¿Cómo deben responder la UE y la OTAN al ataque de Rusia?

Marta Rodríguez FouzUniversidad Pública de NavarraCesáreo Rodríguez-Aguilera de PratUniversitat de BarcelonaJosé Ángel López JiménezUniversidad Pontificia ComillasRafael García PerezUniversidad Pablo de OlavideRoger CampioneUniversidad de Oviedo y Sergio García MagariñoUniversidad Pública de NavarraKiev, Estatua de la Madre Patria, o más comúnmente conocida como Rodina-Mat
Foto de Petkevich Evgeniy en Pexels


A primera hora de la mañana de este jueves 24 de febrero de 2022, el presidente ruso Vladimir Putin ordenaba por televisión una “operación militar especial” contra Ucrania. Inmediatamente después se registraban explosiones en varios puntos del este del país y en Kiev, su capital, y las tropas rusas lanzaban ataques por tierra y aire. Hemos preguntado a varios expertos académicos cómo consideran que deberían reaccionar tanto la OTAN como la Unión Europea.


Rafael García Pérez

Profesor de Relaciones Internacionales, Universidad Pablo de Olavide

Han de responder con suma precaución. Ha estallado el conflicto. Se trata ahora de evitar su escalada. Limitar su extensión, duración y la intensidad de la violencia aplicada. Se impone una gestión política y estratégica frente a los medios militares, pero es dudoso que la OTAN y la UE dispongan de los recursos, y la voluntad, para hacerlo. También es dudoso que Rusia lo acepte.

Se han anunciado severas sanciones contra Rusia. Es evidente que también tendrán un profundo impacto en las economías europeas. Aquí también se debe ser prudente. Hay un riesgo cierto de recesión.


José Ángel López Jiménez

Profesor de Derecho Internacional Público, Universidad Pontificia Comillas

La historia de las relaciones entre Rusia y la UE, y Occidente en general, es una historia de sanciones durante la última década. No parecen haber constituido un desincentivo suficiente para el intervencionismo ruso en su extranjero próximo. Si, como parece en este momento, se van a a extender al acceso a los mercados financieros internacionales, a personas físicas y jurídicas afines al Kremlin, y en el ámbito tecnológico, pueden ser más lesivas que las que se han mantenido hasta ahora. No obstante, tendrán un efecto boomerang en los Estados y organizaciones internacionales sancionadoras, así como en la economía y el comercio internacionales.

La respuesta armada está descartada por parte de la OTAN y de Estados Unidos. Pero cuidado con los posibles efectos no buscados en incidentes militares colaterales en una zona muy convulsa (Kaliningrado, franja de Suwalki, Repúblicas Bálticas o Polonia) que pudieran activar la defensa colectiva en el marco de la OTAN frente a un ataque a uno de sus miembros.


Cesáreo Rodríguez Aguilera

Catedrático de Ciencia Política, Universitat de Barcelona

La UE debe aplicar las más duras sanciones económicas y financieras inmediatamente y reforzar su dimensión supranacional y, además, puede sugerir a sus Estados miembros que rompan sus relaciones diplomáticas con Rusia. La OTAN debe reforzar su presencia en los países miembros de la misma más cercanos a Rusia y ayudar militarmente a Ucrania desde fuera y en la medida de lo posible, sin arriesgar la paz mundial. En suma, la UE debe pasar de lo anunciado a la acción y poner las bases de una vez para una integración muy superior a la actual.


Marta Rodríguez Fouz

Profesora de Sociología en la Universidad Pública de Navarra, investigadora sobre los problemas de legitimación de la violencia colectiva y su presencia histórica y social.

La UE debe responder ahondando en la vía diplomática, aunque parece ya muerta, y aplicando aquellas sanciones que pudieran tener capacidad para incitar a un repliegue de Rusia. La OTAN, fortaleciendo la presencia militar que pudiera ser intimidatoria o funcionar como dique de contención. Por lo demás, ambas respuestas parecen poco eficaces ante el panorama bélico que se ha abierto con el ataque ruso a Ucrania. En el plano del discurso, la UE se está topando, además, con una justificación rusa de la invasión que resulta muy familiar y, por lo mismo, muy aterradora. Resulta muy familiar porque se habla, por ejemplo, de armas de precisión o del propósito de proteger a la población, cuestiones en suma que
pretenden apuntalar la idea de una guerra sin víctimas inocentes y
legitimada por una violencia previa que pudiera considerarse, desde el
derecho internacional, un motivo justo para la guerra. Con todo, tampoco
creo que haya mayor interés ni expectativa por parte de Rusia de obtener
la legitimación internacional de su invasión. Sí, quizá, la de cuestionar
el relato de condena unánime que cabe esperar de la UE.


