Cuando la diabetes pasa de ser crónica a terminal

The ConversationArantxa Bujanda Sáinz de Murieta, profesora e investigadora del Departamento de Ciencias de la Salud de la Universidad Pública de Navarra (UPNA)The Conversation


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las personas con diabetes solo tienen acceso como máximo a cuatro tiras de glucosa al día, insuficientes para un control adecuado.

La diabetes es considerada una enfermedad crónica tratable, pero puede convertirse en una sentencia de muerte en contextos con menores recursos. Este contraste se hizo evidente durante mi estancia en Sudáfrica, donde observé cómo el acceso limitado a tratamientos y educación sanitaria pone en peligro la vida de miles de personas. Esta realidad subraya las profundas desigualdades en el manejo de enfermedades crónicas a nivel mundial.

Vivir con diabetes y sin recursos

Con el objetivo de evitar complicaciones a corto y largo plazo, las personas con diabetes deben controlar sus niveles de glucosa en sangre. En muchos países los sistemas de salud pública ofrecen acceso a todo tipo de tratamientos y tecnologías. Un ejemplo de ello son los monitores continuos de glucosa, que han revolucionado la gestión de la enfermedad. Estos dispositivos permiten un seguimiento constante de los niveles de azúcar en sangre, mejoran la calidad de vida y reducen riesgos asociados a la diabetes.

No en todos los países sucede igual y en Sudáfrica la realidad es muy distinta. A pesar de que el sistema público de salud, del que depende más del 80 % de la población, garantiza el acceso a insulina y tiras de medición de glucosa, estos recursos son limitados y obsoletos.

Por ejemplo, las insulinas disponibles son versiones más antiguas que tardan entre 30 y 60 minutos en actuar, comparadas con los entre 10 y 15 minutos de las insulinas modernas. Este retraso puede parecer pequeño, pero en la práctica complica enormemente el control diario.

Además, las personas con diabetes solo tienen acceso como máximo a cuatro tiras de glucosa al día, insuficientes para un control adecuado. A eso hay que sumar que los laboratorios farmacéuticos recientemente han dejado de fabricar este tipo de insulinas en formato de pluma. Esto hace que los pacientes tengan que volver a utilizar viales y jeringuillas, lo que dificulta aún más ajustar la dosis.

Estas limitaciones de recursos condenan a muchas personas a vivir con miedo constante a las complicaciones e, incluso, a una muerte prematura.

Desigualdades más allá del sistema de salud

No obstante, la desigualdad en el manejo de la diabetes no solo depende de los recursos médicos disponibles. El entorno en el que nacemos y vivimos también juega un papel determinante en nuestra capacidad para enfrentarnos a una enfermedad crónica.

El control de una enfermedad como la diabetes requiere mucho más que medicación: también requiere apoyo social, psicológico y económico. No todos los pacientes tienen el privilegio de poder contar con una red que les ayude a gestionar su enfermedad.

Imaginemos por un momento a una persona que lucha diariamente por conseguir comida o a otra que busca un sitio donde cobijarse todas las noches. En ese contexto, ¿cómo podemos esperar que se preocupe por controlar su diabetes? El resultado es que las recomendaciones estándar de tratamiento, diseñadas para países con mayores recursos, son inaccesibles para quienes viven en condiciones de pobreza.

Recuerdo especialmente el caso de un paciente que no sabía contar los hidratos de carbono que ingería, algo clave en el manejo de la diabetes. Durante la consulta, la médica me comentó que en ocasiones anteriores le habían ofrecido enseñarle, pero que él no había mostrado interés. Su vida estaba dominada por el trabajo y el cuidado de sus hijos pequeños. Sin embargo, ese día expresó su voluntad de aprender y nos dijo: “Es que quiero vivir”.

Un desafío para los sanitarios

Los propios profesionales sanitarios en Sudáfrica están limitados en su capacidad de proporcionar un tratamiento adecuado. La falta de recursos dificulta un tratamiento adecuado: con solo cuatro mediciones diarias de glucosa es imposible identificar patrones claros y ajustar las dosis de insulina con precisión.

Además, los resultados de los análisis de sangre a menudo no llegan a tiempo (anticuerpos, hemoglobina glicosilada), lo que agrava aún más la situación.

Aun en este contexto de restricciones, los profesionales realizan un esfuerzo admirable para garantizar la mejor atención posible. Para ello buscan soluciones y hacen todo lo posible por mitigar las complicaciones asociadas a esta enfermedad.

Es hora de actuar

Es urgente que las organizaciones internacionales, los gobiernos y las sociedades civiles trabajen para reducir estas brechas. Las tecnologías para el manejo de la diabetes no deberían ser un lujo exclusivo de los países o personas con mayor poder adquisitivo que pueden permitirse seguros privados.

Necesitamos avanzar hacia un modelo de salud global que no solo se limite a proveer lo básico, sino que también garantice que las personas puedan vivir dignamente con su enfermedad y con independencia de su lugar de nacimiento.

Lograr este objetivo requiere un esfuerzo coordinado. Es necesario aumentar la inversión en tecnologías accesibles, establecer programas de educación en salud y promover políticas que prioricen la equidad. Al mismo tiempo, es crucial empoderar a las comunidades afectadas y proporcionar apoyo social y psicológico que permita a los pacientes tomar el control de su enfermedad.

Nos gusta decir que la salud es un derecho humano fundamental, pero en la práctica el acceso a un tratamiento adecuado sigue siendo un privilegio para muchos. Debemos trabajar para que ese derecho sea una realidad tangible para todos sin importar su ubicación geográfica o su condición económica. La vida de las personas con esta u otras enfermedades no debe estar determinada por el azar.

