imperialismo y los totalitarismos. A través de sus páginas evidenciaba la estrategia y argucias que habían seguido entonces los líderes de masas para conseguir la adhesión de acólitos con el fin de convertirlos en súbditos pasivos y silentes.

Era una estrategia nada distinta, por otra parte, de la que practican ahora numerosos dirigentes políticos, con frecuencia populistas, que tratan de seducir a los votantes con estratagemas y falsedades continuas. Como precisaba la pensadora alemana, antes de acceder al poder para “encajar la realidad en sus mentiras, su propaganda se halla caracterizada por su extremado desprecio por los hechos como tales”.

En la actualidad, a pesar de haber transcurrido casi medio siglo desde su muerte, la voz de Arendt sigue resonando con fuerza. No es de extrañar que la profesora de Ética de la UNED, Amelia Valcárcel, considere que en los últimos años “nuestro mundo está siendo interpretado y entendido con sus categorías e ideas”. De hecho, la mayor parte de los grandes temas objeto de estudio por parte del pensamiento político de nuestra época están presentes en la obra de Arendt.

Entre ellos cabe mencionar las propuestas que planteaba en Verdad y mentira en la política con el fin de evitar que los ciudadanos se vieran reducidos tan solo a la condición de empleados y consumidores, al tiempo que una especie de apatía moral se extendiera cada vez más entre la población.

Adelantada a su tiempo

Podría decirse que Arendt fue, en palabras de Friedrich Nietzsche, una especie de “parto prematuro”. Y, sin embargo, a pesar de los avatares y adversidades que tuvo que afrontar a lo largo de su vida, hizo gala permanente de una impecable autonomía a la hora de defender sus principios morales. De ahí que ni su criterio personal ni el espíritu crítico que regían sus decisiones palidecieran en ningún momento.

De hecho, a pesar de recibir con el paso del tiempo diversos premios y homenajes por el rigor y profundidad de sus obras de teoría política, tanto en varios países europeos como en Estados Unidos, fue consciente de que “nada es más transitorio en nuestro mundo, menos estable y sólido, que esa clase de éxito que trae consigo fama; nada acontece más deprisa y más rápidamente que el éxito”.

Cuando el actual presidente de EE. UU., Joe Biden, comenzó su primer mandato como senador, escribió a Hannah Arendt el 28 de mayo de 1975 para pedirle una copia de Verdad y mentira en la política. Ahí la escritora analizaba las mentiras que generaba la maquinaria de la publicidad, así como la influencia del marketing en la manipulación de la vida política. El ensayo también anticipaba la eclosión y proliferación indiscriminada de las fake news.

Una muestra elocuente de su lucidez quedó reflejada en uno de sus últimos diarios, donde la pensadora alemana escribió: “La muerte es el precio que pagamos por la vida que hemos vivido. Es de miserables no querer pagar ese precio”.

Catedrático de Filosofía el derecho. Bioética e Inteligencia artificial., Universidad Pública de Navarra

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

Enseñar a leer y entender: estrategias para la comprensión lectora

, Titular de Universidad de Psicología Evolutiva y de la Educación, Universidad Pública de Navarra

A los alumnos de primaria españoles les cuesta entender lo que leen.

Es la conclusión de los resultados del último informe de la Asociación Internacional para la Evaluación de Rendimiento Educativo (IEA) sobre el progreso de los estudiantes de cuarto de primaria en comprensión lectora. Este estudio (llamado PIRLS por sus siglas en inglés) evalúa las tendencias en el nivel de aprendizaje de los estudiantes, se desarrolla cada cinco años desde el 2001 y España participa desde 2006.

Comprender un texto es una tarea académica y constituye la base para aprender otras materias. Precisamente por esto nos preguntamos qué estamos haciendo mal y de qué manera se puede mejorar esta comprensión lectora.

Podemos utilizar, por ejemplo, esquemas de textos prototipos que nos permitan conocer cómo se organiza el texto. Incluir números, subrayados con distintos colores, etc., con la finalidad de ayudar a identificar al lector cuáles son las ideas principales y las ideas secundarias. Finalmente, plantearnos preguntas sobre el contenido que se acaba de leer.

Una lectura más profunda y activa

Los docentes disponemos de métodos contrastados para mejorar la comprensión. Estos métodos se basan en que los estudiantes empleen estrategias que les permitan leer de manera más activa y profunda. Destacamos algunas de ellos, propuestos por el equipo del psicólogo de la educación estadounidense Roger H. Bruning, una referencia en este campo:

  1. Promover la colaboración y la interacción entre los estudiantes para facilitar el aprendizaje mutuo.
  2. Fomentar un intercambio de preguntas y respuestas, creando un diálogo entre el docente y los estudiantes.
  3. Aprovechar las interacciones lúdicas con el objetivo desarrollar habilidades de aprendizaje autónomo.
  4. Desarrollar la comprensión de lectura a través del análisis y la comprensión de los conceptos clave presentes en el texto.

Una lectura por etapas

La mejora de la comprensión lectora se desarrolla a lo largo de tres etapas:

  1. En los momentos iniciales, antes de empezar a leer, podemos aplicar estrategias previas a la lectura. Por ejemplo: recapitular todo lo que ya conocemos del tema que vamos a leer, es decir, activar nuestros conocimientos previos; animarnos hacer predicciones –como por ejemplo “qué pasaría si…”–, anticipar posibles finales a un texto, hipotetizar sobre situaciones. Finalmente, plantearnos preguntas sobre qué sabemos sobre el texto al que nos enfrentamos. Por ejemplo, si voy a leer un texto del cambio climático qué sé del cambio climático.
  2. Estrategias durante la lectura: identificar partes relevantes del texto (con subrayados), utilizar estrategias de apoyo y repaso que nos ayuden a comprender y retener la información del texto. Por ejemplo, elaborar resúmenes, tomar notas, crear esquemas o mapas conceptuales, generar preguntas sobre el contenido, buscar definiciones de palabras desconocidas, entre otras.
  3. Finalmente, cuando terminamos de leer un texto es posible aplicar otras estrategias posteriores a la lectura. Por ejemplo: identificar la idea principal, crear un resumen esquemático, formular nuevas preguntas y responder a las formuladas al inicio del texto.

Algunas recomendaciones prácticas

El prestigioso psicólogo educativo estadounidense Richard Mayer recomienda utilizar organizadores previos para incrementar la comprensión lectora, enseñar estrategias importantes de modo explícito y animar a sus estudiantes a leer, a ser lectores activos y aprendices activos de vocabulario.

En esta línea, el psicólogo Fernando Doménech Betoret propone cinco estrategias básicas para fomentar la comprensión lectora:

  1. Determinar la importancia de lo que se está leyendo: subrayar con distintos colores la idea principal y las ideas secundarias, por ejemplo.
  2. Resumir la información: crear un texto nuevo diferente que represente la idea original del texto.
  3. Realizar inferencias: los textos dejan cosas sin decir y la comprensión depende de que deduzcamos la información no presente.
  4. Generar preguntas: los lectores competentes suelen hacerse preguntas sobre su comprensión.
  5. Supervisar la comprensión de forma constante, no esperar al final: los lectores competentes saben cuándo comprenden y cuándo no comprenden.

