La biomasa forestal, fuente de energía sostenible
La biomasa forestal es el combustible más antiguo usado en el mundo, pero gestionado con criterios técnicos modernos. Leña, carbón vegetal, serrín, virutas… son productos que han sido tradicionalmente utilizados en talleres y hogares durante décadas, incluso siglos, para producir calor. Sin embargo, a partir de los años 60 del siglo XX, con la urbanización, el abandono de los pueblos y la reducción de la actividad en el medio rural, el origen de la principal fuente de calor ha ido pasando al gasoil y al gas natural. El uso de la leña ha quedado reducido al ámbito rural.
Sin embargo, hay una oportunidad única de recuperar y potenciar el uso de la biomasa forestal como una fuente de energía sostenible. Esto se debe a una combinación de factores: la gestión de los montes realizada en el pasado, la situación del mercado de los combustibles fósiles o el desarrollo tecnológico del sector, con nuevos tipos de combustible a partir de la leña y el serrín como astillas de tamaños homogéneos, briquetas y «pellets», que son pequeñas pellas cilíndricas de serrín prensado. Estos nuevos combustibles han homogeneizado e industrializado la oferta de biomasa y las nuevas calderas e instalaciones han aumentado la eficiencia de este combustible, con rendimientos del 85 o 90%, de tal forma que generan más calor por unidad de leña.
Estos factores explican por qué el uso de la biomasa forestal como energía se está extendiendo rápidamente en el ámbito rural y de las pymes (pequeñas y medianas empresas), aunque queda como reto su desarrollo en ambientes urbanos e industriales.
No obstante, el uso de la biomasa tiene que hacerse de forma sostenible, es decir, que no provoque un deterioro de las condiciones ambientales, económicas y sociales. En la actualidad, existen herramientas cualitativas y cuantitativas para valorar la sostenibilidad del uso de esta energía de forma combinada en los ámbitos ecológicos, económicos y sociales.
Sin embargo, los principales retos para la sostenibilidad de esta fuente de energía son triples: ambientales, económicos y sociales. Ambientalmente, hay que mantener el funcionamiento del ecosistema y la biodiversidad del bosque a largo plazo para asegurar que su capacidad productiva no se reduce. A ello se suma que, económicamente, es necesario asegurar que existe una demanda suficiente para mantener la producción de biomasa, sin que desborde la capacidad de producción del medio ambiente y del sector industrial. Finalmente, desde el punto de vista social, la biomasa tiene que ser utilizada de forma que se ponga en valor un recurso local y se potencie la economía y el empleo rural, sin poner en peligro otros usos del monte. En definitiva, la viabilidad de la biomasa como una fuente de energía sostenible depende de los condicionantes particulares de cada monte, usuario y zona.
Este post ha sido realizado por Juan A. Blanco Vaca, investigador del Instituto de Innovación y Sostenibilidad en la Cadena Agroalimentaria (IS-FOOD) de la UPNA y coordinador del libro «Usando la biomasa forestal como una fuente de energía sostenible»