#UPNAResponde/#NUPekErantzun: ¿Puede ayudar la resiliencia a salir mejor de esta situación?

Responde: Juan María Sánchez-Prieto, director del Instituto I-Communitas (Institute for Advanced Social Research-Instituto de Investigación Social Avanzada) de la Universidad Pública de Navarra (UPNA).

 

La resiliencia no sólo es la capacidad de resistir y recuperarse de un acontecimiento o proceso adverso. No es un concepto puramente estratégico que mire a restablecer el equilibrio, previendo los riesgos y anticipando desde la experiencia vivida las respuestas a situaciones de vulnerabilidad o cualquier tipo de desastre (Frerks et al., 2011). Lo que importa realmente no es hacer frente a la adversidad, ni siquiera superarla, sino la transformación positiva del propio sujeto, sistema o sociedad ante el infortunio, rehacerse verdaderamente. La resiliencia exige un cambio de mirada para acoger y hacer propia la desdicha de otros. Hemos de impregnar la política de la virtud de la compasión. La ‘política de la compasión’ difiere de la política meritocrática y distingue con claridad el mundo de la representación y el de la acción. El sufrimiento nunca es virtual, aunque se contemple en la distancia o la pantalla, y, a diferencia de la lástima, la compasión siempre es práctica, se implica para actuar sobre determinadas realidades, apela a gobiernos y ciudadanos, y debe movilizar a la opinión pública en ese compromiso de participación (Boltanski, 2007). La preocupación resiliente por el presente es el modo afectivo/efectivo de crear el futuro que se nos escapa. La resiliencia, lejos de consagrar estructuras o equilibrios del pasado, invita a ‘reconstruir mejor’.

La crisis del COVID-19 ha sido un acontecimiento inesperado que nos afronta brutalmente a ello. Europa y Estados Unidos se han convertido en poco tiempo en epicentro de la pandemia y del desastre ocasionado por el virus. La reacción ha sido de incredulidad, miedo social y pánico económico ante el colapso inminente, cuando se creía superada la crisis de 2008. El regreso a la realidad ha sorprendido a algunos gobiernos, que no supieron adoptar medidas preventivas a tiempo y han mostrado su ineficacia en plena gestión de la emergencia. En su declaración de guerra al enemigo invisible, los hiperlíderes no han resistido a la tentación de la propaganda y la unilateralidad, buscando el cierre de filas en torno a ellos. Pero la fuerza de los hechos ha permitido a la opinión pública celebrar el retorno del conocimiento cualificado frente a la posverdad fútil. Y en la experiencia vivida, hacerse cargo de la realidad de tantas personas de otros continentes que sufren confinamientos, cierre de fronteras, falta de recursos sanitarios y viven en la incertidumbre o conviviendo con la muerte indiscriminada de manera habitual. El virus invisible ha hecho ver realidades invisibles.

El virus nos encierra, pero, a diferencia de la antigua peste, esta distancia social ha sido capaz de crear un nuevo sentimiento colectivo de comunidad y fraternidad. Nadie se salva si se salva solo. La resiliencia social se ha manifestado más fuerte que la política, emplazada por su parte a situar responsablemente la vida de los individuos por delante de la economía sin convertir el escudo social en argumento de lucha ideológica. Los políticos están siendo poco sensibles al dolor de quienes no pueden acompañar en la muerte a sus mayores ni despedirse de ellos. Las democracias han de aprender a llorar mejor (Stow, 2017).  La crisis del COVID-19 deja a las democracias en una encrucijada donde su propia lectura de la resiliencia será decisiva. La primera elección supone una visión corta de la resiliencia, ligada a las ideas de resistencia y refuerzo de la vigilancia para adelantarse a la adversidad, vencerla y preservar a la sociedad y el Estado (Coaffee y Rogers, 2008; Jones et al. 2018), una concepción que habría salido reforzada de la crisis ante el aparente éxito de las técnicas de biovigilancia y «big data» aplicadas en algunos países asiáticos. Esta opción, aun salvando la voluntad de autolimitación del Estado, afianza las dictaduras digitales. La segunda es más ambiciosa e implica un rearme ético, no sólo para encarar con valentía el futuro, sino para edificarlo sobre bases auténticamente humanas.

La resiliencia puede alumbrar una democracia afectiva y compasiva, que haga prevalecer la unión y el entendimiento mutuo sobre la dinámica de mutuas exclusiones, las batallas de la identidad o el nuevo culto a la frontera, forzando a los políticos a asumir sus verdaderas responsabilidades: a) el mantenimiento del orden de libertad, sabiéndolo adaptar a las circunstancias cambiantes (siempre desde el respeto a las instituciones democráticas y la cultura de la libertad); y b) la preocupación efectiva por el bien común y el bienestar de todos, que conlleva ciertamente la mejora de la dura situación presente. El poder del algoritmo no nos vuelve inmunes, ni reduce la vulnerabilidad a cero. La resiliencia realmente tampoco, pero, al hacernos conscientes de nuestros límites, nos hace más humanos y, consiguientemente, más capaces de superarlos para lograr la transformación personal y social. La democracia consciente precisa, a su vez, de un ‘capitalismo consciente’ (Mackay y Sisodia, 2013), con una visión más amplia y un propósito superior, capaz de transformarse e implicarse en la construcción de un futuro más cooperativo, humano y esperanzador. Será el mejor antídoto frente a las nuevas tentaciones de estatalismo.

 

Referencias:

Boltanski. Luc (2007), La souffrance à distance. Morale humanitaire, médias et politique, París: Gallimard.

Coaffee, Jon y Peter Rogers (2008), “Rebordering the city for new security challenges: From Counter Terrorism to Community Resilience”, Space and Polity, 12: 101-118.

Frerks, Georg, Jeroen Warner y Bart Weijs (2011), “The politics of vulnerability and resilience”, Ambiente & Sociedade, 14: 105-122.

Jones, Richard; Raab, Charles; Szekely, Ivan (2018), “Surveillance and resilience: Relationships, dynamics, and consequences”, Democracy & Security, 14: 238-275.

Mackey, John y Sisodia, Rajendra (2013), Conscious capitalism, Boston, MA: Harvard Business School.

Stow, Simon (2017), American Mourning: Tragedy, Democracy, Resilience, Cambridge: Cambridge UP.

 

Nota: las personas interesadas podrán plantear a investigadores de la UPNA cuestiones relacionadas con el coronavirus o el estado de alarma a través del correo electrónico vicerrectorado.proyeccionuniversitaria@unavarra.es, incluyendo en el asunto #UPNAResponde/#NUPekErantzun.