Algunas aplicaciones y páginas webs

Por último, los docentes pueden utilizar en sus clases diferentes aplicaciones que fomentan la comprensión lectora de forma lúdica y creativa:

  1. ReadUp: Aprender a leer y mejorar la lectura, Aprender a leer 2 Grin y Uipi.
  2. OXBOOKS, Cuentos cortos por OX.
  3. Galexia, Mejora de la Fluidez Lectora.
  4. Read Along, Sistema Lea.

También disponemos de materiales elaborados por los propios docentes que difuden en blogs. Algunas consejerías de Educación están elaborando materiales que los docentes pueden aplicar en sus aulas.

Finalmente, podemos fomentar la comprensión lectora desde clase y casa, con el uso de diversas estrategias que ayuden a los lectores a comprender, analizar y relacionarse con los textos de manera efectiva. Al aplicar estrategias específicas, los lectores pueden mejorar su capacidad para extraer significado, interpretar información y construir un conocimiento sólido a partir de lo que leen.

Titular de Universidad de Psicología Evolutiva y de la Educación, Universidad Pública de Navarra

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

Movimientos revolucionarios colombianos: ¿hubo radicalización violenta o captación forzosa?

The ConversationSergio García Magariño, investigador del Instituto I-Communitas (Institute for Advanced Social Research-Instituto de Investigación Social Avanzada) de la Universidad Pública de Navarra (UPNA)

Foto de Flavia Carpio en Unsplash

Tiempo estimado de lectura: 2 minutos

Quienes viven en entornos rurales suelen estar más arraigados e integrados en comunidades. Por ello, los grupos guerrilleros adoptan una narrativa que conecta con esa realidad. Ellos plantean ser los únicos verdaderos defensores de la comunidad.

El conflicto colombiano es tan popular como complejo. Además, el estudio empírico de las formas de reclutamiento y de los procesos de radicalización violenta hacia los diferentes grupos armados, principalmente las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN), no ha estado exento de dificultades. Algunos académicos incluso han planteado que la noción de radicalización violenta no sirve para ese contexto, puesto que la incorporación a los grupos armados sería el resultado de un reclutamiento forzado o forzoso.

Sin embargo, quienes se han acercado al conflicto desde enfoques etnometodológicos plantean un panorama distinto. Aseguran que, aunque pudiera haber casos de reclutamiento forzoso, gran parte de los jóvenes que se unían a las FARC, al menos en las últimas etapas, lo hacían por la convicción de que la lucha armada era la única vía que les quedaba a los campesinos para reivindicar sus derechos, especialmente los relacionados con el uso de la tierra. Incluso, intentan desmitificar la noción de que quienes se unen a las FARC lo hacían por una expectativa económica. No niegan la adquisición de estatus como elemento motivacional para algunos jóvenes, especialmente frente a los no campesinos, pero rechazan la tesis de la oportunidad económica.

Al analizar el proceso de adhesión al otro grupo guerrillero más popular de Colombia, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), de naturaleza eminentemente urbana, suele haber más apertura para aplicar la noción de radicalización violenta. Según el Center for Internacional Cooperation and Security (CICS) de la Universidad de Standford, sus orígenes, vinculados a movimientos estudiantiles y religiosos, así como algunos de sus fundadores y líderes históricos, han hecho que se le considere un grupo altamente ideologizado que combinaría el marxismo-leninismo y la teología de la liberación. En cuanto al perfil de los militantes, con el tiempo ha ido cambiando. De tener una militancia estudiantil, sindical y religiosa, ha pasado a engrosar sus filas explotando dos canteras: la ola de refugiados venezolanos y disidentes de las FARC.

Las vías de adhesión

Tras esta breve exploración de las FARC y el ELN de Colombia, se aplicará al caso la teoría esbozada en Violencia, política y religión: una teoría general de la radicalización violenta. Aunque el perfil de los militantes de estas dos organizaciones y las sendas que han conducido a las personas a unirse a las mismas sigue siendo un tema que requiere mayor estudio empírico, se podrían tipificar las supuestas vías de adhesión de la siguiente forma: captaciones forzosas, la convicción de que la lucha armada es la única vía para reivindicar los derechos campesinos, defender a los pobres con armas aduciendo interpretaciones religiosas, la búsqueda de incentivos económicos, deseo de estatus, lograr la justicia social mediante la lucha revolucionaria y encontrar sentido a través del activismo juvenil.

Estructura moral

Tal como se puede observar, menos en el caso del reclutamiento forzoso, donde no existiría un acto voluntario de radicalización, los otros pueden desglosarse a la luz de las nociones de estructura moral y de comunidad de propósito.

En cuanto a la estructura moral, esta tiene diferentes componentes que operan de forma sincrónica y sofisticada: conceptos, pautas de comportamiento, competencias de control emocional, motivaciones que dan dirección al propósito, análisis de las consecuencias de diferentes opciones, lenguaje.

En relación a los conceptos, en todos los casos señalados habría algunas nociones que se han interiorizado. Considerar que la lucha armada es la única vía para defender los derechos campesinos, por ejemplo, es una concepción. Asimismo, la adopción del marxismo-leninismo revolucionario como ideología política o acercarse, doctrinalmente desde una perspectiva religiosa, a la teología de la liberación (que incluye el uso de la violencia con fines políticos) implicaría también la interiorización de conceptos. Incluso quien se une a las FARC por incentivos económicos mantiene un concepto, aunque implícito, de que cualquier trabajo, aunque entrañe daño a otros y uso de la violencia, es legítimo, puesto que la búsqueda de la subsistencia individual y familiar sería un fin para el que todos los medios estarían justificados.

Algo similar puede decirse de quien busca estatus o protección uniéndose a la guerrilla: todo vale, con tal de tener reconocimiento y protección y de ganarse el respeto.

Las pautas de comportamiento, sentimiento y pensamiento, interiorizadas mediante procesos de socialización, también jugarían un papel importante, puesto que un número mucho más grande de personas que de militantes mantendría convicciones similares a las anteriores, pero un porcentaje muy pequeño decide dar el paso de la acción violenta. Aquí, quienes han experimentado procesos de mayor violencia (intrafamiliar, entrenamiento de artes marciales o militar, criminalidad) o tienen familiares, amigos y vecinos previamente radicalizados con quienes mantienen lazos estrechos, tendrían mayor probabilidad de dar el paso. Para ellos, la violencia no solo está justificada, sino que es familiar y saben ejercerla.

