Generación eléctrica distribuida, donde las energías renovables y la economía se dan la mano

La tristemente famosa planta nuclear de Fukushima constaba de seis reactores nucleares (cuatro de ellos, de 786 MW). En la vecina China, la presa de las Tres Gargantas es la de mayor capacidad de producción eléctrica en el mundo gracias a 32 generadores de 700 MW. Las dos cantidades son sorprendentemente similares a pesar de tratarse de tecnologías muy distintas. ¿No tendría sentido construir menos generadores de mayor tamaño? ¿O utilizar un número mayor producido en serie? Es posible hacerlo. De hecho, hay generadores de diferentes tamaños adaptados a cada necesidad, pero la principal restricción es económica y no técnica. Se busca que la energía eléctrica sea lo más barata posible y eso define cuál es el tamaño de generador más eficiente. Economía y tecnología se dan la mano en un equilibrio inestable y siempre cambiante.

La historia de la producción eléctrica ha venido marcada por un aumento considerable en el tamaño de las instalaciones de producción y de las propias empresas eléctricas. Las razones son múltiples, y de larga explicación, pero podemos decir que tienen su origen en una combinación de rentabilidad económica y limitaciones técnicas. El rápido desarrollo de las energías renovables ha servido para revivir este proceso delante de nuestros ojos. Por ejemplo, el tamaño de los aerogeneradores lleva dos décadas creciendo en busca de un menor coste para la energía producida. Cada unidad tiene un precio mayor, pero queda compensado por el incremento en la capacidad productiva. Esto tiene otras consecuencias económicas y sociales. Se hace difícil pensar que un particular utilice la energía eólica para producir su propia electricidad. El tamaño óptimo, el que produce la energía más barata, es demasiado grande.

¿Se trata de un hecho inevitable? ¿Se van a reproducir las mismas formas de producción y comercialización de la energía que hemos heredado del siglo XX? Lo cierto es que aún no lo sabemos. En el campo de la energía eólica, hay propuestas novedosas como la de la empresa holandesa Vandebron. Esta firma actúa como intermediara entre pequeños productores locales y los consumidores. La producción procede, principalmente, de grandes aerogeneradores, distribuidos en pequeños parques de dos a cinco aerogeneradores, que son propiedad de granjeros locales. El uso de nuevas tecnologías de comunicación y control permite que los consumidores elijan a quien desean como productor.

Pero la tecnología más revolucionaria en esta área es la solar fotovoltaica. Un gran parque solar sigue teniendo algunas ventajas y permite una reducción de costes respecto a un panel individual. Sin embargo, esta reducción es muy inferior a la que encontramos en otras tecnologías. Sumando los costes de la red de transporte y distribución, la ventaja empieza a ser dudosa. El mismo razonamiento puede aplicarse al almacenamiento de energía en baterías, una tecnología emergente de creciente importancia. Los modelos de acumuladores para el hogar, propuestos por empresas como Tesla o Nissan, puede ser más interesantes que una gran instalación de almacenamiento centralizado. El proyecto más importante en este sentido es la Virtual Power Plant, una colaboración público-privada promovida en 2018 por la administración del estado de South Australia. El objetivo es instalar paneles solares de 5 KW junto con baterías de 13,5 kWh en, al menos, 50.000 viviendas. Con una capacidad total de 250 MW, se trataría de la mayor instalación de generación distribuida del mundo. Cuando esté en funcionamiento, se espera que produzca energía a un coste un 30% inferior al actual y que contribuya decisivamente a mantener la estabilidad en el suministro eléctrico a los consumidores, un problema que también existe en otras zonas como el norte de Navarra.

Es muy difícil, más bien imposible, hacer predicciones cuando la tecnología está avanzando tan rápidamente.  Sin embargo, podemos estar seguros de que los mismos mecanismos económicos del siglo XX siguen actuando hoy en día. Es muy probable, salvo barreras legales insalvables, que el modelo más económico y eficiente triunfe. Y es posible que la generación distribuida tenga una oportunidad de convertirse en ese modelo.

 

Esta entrada ha sido elaborada por Ambros Liceaga Elizalde, miembro de la Comisión Ejecutiva del Instituto de Smart Cities (ISC) de la Universidad Pública de Navarra (UPNA), donde trabaja como investigador