Sergio García Magariño

Institute for Advanced Social Research, Universidad Pública de Navarra, investigador sobre radicalización violenta, seguridad colectiva, gobernanza y desarrollo.

Deben tomarse medidas en dos direcciones: una mirando al corto plazo y otra a medio-largo. A corto plazo, debe haber una reacción de rechazo lo suficientemente clara como para disuadir a Rusia de acciones similares en el futuro y a otros actores con intenciones similares. No obstante, la acción militar no debe estar en el tablero porque las consecuencias serían devastadoras. El medio-largo plazo implica la remodelación de la arquitectura institucional global: tenemos normas internacionales claras, pero carecemos de instrumentos políticos efectivos. El interés común y la interdependencia deberían ser los principios rectores de un nuevo sistema de gobernanza mundial que englobe a todos, representativo, con capacidad de coerción. Ya no es un ideal ni un lujo: es cuestión de supervivencia.


Roger Campione

Profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad de Oviedo. Ha investigado sobre normas y problemas de los conflictos armados actuales.

A partir de la violación del derecho internacional constituida por el ataque militar ruso, sería de suma importancia que las instancias internacionales siguieran apostando por la vía diplomática y extremasen el control sobre el cumplimiento del ius in bello, el derecho internacional humanitario, se piense lo que se piense acerca de las razones y las causas de la guerra. Más que la Alianza Atlántica, que en el reciente pasado no ha destacado por ello, es la diplomacia europea, escasamente protagonista en un tablero geopolítico donde se ha resguardado a la sombra de la OTAN, la que podría reivindicar un papel destacado en este sentido, en virtud de su tradición intelectual y sus dramáticas experiencias históricas.

Marta Rodríguez Fouz, Profesora Titular de Sociología, Universidad Pública de Navarra; Cesáreo Rodríguez-Aguilera de Prat, Catedrático de Ciencia Política, Universitat de Barcelona; José Ángel López Jiménez, Profesor de Derecho Internacional Público, Universidad Pontificia Comillas; Rafael García Perez, Profesor Titular de Relaciones Internacionales, Universidad Pablo de Olavide; Roger Campione, Profesor Titula de Filosofía del derecho. Investigador Principal del Proyecto I+D+I «SMARTWAR: Viejas guerras y nuevas tecnologías», Universidad de Oviedo y Sergio García Magariño, Investigador de I-Communitas, Institute for Advanced Social Research, Universidad Pública de Navarra

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

¿Es práctico y ético imponer el pasaporte covid y la vacunación obligatoria?

Responde: Antonio G. Pisabarro De Lucas, catedrático de Microbiología en el Departamento de Ciencias de la Salud y director del Instituto IMAB (Institute for Multidisciplinary Research in Applied Biology-Instituto de Investigación Multidisciplinar en Biología Aplicada) de la Universidad Pública de Navarra (UPNA).

Pixaby /Alexandra_Koch

Tiempo de lectura estimado: 3 minutos

El sistema inmunitario es la mejor herramienta de la que disponemos para defendernos de los agentes causantes de enfermedades infecciosas. Un sistema de varios elementos que ha ido perfeccionándose en un largo proceso evolutivo para defendernos específica y selectivamente de los microorganismos que nos rodean. Un sistema con memoria para responder rápidamente a agresiones futuras, un sistema que se adapta a los cambios de los agentes patógenos. El sistema inmunitario es, pues, una herramienta de presente y de futuro.

Las vacunas, el mejor medio contra las enfermedades infecciosas

Desde que el médico inglés Edward Jenner desarrolló en 1796 el primer procedimiento de vacunación para controlar la viruela, la estimulación selectiva del sistema inmunitario mediante esta práctica ha sido una estrategia esencial en la lucha contra las enfermedades infecciosas y contra las epidemias.

Mediante la vacunación hemos conseguido erradicar la viruela, casi erradicar la polio y controlar otras muchas enfermedades que habían devastado las poblaciones humanas a lo largo de la historia. Una gran parte de nuestro estado de salud actual, de nuestra esperanza de vida en 2022, se la debemos a las vacunas.

No obstante, no debemos confundir un medio exitoso de lucha contra la enfermedad con un fin en sí mismo. Las vacunas actuales contra el virus causante de la covid-19 producen una defensa frente al ataque del patógeno que es, en la inmensa mayoría de los casos, suficiente para que las personas infectadas no desarrollen ninguna enfermedad o, si lo hacen, padezcan solo efectos leves. Las personas vacunadas están muy protegidas frente al agravamiento de los casos que veíamos antes de la disponibilidad de las vacunas.