Las competencias de control emocional, la capacidad de analizar las consecuencias de diferentes cauces de acción y la posesión de un lenguaje rico para poder reflexionar con profundidad también son esenciales. Quienes no pueden controlar sus emociones, especialmente la ira, son menos introspectivos y tienen menos recursos cognitivos para reflexionar, dan el paso con mayor facilidad ante circunstancias similares. Los jóvenes estudiantes, por ejemplo, que sienten un resentimiento abstracto ante un enemigo idealizado (demonizado) son más vulnerables, sobre todo cuando no tienen conceptos o valores fuertes que deslegitiman el uso de la violencia.

Vinculación a una comunidad de propósito

En un segundo nivel se puede identificar con claridad también el papel que juega la vinculación a una comunidad de propósito. La radicalización hacia los grupos guerrilleros de Colombia no se produce en un vacío relacional, sino que acontece en grupo. La individualización de la vida colectiva y el desarraigo es más fuerte en los núcleos urbanos que en los rurales de Colombia. Por ello, los movimientos estudiantiles, sindicalistas y religiosos son una cantera importante para generar identidad y propósito y entrenarse en las dinámicas de la acción colectiva.

Los grupos radicalizados, además, proporcionan un entorno de mayor cohesión interior y sensación de solidaridad. La individualidad se difumina. Por ello, quienes adoptan una estructura moral más proclive a la violencia, cuando encuentran un grupo al que integrarse, canalizan más fácilmente su deseo de acción. Asimismo, la pertenencia a estos grupos moldea la estructura moral para legitimar la acción violenta. Los jóvenes, que se encuentran en una disponibilidad biográfica que favorece el activismo, por carecer de otros compromisos conyugales y familiares, son más fáciles de captar que los adultos con familia.

Quienes viven en entornos rurales suelen estar más arraigados e integrados en comunidades. Por ello, los grupos guerrilleros adoptan una narrativa que conecta con esa realidad. Ellos plantean ser los únicos verdaderos defensores de la comunidad. Estas referencias se acercan a las de los grupos yihadistas, cuando sostienen que actúan en nombre de la Umma imaginaria, de la comunidad de fieles transnacional.

Por ello, unirse a un grupo guerrillero desde una zona rural campesina también se relaciona con la inclusión dentro de una comunidad de propósito de la que extraer sentido, entrenamiento, reconocimiento, fuerza e identidad. De hecho, las zonas rurales han experimentado un proceso de erosión cultural como consecuencia de las fuerzas procedentes de la modernización, por lo que las propuestas que incluyen la pertenencia a un grupo y la provisión de identidad adquieren gran importancia.

Sergio García Magariño, Investigador de I-Communitas, Institute for Advanced Social Research, Universidad Pública de Navarra

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

La exclusión social, una bola que crece en España con cada crisis

Miguel Laparra Navarro, profesor titular del área de Trabajo Social y Servicios Sociales e investigador del I-COMMUNITAS – Institute for Advanced Social Research de la Universidad Pública de Navarra

Imagen de Myriams-Fotos en Pixabay
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La “desconexión digital”, que afecta a uno de cada tres hogares, la mayor parte por falta de habilidades para el manejo de los dispositivos, es el nuevo proceso de exclusión social más relevante de este cuarto de siglo: es el nuevo analfabetismo del siglo XXI, que explica esa evolución en el mercado de trabajo.

¿Es hoy más difícil salir de la exclusión social? Es la pregunta que nos hacemos y que respondemos con un rotundo sí. Después de dos crisis intensas, la financiera de 2008-2014 y la de la Covid-19, y la irrupción de la última crisis, la de la inflación, se constata que el impacto sobre la exclusión social en España crece. De hecho, si la exclusión severa afectaba al 6,3 % de la población en España en 2007, ese porcentaje se duplica hasta un 12,7 % en 2021, afectando a 6 millones de personas.

Son datos que, ya en la primavera del 2022, apuntaba el informe de la Fundación Foessa. Se trata de la aproximación estadística al fenómeno de la exclusión social en España más completa que existe y que analiza, a través de 37 indicadores, no solo sus dimensiones económicas (los ingresos, el empleo o el consumo), sino también los derechos de ciudadanía (políticos y sociales, como educación, salud o vivienda) y las propias relaciones sociales interpersonales (situaciones de aislamiento y conflicto social). Toda una innovación metodológica en la que participa la Universidad Pública de Navarra y una buena herramienta para radiografiar la sociedad española en este largo periodo de crisis sucesivas.

Evolución del porcentaje de población en exclusión severa

Evolución del porcentaje de población en exclusión severa.
Fuente a partir de EINSFOESSA 2018 y 2021 (página 603)

¿Cómo nos han afectado las crisis vividas?

En resumen, mal. La reducción de la actividad económica a partir de 2008 se trasladó al desempleo y sus efectos sociales se vieron agravados por las políticas de austeridad y los recortes sociales, el llamado “austericidio”. La crisis de 2020 fue más intensa en reducción del PIB (una caída del 11 %), pero afectó menos al empleo (1/5 parte que la anterior) gracias a las políticas públicas y, de forma muy especial, a los ERTE, que llegaron a 3,5 millones de trabajadores, y a las ayudas a 1,5 millones de autónomos, que salvaron la inmensa mayoría de estos empleos.

Sin embargo, otras medidas para la población más vulnerable, como el Ingreso Mínimo Vital o las moratorias en alquileres e hipotecas, tuvieron mucho menor impacto del previsto.

Actualmente, hablamos ya de una tercera crisis, de naturaleza energética preferentemente, que se plasma en el aumento generalizado de los precios, especialmente de algunos productos básicos como la energía, la alimentación o la vivienda, que hacen que los hogares más vulnerables no puedan afrontar los suministros y se vean en situación de pobreza después de pagar el alquiler o en riesgo de pérdida de la vivienda o de un desahucio.

Nos encontramos sumidos, pues, en una dinámica en la que crisis económicas sucesivas generan un fuerte impacto que pone en riesgo la cohesión social. A lo que hay que sumar que, en los periodos de recuperación intermedios, no se han logrado superar los problemas generados y recuperar los niveles de igualdad y de integración social. Se ha producido así un efecto “bola de nieve” que hace que nos enfrentemos cada vez más a procesos de exclusión social no solo más amplios, sino también más intensos, con más acumulación de problemáticas diversas en los hogares, y más prolongados, con riesgo de cronificación.

Solo si somos conscientes de estos cambios y enfrentamos la cuestión con la prioridad que merece, mejorando la calidad de las políticas de inclusión, estaremos en condiciones de revertir esta perversa dinámica.

La transformación tecnológica pasa factura

Obviamente, cada crisis tiene su propio perfil. La crisis de la Covid-19 afectó de forma especial a diversos aspectos sanitarios. El 40 % de la población expresaba que su estado de ánimo había empeorado con la pandemia y quienes manifestaban tener problemas de salud mental habían pasado del 11% en 2018 al 14 % en 2021. Además, la proporción de hogares que no compraban medicinas o prótesis que necesitaban, o dejaba tratamientos o dietas, pasó del 9 % al 15 % en esa crisis.