En estas condiciones no es exagerado decir que la diabetes, que en otros contextos es una enfermedad crónica tratable, se puede convertir en una enfermedad terminal. No debería ser así.

Arantxa Bujanda, Enfermera especializada en diabetes, Universidad Pública de Navarra

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

La muerte perinatal, un ciclón devastador

The ConversationBlanca Marín, Sara Furtado y Paula Escalada, profesoras e investigadores del Departamento de Ciencias de la Salud de la Universidad Pública de Navarra (UPNA)The Conversation

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A pesar de que una de cada cuatro gestaciones termina en algún tipo de pérdida perinatal, esta experiencia sigue siendo un tema tabú. Este silencio cultural impide a muchas mujeres recibir el apoyo necesario, perpetuando la invisibilización de su dolor.

La pérdida perinatal supone para muchas madres un final doloroso de sus sueños y esperanzas que les hace vivir una tiempo de soledad, duda personal y sentimiento de fracaso.

Un estudio realizado por investigadoras de la Universidad Pública de Navarra busca dar sentido a esta experiencia desde la perspectiva de las mujeres que la han sufrido.

Basada en un análisis cualitativo, proponemos una teoría específica para guiar a los profesionales en su atención y cuidado, brindando un marco para comprender este complejo fenómeno desde el ámbito de la enfermería.

Una catástrofe repentina

Nuestra investigación emplea una analogía entre las pérdidas perinatales y los ciclones tropicales, ya que ambos son fenómenos que irrumpen con fuerza y de manera inesperada, rompiendo el equilibrio existente.

Ambos, a su vez, provocan nuevas pérdidas asociadas, porque el contexto y el entorno se ven afectados como en una onda expansiva. Finalmente, dejan un silencio a su paso, como si el no nombrar estos fenómenos y sus consecuencias evitaran el sufrimiento ante lo ocurrido.

De la misma manera que los ciclones dejan desolación, la pérdida del bebé arrasa con la ilusión de las madres, sus planes de futuro e, incluso, una parte de sí mismas que estaba relacionada con la proyección que habían creado de su maternidad.

Por eso, la pérdida no solo afecta a su presente, sino también a la vida futura que ellas habían imaginado con él.

Según nuestro estudio, la respuesta emocional no depende tanto del tiempo gestacional de la madre, sino de otros factores, como experiencias de pérdidas previas, la edad de la mujer, el tipo de fecundación, la gestación o el significado que tenía para ella ese embarazo.

Siete fases habituales

Del análisis de datos y entrevistas realizadas durante la investigación, identificamos siete fases y tres áreas de intervención que rodean a la mujer que influyen en sus vivencias de la pérdida perinatal.

Fases en la pérdida perinatal.
Sara Furtado et al.

Nos referimos a la fase previa al impacto (antes de la pérdida perinatal), fase de impacto (momento del diagnóstico), fase de emergencia (atención hospitalaria), fase de alivio o luna de miel (regreso a casa), fase de desilusión o inventario (tras los primeros días en casa, momento en el que se hace palpable la realidad de la pérdida), fase de reconstrucción y recuperación (elaboración del duelo) y fase de secuelas (afecciones a nivel físico y/o psicológico que se pueden prolongar en el tiempo).

Tres áreas de intervención

Ante el suceso de la pérdida y siguiendo la analogía con los ciclones, la teoría propuesta establece tres áreas de intervención. La primera es el área de salvamento o zona caliente, relacionada con la familia más cercana. Aquí es donde se encuentra el punto de impacto y donde la desestructuración del sistema es máxima.

La madre representa el elemento central de la pérdida, pero su pareja, los hermanos y abuelos del bebé fallecido también resultan afectados por el fenómeno.

En segundo lugar, se sitúa el área de socorro o zona templada, conocida también como zona segura. Es la zona limítrofe al área de salvamento y debe ser un espacio seguro y de transición entre la zona afectada y la zona libre de riesgo. Se corresponde con el área de actuación de los profesionales sanitarios durante el diagnóstico y atención posterior a la mujer.

Tres áreas de intervención ante la pérdida perinatal.
Sara Furtado et al.

Por último, se establece el área base o zona fría, representada por la sociedad. Aquí se organizan los apoyos disponibles, además, hace referencia al comportamiento de la sociedad en relación a la pérdida perinatal.

El papel de la sociedad

A pesar de que una de cada cuatro gestaciones termina en algún tipo de pérdida perinatal, esta experiencia sigue siendo un tema tabú. Este silencio cultural impide a muchas mujeres recibir el apoyo necesario, perpetuando la invisibilización de su dolor.

Reconocer y validar el duelo perinatal no solo beneficia a las mujeres que lo viven, sino que también contribuye a construir una sociedad más empática y humana.

Como el ciclón que arrasa con todo a su paso, esta experiencia puede transformar profundamente a quienes la afrontan, pero con el sostén adecuado, también puede ser una oportunidad para encontrar nuevas fuerzas y significados.

Estos resultados podrían ser utilizados como base teórica para los profesionales sanitarios a la hora de contemplar un cuidado individualizado de las mujeres en proceso de pérdida, así como una llamada de atención para la sociedad a la hora de visibilizar y proporcionar apoyo al duelo perinatal.

Sara Furtado Eraso, Profesora de Ciencias de la Salud_Área de enfermería, Universidad Pública de Navarra; Blanca Marin, Profesora Titular de Universidad, Universidad Pública de Navarra y Paula Escalada Hermández, Profesora Contratada Doctora. Universidad Pública de Navarra.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.