Por el contrario, las vacunas actuales no evitan que las personas vacunadas puedan infectarse y que sean, incluso, transmisoras de la enfermedad. La vacuna protege a las personas vacunadas. Esto se ha visto claramente en el caso de la variante ómicron y su explosiva expansión en regiones con altas tasas de vacunación. En este contexto hay que valorar dos asuntos: la vacunación obligatoria y el pasaporte covid. ¿Son éticos? ¿Son prácticos?

Se siguen dando pasos hacia la implantación de la vacunación obligatoria en algunos países de la Unión Europea y en otras regiones del mundo. También hacia el uso obligatorio del pasaporte covid para el acceso a locales comerciales, de ocio e, incluso, para poder trabajar.

La obligatoriedad de la vacunación y del uso del pasaporte covid plantea, por otra parte, un debate sobre aspectos morales y prácticos de ambas medidas que es independiente del suscitado, en contra de una abrumadora evidencia, en torno a la efectividad de la vacunación en general y del uso de esta estrategia para la lucha contra el coronavirus en particular. Es posible ser firme defensor de la vacunación a la vez que opositor a la imposición omnímoda de vacunas o pasaportes de vacunación. La realidad social es mucho más compleja que una serie de simples dicotomías.

¿Es ética la vacunación obligatoria?

Desde el punto de vista ético, es discutible que lo sea obligar a personas adultas en dominio de sus facultades a someterse a tratamientos o prácticas médicas en contra de su voluntad. La vacunación frente al coronavirus, en cualquier caso, supone la agresión física inherente a una inyección y la administración en el cuerpo del vacunado de un producto extraño a él.

Puesto que el principal efecto de estas vacunas es la protección del vacunado, podemos intentar persuadir a la población en general y a las personas en particular para que se protejan. Pero no debemos obligar a nadie a que lo haga. Por el contrario, es fundamental respetar la libertad de equivocarse y respetar que cada uno sea responsable de sus decisiones.

Se podría argüir que la obligatoriedad de la vacunación se basa en su efecto sobre la salud pública ya que permite controlar la epidemia y que, por tanto, está destinada a preservar ese bien mayor. Es cierto que estas vacunas previenen el agravamiento individual de la enfermedad (lo que es fácilmente observable). Con ellas, la disminución del número de casos graves y muy graves alivia la presión sobre el sistema de salud pública.

Sin embargo, los datos actuales muestran que las vacunas disponibles contra el coronavirus SARS-Cov2 no evitan el contagio ni la transmisión del virus, sino que, en todo caso, lo limitan y ralentizan. Por tanto, su efecto sobre la dinámica general de la epidemia es muy limitado y no justifica la limitación de derechos individuales asociada a una vacunación obligatoria.

Es importante recordar que esta no es una característica común para todas las vacunas. Hay otras en las que los efectos de prevención de la infección y del contagio son mucho mayores. Por eso, no es correcto hacer generalizaciones sobre la vacunación como estrategia general: cada enfermedad infecciosa y cada vacunación tiene sus características particulares.

¿Por qué otras vacunas sí son obligatorias?

También se podría argüir la obligatoriedad de otros tipos de vacunas como la de la fiebre amarilla en muchas zonas tropicales, la de la meningitis para los peregrinos a La Meca o las del calendario infantil de vacunación. Sin embargo, estas comparaciones no son adecuadas en este caso.

En el primero de los casos se trata de la obligatoriedad de la vacunación para quien quiera ingresar en las zonas en las que el virus es endémico. No para los residentes en esas zonas. Por otra parte, las características de la enfermedad y la eficacia de la vacuna contra la fiebre amarilla no son comparables a las de la covid-19 y su vacuna.

En el segundo caso, solo es necesario contemplar las imágenes de las aglomeraciones que se producen en las peregrinaciones para comprender la dificultad de mantener una mínima distancia social. Por otro lado, el sistema legal y de derechos en Arabia Saudí es diferente del de la Unión Europea.

Por último, el calendario vacunal infantil no es obligatorio en España. Sin embargo hay un calendario de vacunación recomendado que se explica a los padres por los pediatras. La responsabilidad de los progenitores hace que la inmensa mayoría de los niños españoles reciban su programa de vacunación. Esto muestra que apelar a la responsabilidad es una medida muy eficaz para lograr fines relevantes de salud pública.

De hecho, la apelación a la responsabilidad y protección individual han llevado a las altas tasas de vacunación en pauta completa en España sin necesidad de ninguna implantación obligatoria.