Pero más allá del impacto de cada crisis, a partir de los análisis de la Fundación Foessa también pueden verse otros factores constantes que muestran sus efectos en el largo plazo. La gran transformación tecnológica, basada en la digitalización y las tecnologías de la información, se intensificó con la pandemia. Y este proceso, a pesar del discurso oficial, sí esta dejando gente atrás.

Los empleados menos cualificados tienen cinco veces más probabilidades de perder su puesto que los profesionales y técnicos. Y, una vez en el desempleo, es más difícil volver al trabajo: si en 2007 el 50 % de los parados encontraban un empleo antes de un año, en 2020 ese porcentaje se reducía al 29 %, y de ahí el aumento de la proporción de desempleados de larga duración.

La “desconexión digital”, que afecta a uno de cada tres hogares, la mayor parte por falta de habilidades para el manejo de los dispositivos, es el nuevo proceso de exclusión social más relevante de este cuarto de siglo: es el nuevo analfabetismo del siglo XXI, que explica esa evolución en el mercado de trabajo.

Porcentaje de hogares que han perdido alguna oportunidad por no tener posibilidad de conectarse a internet

Porcentaje de hogares que han perdido alguna oportunidad por no tener posibilidad de conectarse a internet.
Fuente a partir de EINSFOESSA 2021 (página 606)

¿A quién afecta la exclusión social?

El perfil de los sectores más afectados se ha mantenido bastante constante en todo este periodo, pero cada vez se amplían más las diferencias respecto del resto. La incidencia de la exclusión social severa es el doble en los hogares cuya sustentadora principal es una mujer (26 %), afecta principalmente a la infancia (22 %) y a las personas de menor nivel formativo (la ESO ya no es un nivel educativo suficiente que prevenga de la exclusión). Golpea también especialmente a las personas con problemas de salud mental (20 %) y repercute más en los barrios desfavorecidos (25 %).

Pero, sin duda, es el factor étnico el que más discrimina: un 38 % de la población inmigrante de origen extracomunitario está en situación de exclusión social severa y la incidencia en la comunidad gitana es todavía mayor.

En definitiva, todo un reto para la sociedad española que debemos afrontar seriamente porque hoy la exclusión social es más dura, más persistente, más crónica. Y no nos conviene.

Miguel Laparra Navarro, Profesor Titular del Departamento de Sociología y Trabajo Social, Universidad Pública de Navarra

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

Las redes 6G lo cambiarán todo

Francisco Javier Falcone Lanas, catedrático de Teoría de la señal y comunicaciones y  director del ISC- Instituto Smart Cities de la Universidad Pública de Navarra

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay
Tiempo estimado de lectura: 2 minutos.

 

Un ejemplo: en el caso de 6G las señales inalámbricas (…) pueden servir no sólo para enviar información, sino también para localizar objetos, máquinas y personas con elevados grados de precisión, incluso en interiores. También para poder determinar el ritmo de respiración cardíaca de una persona.

Los teléfonos móviles, en su mayoría inteligentes, se han convertido en un elemento cotidiano de nuestro día a día. Nos asisten en multitud de tareas: comprar online, elegir la mejor ruta para poder acudir a una reunión, consultar nuestro saldo bancario y estar al tanto de las últimas tendencias. Todo esto es posible gracias a que son plataformas de procesamiento de información con capacidad de almacenamiento, comunicación e interacción con el entorno circundante. Además, integran diferentes tipos de sensores, como cámaras y acelerómetros.

Nuestros teléfonos son un miembro más de un conjunto de elementos dentro del concepto de internet de las cosas (IoT, por sus siglas en inglés). Gracias a las capacidades cada vez mayores de integración electrónica y de gestión de la información de las redes de comunicaciones, permiten que prácticamente cualquier dispositivo cuente con conectividad a internet, en cualquier lugar y momento.

El internet de las cosas ya cuenta con redes de sensores desplegadas por nuestras ciudades, entornos suburbanos y rurales. Así, monitoriza sistemas de transporte de mercancías, redes de distribución de luz, agua y gas y salud de infraestructuras como puentes. También asiste la gestión y el control de los sistemas de automatización en edificios.

Estas redes dependen de manera fundamental de las capacidades de las redes de comunicaciones inalámbricas y móviles, que posibilitan un despliegue ubicuo y, en función de la red de comunicaciones empleada, capacidades de movilidad.

¿Cómo debe ser una red inalámbrica?

Las redes inalámbricas han de poder garantizar la conectividad considerando condiciones de canal variables, tanto por la propia naturaleza inalámbrica del canal como por el comportamiento del usuario (por ejemplo, chatear dentro de un vagón de metro en el subsuelo).

Dado que hay una gran variedad de dispositivos conectables y de condiciones de operación (según el tipo de tráfico, tamaño del dispositivo y limitaciones de energía), contamos con diferentes redes:

  1. Redes de sensores (Low Power Wide Area Network, LPWAN, como LoRa/LoRaWAN o Sigfox).
  2. Redes inalámbricas de área local (Wireless Local Area Networks, coloquialmente conocidas como wifi).
  3. Redes de área corporal o personal (Bluetooth y Near Field Communications-NFC para identificación o pagos con el móvil).
  4. Las propias redes móviles.

En el caso de estas últimas nos encontramos inmersos en el despliegue de las redes 5G. Más concretamente, las que operan en las bandas de microondas por debajo de 6 GHz (conocida como NR FR1).

Desde que el 4 de abril de 1973 se realizó la primera llamada desde un teléfono celular, las redes móviles han evolucionado hasta convertirse en redes IP nativas, con capacidades de transmisión de datos de varios gigabits por segundo, con retardos en el entorno de milisegundos que permiten gestionar servicios diversos.

Todo ello, además, pendientes de que las nuevas evoluciones de la red 5G (fundamentalmente el despliegue de las redes en bandas milimétricas, 5G NR FR2) sean por fin una realidad.

Hacia el 6G

Entonces, ¿qué diferencia la red 6G de las generaciones previas?

La red 5G es ideal para manejar aplicaciones del internet de las cosas, ya que permite velocidades de transmisión que sirven para la gran mayoría de las aplicaciones y cuenta con tiempos de respuesta aptos para aquellas aplicaciones que son críticas en tiempo real.

La red 6G, cuyas primeras versiones operativas se proyectan para 2030, plantea velocidades de transmisión de datos en el rango de un terabit por segundo, latencias de 0,1 milisegundos, soporte de conectividad para vehículos con velocidades hasta 1000 km/h y niveles de fiabilidad del 99,99999 %.

Esto posibilita múltiples aplicaciones: sistemas de control en tiempo real de robots, conectividad masiva de todo tipo de dispositivos (electrodomésticos, mobiliario urbano, wearables, bicicletas), hasta 107 dispositivos por kilómetro cuadrado y la implementación de entornos de realidad mixta y realidad extendida, con aplicaciones tan espectaculares como las comunicaciones holográficas.

