El navarro Jerónimo de Ayanz, nacido en Guenduláin (Navarra), vivió desde 1553 a 1613 y fue un personaje que ni la imaginación ha conseguido emular. En un siglo, el de Oro, en el que abundaban en España los artistas y los militares, este hombre fue artista, militar, científico, ingeniero y político. Cuando se lee la biografía que Nicolás García Tapia escribió sobre él (cuya última edición ha sido publicada por la Universidad Pública de Navarra), no se comprende cómo no ha sido llevada su vida a la gran y pequeña pantalla; supongo que porque quien la viera pensaría que era pura ficción. Y como muestra, pasaré a enumerar sólo algunos de sus inventos patentados en septiembre de 1606 y otros quehaceres, ya que es el caso más atípico de todos. Era de procedencia noble y caballero de la Orden de Calatrava, poseía dos encomiendas que le rentaban sustanciosos beneficios, además de los que recibía por sus puestos en la corte, por su familia y por sus negocios e inventos, a los que debemos añadir los ingresos que obtuvo al emparentar, por boda, con una rica familia murciana por dos veces, puesto que, al morir su primera esposa, se casó con la hermana de la difunta. Sin embargo, en vez de entregarse a la relajación y el disfrute de las rentas, Jerónimo desplegó un sin fin de habilidades y trabajo que todavía hoy parecen increíbles.
Además de poeta, pintor (elogiado por Pacheco, el suegro y maestro de Velázquez), cantante (con una impresionante voz de bajo), lutier y músico (Lope de Vega alude a él en sus escritos), fue gobernador de Murcia y de Martos y auspició la creación de la Base Naval de Cartagena con parte de la flota de galeras que estaban en Barcelona para poder luchar así contra la piratería de la zona, entre otras medidas que tomó durante su mandato.
Como militar, era temido por los ejércitos contrarios dados su fuerza y valor, participando prácticamente en todas las campañas en las que España estuvo implicada en esos años. De su fortaleza, baste decir que fue llamado el Hércules español.
Fue administrador general de las minas del Reino de España, visitando todas las de la Península para solucionar sus problemas y ayudando a las de ultramar (Potosí, sobre todo) a distancia. Sus escritos sobre el tema y las soluciones que propuso para resolver los problemas planteados entonces tienen vigencia todavía hoy.
Inventó, en otros, destiladores de agua marina, el uso de la transmisión cardan en dichos destiladores, submarinos, campanas de buceo, escafandras de buceo, el aire acondicionado, el eyector de vapor, básculas para «pesar la pata de una mosca», equipos para medir el rendimiento mecánico, desaguadoras de minas empleando las mismas aguas contaminadas pero impidiendo su evacuación al exterior, molinos de sangre, molinos de rodillo, molinos de viento, molinos de barcas acoplados a norias, bombas de husillo, bombas de achique de barcos y hornos especiales para metalurgia, con especial atención a la ergonomía, rendimiento y mejoras ambientales, diseñándolos así “porque el humo ni la lumbre no den pesadumbre a los que trabajan”.
Descubrió la declinación magnética de la brújula (nordestear, decía Jerónimo), diseñó las primeras presas de arco y bóveda, etc.; y, aunque cualquiera de los ya citados daría para un libro el sólo, citaré dos con más detalle.
Traje de buzo. En agosto de 1602, ante el rey Felipe III, un buzo provisto de un traje diseñado por Jerónimo de Ayanz estuvo más de una hora andando por el fondo del río Pisuerga, a su paso por Valladolid, exactamente el tiempo que tardó el rey en aburrirse y ordenar que subiera, porque el buzo manifestaba estar perfectamente y poder continuar la hazaña. El equipo no consistía sólo en el traje realizado de forma específica para impedir la hipotermia del buzo, sino también el sistema de alimentación de aire de refresco al buzo, ideando incluso una «manguera» construida con tramos cortos de tubos de cobre con uniones articuladas. No existe en el mundo ningún registro anterior de tal proeza.
Máquina de vapor. Siempre hemos leído en los libros de texto y las enciclopedias la disputa franco/británica por atribuirse la paternidad del invento que marcó el inicio de una nueva era. Nunca los españoles habíamos entrado en la lid con fuerza ni razón, pero ahora lo hacemos para ganarla, porque, en la patente registrada y archivada en Simancas en septiembre de 1606, hace más de 400 años, se explica una máquina de vapor ideada por Jerónimo de Ayanz para desaguar las minas usando la fuerza del vapor.
La máquina se describe hasta el más mínimo detalle constructivo y estudios posteriores han demostrado su viabilidad y funcionalidad. Este hito histórico no ha sido reflejado en ningún libro de texto y va siendo hora de que ocupe su lugar en dichos libros y que nuestros estudiantes, cuando cursen historia (aunque cada vez se estudie menos), sepan que la máquina de vapor nació en España en 1606. Y de paso también va siendo hora de que este hecho se reconozca y sepa más allá de nuestras fronteras y, por fin, se coloque a los inventores españoles donde se merecen y demostrar que, si en el siglo de Oro en España nacieron los mejores pintores, escritores y artistas del mundo, los tecnólogos e inventores de entonces no tenían nada que envidiar a los de otros países. De hecho, la máquina de vapor de Savery es «un calco» de la de Jerónimo de Ayanz, a la que aplica la aspiración, algo que no funcionaba bien al no tener condensador separado. Jerónimo de Ayanz conocía este problema y, por eso, la alimentación de su máquina de vapor se hace desde una altura superior, es decir, la de Jerónimo de Ayanz es superior a la de Savery, ya que además contempla colocar varias máquinas en serie.
La Universidad Pública de Navarra (UPNA) ha rendido homenaje a este inventor polifacético, al bautizar con el nombre de Jerónimo de Ayanz la sede de sus institutos de investigación en el campus de Arrosadia, en Pamplona.
La entrada a este blog ha sido elaborada por Rafael Eugenio Romero García, miembro de la Asociación Española de Comunicación Científica y autor del libro “Ayanz, la increíble vida del Leonardo español”