En este contexto surge en la definición de las redes 6G el concepto de capacidades conjuntas de comunicaciones y sensado como un claro elemento diferenciador e innovador.

Un ejemplo: en el caso de 6G las señales inalámbricas pueden alcanzar frecuencias en el orden de 3 THz (con propiedades más cercanas al infrarrojo que a las frecuencias de microondas y ondas milimétricas). Esto quiere decir que pueden servir no sólo para enviar información, sino también para localizar objetos, máquinas y personas con elevados grados de precisión, incluso en interiores. También para poder determinar el ritmo de respiración cardíaca de una persona.

De esta manera, la red 6G pasa a ser mucho mas que una red de comunicaciones y se convierte en un elemento vertebrador de nuevas formas de interacción, tanto con nuestro entorno real como en entornos virtuales. Eso sí, tendremos que esperar un tiempo para que se desarrollen tanto la tecnología como el contexto socioeconómico y cultural en el que conviviremos.

Francisco Javier Falcone Lanas, Director del Instituto de Investigación de Smart Cities. Profesor del Área de Teoría de la Señal y Comunicaciones del Departamento de Ingeniería Eléctrica, Electrónica y de Comunicación., Universidad Pública de Navarra

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

Ok, Google: ¿de verdad me importa mi privacidad?

Mónica Cortiñas, Profesora Titular Comercialización e Investigación de Mercados, Universidad Pública de Navarra (UPNA).

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Siri y Alexa se han colado en nuestras vidas: nos acompañan en nuestros smartphones, altavoces inteligentes, sistemas de navegación y dispositivos de domótica. Son asistentes virtuales de gran utilidad en muchos contextos. Por ejemplo, para utilizar nuestros teléfonos mientras cocinamos o para facilitar el acceso a internet a personas con diversidad funcional. Sin embargo, su uso no está exento de riesgos. Algunos, que quizá desconozcamos.

¿Hasta qué punto arriesgamos nuestra privacidad con ellos? ¿Realmente nos importa perder nuestra intimidad?

 

La cara B de los asistentes virtuales

 

Dada la variedad de dispositivos en los que se incorporan, es difícil tener cifras precisas sobre la penetración de asistentes virtuales en la actualidad. En el mercado americano más del 50 % de los hogares tiene ya un altavoz inteligente y en España las cifras se sitúan en torno al 7 %.

Hablamos de asistentes virtuales que funcionan con un conjunto de sistemas y algoritmos que reconocen el lenguaje natural y ejecutan distintas tareas. Pero, además de recopilar datos personales de la misma forma que otras aplicaciones, estos asistentes recogen un tipo de información especialmente sensible: las grabaciones de voz.

Aunque están diseñados para activarse únicamente cuando se mencionan los términos clave (“hey Siri”, “Alexa”), estos términos no siempre se detectan de manera correcta y los dispositivos pueden llegar a despertarse entre 20 y 40 veces en un día. Como resultado, realizan grabaciones de entre 6 segundos y 2 minutos antes de desconectarse.

¿Qué ocurre en esos casos? Las empresas desarrolladoras tienen permiso para escuchar estas grabaciones (recordamos, realizadas en nuestros salones, cocinas y alcobas) con el fin de mejorar sus algoritmos. En algunas ocasiones estas grabaciones han sido cedidas a empresas de terceros, e incluso filtradas a la prensa, con el consiguiente revuelo.

 

¿Nos preocupa nuestra privacidad… o no tanto?

 

Según datos del CIS, al 75 % de los ciudadanos españoles le preocupa la protección de sus datos. Sin embargo, no siempre actuamos de forma coherente y no hay evidencias de que premiemos o utilicemos en mayor medida aquellas aplicaciones más transparentes o respetuosas con nuestros datos.

Este fenómeno, denominado “la paradoja de la privacidad”, tiene distintas explicaciones.

  1. Sabemos los riesgos, pero los asumimos porque el servicio que nos ofrecen nos resulta útil. Alternativamente, y de un modo más irracional, porque los beneficios que obtenemos son inmediatos, mientras que los riesgos en seguridad son costes futuros.
  2. No somos conscientes de esos riesgos y utilizamos esos servicios sin conocer las potenciales consecuencias.

 

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Estudiando la paradoja de la privacidad

 

Para aclarar cuál de estas dos posibilidades predomina, la Universidad Pública de Navarra ha iniciado una investigación –pendiente de publicación– que mide en la red social Twitter el impacto de las noticias positivas y negativas relacionadas con la privacidad de los asistentes virtuales.

El objetivo no es otro que arrojar luz sobre la paradoja de la privacidad: si las noticias generan un impacto significativo en el tipo de conversación generada, será evidente que los usuarios no eran previamente conscientes de estos riesgos.

Para ello, este proyecto ha generado una base de datos de dos años de tuits que mencionan los asistentes de Google, Apple y Amazon (más de 600 000) y la ha cruzado con una base de datos de noticias positivas y negativas sobre los asistentes para este periodo. A continuación se estudió el volumen de conversación antes, durante y después de las noticias, así como el sentimiento medio que expresaban esos tuits (basado en el tipo de lenguaje que se utiliza).

Se observó que, en general, los aspectos ligados a la privacidad están poco presentes en la conversación: solo se mencionan en el 2 % de los casos, aunque esta cifra se duplica en el caso de Apple, marca que pone un énfasis mayor en el tratamiento de los datos personales.

Por otra parte, las noticias negativas sobre privacidad tienen un fuerte impacto, tanto en el volumen de conversación como en el sentimiento medio, que se hace más negativo. Las noticias positivas no tienen ningún efecto. Además, el impacto de las noticias negativas es mucho más fuerte para Apple que para Google, lo que indica que posicionarse en privacidad tiene sus riesgos, ya que los usuarios van a reaccionar más negativamente ante problemas relacionados con este ámbito.

Por tanto, los resultados de esta investigación indican que los usuarios no somos conscientes de los riesgos que asumimos y reaccionamos muy negativamente cuando se ponen al descubierto. Esto nos deja dos conclusiones principales:

  1. Los individuos debemos ser más activos recabando información sobre los servicios que utilizamos.
  2. Las administraciones deben asumir un mayor papel en la educación y control de los asistentes virtuales, ya que es improbable que sean las plataformas las que informen mejor a sus usuarios.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

 

¿Qué hace que las ciudades y los edificios sean vulnerables al frío y al calor?

Laura Carlosena, Profesora Ayudante Doctor Departamento de Ingeniería, Universidad Pública de Navarra (UPNA) y Mat santamouris, Anita Lawrence Chair of High Performance Architecture, Professor, UNSW Sydney.

Try_my_best / Shutterstock

¿Se ha preguntado alguna vez por qué su vivienda se enfría mucho en invierno, pero luego en verano parece absorber todo el calor?

Debido al cambio climático, cada vez son más frecuentes las condiciones climáticas extremas en verano y en invierno. En estas circunstancias, necesitamos sentirnos lo más confortables posible en nuestras ciudades, en nuestras casas y en los lugares de trabajo. Pero ¿están los edificios adaptados a los cambios de temperatura?

 

Características de las construcciones

 

Desde antiguo, el ser humano ha buscado resguardo cobijándose en cuevas o construyendo refugios para protegerse. Este tipo de soluciones son el resultado de adaptarse al entorno y al clima.

El comportamiento de los edificios depende principalmente de su forma y de los materiales de construcción. La relación entre la superficie y el volumen del edificio determina cómo de expuesto está al exterior. En muchos casos, la forma viene dada por normativas urbanísticas como la altura máxima o los límites de parcela.

Cómo fluye el calor a través de los materiales es clave. Esta propiedad se conoce como conducción térmica. La elección de los materiales de fachadas y cubiertas determinará cuánto calor entrará del exterior al interior.

Parte de los materiales de construcción son muy absorbentes y tienen una alta capacidad térmica, es decir, conducen muy bien el calor y lo acumulan. Dentro de este tipo encontramos las piedras, cerámicas y hormigones, muy comunes en los revestimientos de fachada.

Por el contrario, los materiales aislantes como la madera o las lanas minerales no dejan pasar el calor. Este tipo de materiales evitan que los edificios ganen o pierdan calor; actúan como barrera frente al exterior.

 

Edificios poco eficientes

 

Los edificios situados en climas con invierno y verano tienen necesidades opuestas a lo largo del año. Sin embargo, la fachada es la misma. ¡Imaginemos vestir todo el año con ropa de invierno! Cuando pensamos a escala de ciudad ocurre algo parecido. Hay plazas que son muy agradables en invierno y que en verano son un auténtico horno.

Según datos de la Unión Europea, el 75 % de los edificios no son energéticamente eficientes. Esto significa que necesitan más energía para alcanzar niveles térmicos adecuados. Es decir, sus habitantes gastarán más dinero en calentarlos o enfriarlos.

Además, en verano el 20 % de los edificios no consiguen niveles adecuados de confort, es decir, están por encima de 25 ℃. Esto se debe a que reciben grandes cantidades de radiación solar, no pueden ventilarse o no cuentan con sistemas de aire acondicionado adecuados.

En inverno, un 8 % de la población está en ambientes interiores con temperaturas por debajo de los 20 ℃, según datos del 2021. En España el número era de 10,9 %, aunque la crisis energética puede haber cambiado estos datos.

En España, la primera normativa que incluía un apartado de mejora de eficiencia energética es de 1979. Pero más de la mitad de los edificios de vivienda se construyó antes de esa fecha.

Desde 2006, el Código Técnico de la Edificación (CTE) ha buscado mejorar la calidad de la construcción. Además, incluye puntos relacionados con el consumo energético y la demanda energética. Su aplicación ha mejorado el sector de la edificación en España.

Actualmente se busca que los edificios no consuman casi energía o incluso la generen. Parte de la solución consiste en aumentar el aislamiento. Sin embargo, hay estudios que alertan de que puede llevar a una falta de confort térmico en verano.

Un caso muy sonado en España fue el de unas viviendas en Bilbao que alcanzaron 30 ℃ en el interior durante el verano. Por lo tanto, es crítico estudiar el diseño de fachadas y el aislamientos, así como las instalaciones del edificio.

Reducción de la pérdida de calor en un edificio mediante el aislamiento de la pared con losas de lana mineral y poliestireno expandido. Shutterstock / ROMAN DZIUBALO

Ciudades y nuevos materiales

 

Del mismo modo que ocurría con los edificios, el clima urbano depende de la forma y de las propiedades de los materiales. Los materiales de los edificios, las aceras, parques, árboles y las carreteras determinan cuánta radiación solar se absorberá. Además, la forma generará o no zonas de sombra y cambiará los flujos de aire.

El asfalto, el hormigón y los pavimentos absorben el calor, calentando nuestras calles. A este fenómeno se le conoce como isla de calor urbana. En zonas rurales las temperaturas suelen ser inferiores. El calor acumulado en las ciudades hace que en invierno se reduzcan los consumos de calefacción. Sin embargo, en verano puede que necesitemos encender el aire acondicionado.

Para reducir la isla de calor se han propuesto materiales reflectantescubiertas verdes y zonas de vegetación.

Los materiales reflectantes reflejan la luz solar y pueden reducir la temperatura ambiente hasta 3 ℃. Además, aplicados en cubiertas reducen hasta un 20 % la demanda de refrigeración.

No obstante, los materiales reflectantes pueden aumentar la demanda de calefacción en invierno. Por ello, actualmente se están investigando materiales que adapten sus propiedades: que reflejen el calor en verano y lo absorban en invierno.

Un estudio simuló a escala de ciudad durante los meses de invierno el impacto de los materiales reflectantes y de los que cambian sus propiedades. Los primeros bajaban 1,1 ℃ la temperatura. Sin embargo, si se empleaban materiales adaptativos la temperatura aumentaba 0,4 ℃.

El asfalto en las calzadas produce el efecto isla de calor en las ciudades. Shutterstock / Peter de Kievith

¿Hacia dónde nos dirigimos?

 

Que nuestras ciudades y edificios se adapten al clima es esencial sobre todo si las temperaturas siguen en aumento. Escoger los materiales adecuados es crucial. Tienen un impacto sobre los consumos energéticos de los edificios y en el confort de la ciudad.

La solución para edificios antiguos es mucho más compleja. En algunos casos, bastará con mejorar los sistemas de refrigeración y calefacción, en otros será necesario renovar la fachada o la cubierta.

Hoy en día es más fácil tomar estas decisiones ya que disponemos de herramientas de simulación para edificios y ciudades. Podemos probar el impacto de casi cualquier estrategia antes de aplicarla. Todavía queda mucho camino por recorrer en este campo, en concreto, midiendo y evaluando las medidas ya implementadas para encontrar nuevas vías de mejora que nos permitan diseñar espacios más confortables.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

Los hongos son la materia prima del futuro

Lucía Ramírez. Catedrática. Departamento de Producción Agraria. Grupo de investigación Genetics and Microbiology Research Group, Universidad Pública de Navarra (UPNA).

Shutterstock / Emily Eriksson

Su presencia en la cultura humana se remonta a la noche de los tiempos. Desde la más remota antigüedad, los hongos del bosque se han usado como alimentos y fármacos. El hombre de las nieves, Ötzi, descubierto en la frontera ítalo-austriaca, llevaba, hace más de 5 000 años, hongos secos en su equipaje como apoyo medicinal.

En la medicina tradicional china e india los hongos juegan un papel fundamental, y especies como Ganoderma lucidum son la base de importantes trabajos de investigación en la búsqueda de glucósidos anticancerígenos.

Un uso alternativo de los hongos es el que cuentan que hizo Agripina de la seta venenosa Amanita phalloides para agasajar a su hermano Calígula y, de paso, despejar el camino imperial a su hijo Nerón.

 

Las necesidades del futuro

 

Hoy, los hongos se muestran más importantes que nunca. El futuro de nuestra especie requiere una transición ecológica urgente, objetivo prioritario de la Unión Europea para alcanzar la neutralidad climática en 2050. Para lograrlo, hay importantes iniciativas en marcha para recuperar la biodiversidad del planeta; para transformar el actual modelo alimentario en un sistema sostenible , y para impulsar la economía circular. Los hongos juegan un papel crucial si queremos que estos objetivos se cumplan.

Ellos son los principales descomponedores de biomasa, además, son una fuente de proteínas alternativa para la alimentación de una humanidad que crece, y son esenciales para la estabilidad de los sistemas forestales.

Por todo esto, están, más que nunca, en el punto de mira de la ciencia.

En el grupo de investigación de Genética, Genómica y Microbiología GenMic, de la Universidad Pública de Navarra (UPNA) trabajamos desde hace treinta años en la biología molecular, la genética y la genómica de las setas (basidiomicetos superiores), para desarrollar aplicaciones en estos campos.

 

Los hongos más desconocidos

 

Hay dos grupos de hongos: los ascomicetos, que se presentan generalmente como organismos unicelulares (levaduras) o filamentosos (mohos), y los basidiomicetos, que producen cuerpos fructíferos grandes (setas) asociados en su mayoría a plantas formando micorrizas.

Los ascomicetos han sido ampliamente estudiados, ya que a este grupo pertenecen especies tan importantes desde el punto de vista tecnológico como la levadura del pan, del vino y la cerveza (Saccharomyces cerevisiae), la levadura Candida albicans y el hongo filamentoso Aspergillus fumigatus, causantes, entre otras cosas, de infecciones oportunistas en humanos.

En el grupo de los ascomicetos también están los productores de antibióticos, como la penicilina (Penicllium notatum), y la ciclosporina (Tolypocladium inflatum) o la lovastatina (Aspergillyus terreus), utilizada como medicamento contra el colesterol.

Sin embargo, el segundo grupo de hongos, los basidiomicetos, son mucho menos conocidos, y nuestro grupo de trabajo se ha especializado en ellos.

 

En busca de nuevos fármacos y productos industriales

 

En cualquier bosque de nuestro entorno, en otoño o primavera, se pueden ver en el suelo, o creciendo sobre los troncos de los árboles, diversos tipos de setas que reflejan una enorme red de filamentos invisibles.

Esta red es la biomasa vegetativa que forman las setas. De hecho, el mayor organismo vivo identificado en la tierra es un hongo basidiomiceto (Armillaria ostoyae) cuyo micelio cubre una superficie de más de 900 hectáreas en un bosque de Oregón.

La gran variedad de ecosistemas forestales con su diversidad de interacciones con plantas, animales, bacterias y otros hongos permite suponer que los basidiomicetos de estos ecosistemas, que aparecen como bisagra entre el reino vegetal y animal, han de producir una inexplorada variedad de enzimas y de metabolitos secundarios que pueden enriquecer el arsenal de fármacos y productos industriales del que actualmente disponemos.

Una de las líneas de trabajo de nuestro grupo es identificar esas enzimas de interés producidas por basidiomicetos para producirlas y usarlas en aplicaciones industriales o farmacéuticas.

 

Atrapar el carbono imitando a los hongos

 

Los hongos son, junto con animales y plantas, el tercer grupo de organismos macroscópicos de nuestro mundo. Comparten con las plantas su inmovilidad, aunque, a diferencia de ellas, no son capaces de hacer la fotosíntesis, por lo que deben descomponer la materia de su entorno para alimentarse.

Este sistema para obtener alimento hace de los hongos los principales agentes descomponedores de la biomasa vegetal, y les convierte en esenciales en el ciclo del carbono en los ambientes forestales.

Los hongos basidiomicetos han tenido un papel fundamental en la acumulación geológica de depósitos de carbono en forma de combustibles fósiles. Incluso se ha asociado la aparición de un grupo de ellos (los llamados de podredumbre blanca) al fin de esta acumulación y, por tanto, al final del periodo carbonífero. Esto refleja el enorme trabajo de reciclaje de biomasa en el planeta, a lo largo de toda su historia, que han desarrollado estos hongos.

Nuestro grupo ha colaborado intensamente con el Joint Genome Institute de la Universidad de California en proyectos de secuenciación genómica y metagenómica de basidiomicetos. Queremos identificar nuevas variantes de enzimas y procesos que nos permitan comprender mejor el ciclo del carbono y desarrollar aplicaciones a partir de esas enzimas fúngicas que intervienen en él.

 

Cultivar níscalos y trufas negras

 

Son un alimento rico en proteínas y altamente apreciado en gastronomía. Sin embargo, a día de hoy, muchas especies no se pueden cultivar. El boleto (Boletus edulis), el níscalo (Lactarius deliciosus) y la trufa negra (Tuber melanosporum) son algunos ejemplos.

Hay otras especies que sí se han logrado cultivar, como el champiñón (Agaricus bisporus), la seta ostra (Pleurotus ostreatus), la de cardo (P. eryngii), el Shiitake (Lentinula edodes) y muchas otras también muy apreciadas en la cocina y el mercado.

Nuestro grupo ha participado en el desarrollo de herramientas genéticas y moleculares para mejorar el cultivo y la producción de la seta ostra. Conseguimos la secuenciación de su genoma en un proyecto de colaboración internacional desarrollado en el JGI.

Ahora estamos trabajando para entender la compleja reproducción de los basidiomicetos, y esto nos permitirá desarrollar estrategias para su manipulación y para inducir la fructificación en cultivos de setas que hasta ahora sólo se pueden recolectar estacionalmente.

 

Los biocombustibles como futuro

 

La seta ostra P. ostreatus es un hongo de podredumbre blanca (white rot) que degrada la lignina de la madera. Al degradarla, deja la celulosa accesible al ataque por otros microorganismos y enzimas.

Estas enzimas ponen a disposición de los procesos fermentativos la enorme cantidad de carbono almacenado en la lignocelulosa: el principal depósito de carbono sobre la Tierra.

Este proceso es de enorme interés para el tratamiento biológico de residuos vegetales y forestales que permitirá la obtención de biocombustibles de segunda generación.

Nuestro grupo participó en la secuenciación del genoma de Serpula lacrymans en un proyecto que permitió arrojar luz sobre el mecanismo por el que este tipo de hongos realiza su función ecológica.

 

Nuevos alimentos y nuevos vestidos

 

Para terminar, miremos al futuro de la alimentación y del vestido. Los hongos pueden producir nuevas proteínas que complementen o sustituyan a las de origen animal en forma de suplementos o de base para producir alternativas a la carne con un mayor aporte de fibra y una ausencia total de colesterol.

Pero quizá un reciente avance espectacular ha sido la utilización de hongos para producir alternativas al cuero en la fabricación no sólo de complementos (bolsos de alta gama, zapatillas deportivas) sino también de líneas de moda como la presentada recientemente por Stella McCartney en Paris basada en el uso de cuero vegano de hongos.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

La exclusión social, una bola que crece en España con cada crisis

Miguel Laparra Navarro, Profesor Titular del Departamento de Sociología y Trabajo Social, Universidad Pública de Navarra (UPNA).

Reparto de comida organizado por asociaciones de inmigrantes en Madrid en diciembre de 2022. Shutterstock / davidxlacalle

¿Es hoy más difícil salir de la exclusión social? Es la pregunta que nos hacemos y que respondemos con un rotundo sí. Después de dos crisis intensas, la financiera de 2008-2014 y la de la Covid-19, y la irrupción de la última crisis, la de la inflación, se constata que el impacto sobre la exclusión social en España crece. De hecho, si la exclusión severa afectaba al 6,3 % de la población en España en 2007, ese porcentaje se duplica hasta un 12,7 % en 2021, afectando a 6 millones de personas.

Son datos que, ya en la primavera del 2022, apuntaba el informe de la Fundación Foessa. Se trata de la aproximación estadística al fenómeno de la exclusión social en España más completa que existe y que analiza, a través de 37 indicadores, no solo sus dimensiones económicas (los ingresos, el empleo o el consumo), sino también los derechos de ciudadanía (políticos y sociales, como educación, salud o vivienda) y las propias relaciones sociales interpersonales (situaciones de aislamiento y conflicto social). Toda una innovación metodológica en la que participa la Universidad Pública de Navarra y una buena herramienta para radiografiar la sociedad española en este largo periodo de crisis sucesivas.

 

Evolución del porcentaje de población en exclusión severa

 

Evolución del porcentaje de población en exclusión severa. Fuente a partir de EINSFOESSA 2018 y 2021 (página 603)

¿Cómo nos han afectado las crisis vividas?

 

En resumen, mal. La reducción de la actividad económica a partir de 2008 se trasladó al desempleo y sus efectos sociales se vieron agravados por las políticas de austeridad y los recortes sociales, el llamado “austericidio”. La crisis de 2020 fue más intensa en reducción del PIB (una caída del 11 %), pero afectó menos al empleo (1/5 parte que la anterior) gracias a las políticas públicas y, de forma muy especial, a los ERTE, que llegaron a 3,5 millones de trabajadores, y a las ayudas a 1,5 millones de autónomos, que salvaron la inmensa mayoría de estos empleos.

Sin embargo, otras medidas para la población más vulnerable, como el Ingreso Mínimo Vital o las moratorias en alquileres e hipotecas, tuvieron mucho menor impacto del previsto.

Actualmente, hablamos ya de una tercera crisis, de naturaleza energética preferentemente, que se plasma en el aumento generalizado de los precios, especialmente de algunos productos básicos como la energía, la alimentación o la vivienda, que hacen que los hogares más vulnerables no puedan afrontar los suministros y se vean en situación de pobreza después de pagar el alquiler o en riesgo de pérdida de la vivienda o de un desahucio.

Nos encontramos sumidos, pues, en una dinámica en la que crisis económicas sucesivas generan un fuerte impacto que pone en riesgo la cohesión social. A lo que hay que sumar que, en los periodos de recuperación intermedios, no se han logrado superar los problemas generados y recuperar los niveles de igualdad y de integración social. Se ha producido así un efecto “bola de nieve” que hace que nos enfrentemos cada vez más a procesos de exclusión social no solo más amplios, sino también más intensos, con más acumulación de problemáticas diversas en los hogares, y más prolongados, con riesgo de cronificación.

Solo si somos conscientes de estos cambios y enfrentamos la cuestión con la prioridad que merece, mejorando la calidad de las políticas de inclusión, estaremos en condiciones de revertir esta perversa dinámica.

 

La transformación tecnológica pasa factura

 

Obviamente, cada crisis tiene su propio perfil. La crisis de la Covid-19 afectó de forma especial a diversos aspectos sanitarios. El 40 % de la población expresaba que su estado de ánimo había empeorado con la pandemia y quienes manifestaban tener problemas de salud mental habían pasado del 11% en 2018 al 14 % en 2021. Además, la proporción de hogares que no compraban medicinas o prótesis que necesitaban, o dejaba tratamientos o dietas, pasó del 9 % al 15 % en esa crisis.

Pero más allá del impacto de cada crisis, a partir de los análisis de la Fundación Foessa también pueden verse otros factores constantes que muestran sus efectos en el largo plazo. La gran transformación tecnológica, basada en la digitalización y las tecnologías de la información, se intensificó con la pandemia. Y este proceso, a pesar del discurso oficial, sí esta dejando gente atrás.

Los empleados menos cualificados tienen cinco veces más probabilidades de perder su puesto que los profesionales y técnicos. Y, una vez en el desempleo, es más difícil volver al trabajo: si en 2007 el 50 % de los parados encontraban un empleo antes de un año, en 2020 ese porcentaje se reducía al 29 %, y de ahí el aumento de la proporción de desempleados de larga duración.

La “desconexión digital”, que afecta a uno de cada tres hogares, la mayor parte por falta de habilidades para el manejo de los dispositivos, es el nuevo proceso de exclusión social más relevante de este cuarto de siglo: es el nuevo analfabetismo del siglo XXI, que explica esa evolución en el mercado de trabajo.

Porcentaje de hogares que han perdido alguna oportunidad por no tener posibilidad de conectarse a internet

Porcentaje de hogares que han perdido alguna oportunidad por no tener posibilidad de conectarse a internet. Fuente a partir de EINSFOESSA 2021 (página 606)

¿A quién afecta la exclusión social?

 

El perfil de los sectores más afectados se ha mantenido bastante constante en todo este periodo, pero cada vez se amplían más las diferencias respecto del resto. La incidencia de la exclusión social severa es el doble en los hogares cuya sustentadora principal es una mujer (26 %), afecta principalmente a la infancia (22 %) y a las personas de menor nivel formativo (la ESO ya no es un nivel educativo suficiente que prevenga de la exclusión). Golpea también especialmente a las personas con problemas de salud mental (20 %) y repercute más en los barrios desfavorecidos (25 %).

Pero, sin duda, es el factor étnico el que más discrimina: un 38 % de la población inmigrante de origen extracomunitario está en situación de exclusión social severa y la incidencia en la comunidad gitana es todavía mayor.

En definitiva, todo un reto para la sociedad española que debemos afrontar seriamente porque hoy la exclusión social es más dura, más persistente, más crónica. Y no nos conviene.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.