Las deficiencias del pasaporte covid

Llamamos pasaporte covid (o certificado covid digital) a un documento que informa sobre si se está vacunado contra la enfermedad, se ha realizado una prueba con resultado negativo o se ha superado la covid-19.

Se trata de un documento organizado por la Unión Europea como parte de su respuesta al coronavirus y, más concretamente, para garantizar la movilidad de las personas entre los países de la Unión.

Por eso, su uso para regular el acceso a otros lugares conlleva varios problemas. El uso del pasaporte covid en la vida diaria presenta un catálogo de deficiencias tan amplio que hace imposible que el Estado pueda implantar su uso obligatorio con suficientes garantías.

En primer lugar, se trata de un documento no solo fácilmente falsificable sino, también, difícilmente verificable ya que no es razonable esperar que todos los establecimientos tengan lectores QR conectados a un servidor seguro que autentifique la veracidad del certificado.

Más aún en un país como España donde la gestión de la vacunación está descentralizada, por lo que sería necesario coordinar los distintos servidores de manera suficientemente ágil como para ser operativa.

Por otra parte, las personas que controlan la presentación obligatoria del pasaporte no tienen, en general, ninguna autoridad para solicitar la información personal y sanitaria que contiene el pasaporte.

Además, el pasaporte covid tiene una validez limitada. La Unión Europea ha puesto en marcha desde el 1 de febrero nuevas normas sobre la validez del mismo y la coordinación de los viajes en la UE que limita la validez del certificado a nueve meses, a partir de la última dosis de vacunación.

Por último, debemos recordar que el pasaporte no garantiza que su portador no pueda ser portador o transmisor del virus porque la vacunación no protege contra la infección o el contagio. Por todo ello, el pasaporte como documento puede aportar, en algunas ocasiones, la falsa seguridad administrativa de que la persona está vacunada y que no contagia. Pero no aporta certeza real sobre su estado de contagio y su capacidad de contagiar. Además, en los casos en los que una persona dé positivo en un test de autodiagnóstico, el certificado covid no se actualizará si no se comunica a las autoridades sanitarias.

Lecciones de la historia de las epidemias

Una lección básica del manejo de riesgos en situaciones de pandemia es que hay que hacer todo lo posible para que la población tenga confianza en las autoridades sanitarias. Para ello, las medidas deben ser claras y estar claramente explicadas, con sus fortalezas y debilidades.

En situaciones de crisis, el pánico o la desconfianza hacen más compleja la situación. En la época actual, el pánico y la desconfianza se magnifican por el impacto de las redes sociales y de las informaciones sensacionalistas de gobiernos y medios de comunicación.

La experiencia histórica indica que la educación, la información y la responsabilidad son armas más eficientes que la propaganda, el rumor conspirativo y la imposición arbitraria a la hora de controlar las epidemias.

En este sentido, es importante comunicar claramente a la sociedad que la vacunación actual frente a la covid-19 es fundamental para prevenir el agravamiento individual de la enfermedad y que esta protección individual contra la enfermedad tiene una gran importancia social al disminuir el número de casos graves y muy graves que ayudarán a aliviar la presión sobre el sistema de salud pública. Y la salud pública es responsabilidad de todos.

Antonio G. Pisabarro, Catedrático de Microbiología, Departamento de Ciencias de la Salud, Instituto de Investigación Multidisciplinar en Biología Aplicada, Universidad Pública de Navarra

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

 

 

Por qué la comunicación en tiempo real no es posible fuera de la Tierra

Ignacio del Villar Fernández, profesor titular del Departamento de Eléctrica, Electrónica y de Comunicación de la Universidad Pública de Navarra.

Shutterstock / ZinetroN

Tiempo de lectura estimado: 4 minutos

Los seres humanos se comunican entre sí de dos formas. La primera es la misma que utilizan otros animales: la emisión de ondas sonoras. Sin embargo, estas son lentas y no se propagan más de unas pocas decenas de metros debido a la atenuación que introduce el aire. De ahí que hayamos buscado desde tiempos antiguos alternativas para la comunicación a largas distancias. Señales de humo, banderas y espejos fueron algunas soluciones, aunque ineficientes en cuanto a la cantidad de información que podían transmitir. Las cartas permitían transmitir muchos más datos, pero eran muy lentas.

Ilustración de un telégrafo óptico de Chappe.
Wikimedia Commons, CC BY

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El gran salto se produjo con el progresivo dominio de las ondas electromagnéticas. En 1791 Claude Chappe inventó el telégrafo óptico, un sistema con el que se podía transmitir un símbolo cada dos minutos entre París y Lille, separados entre sí 230 km. Sin embargo, este dependía de las condiciones climáticas y no funcionaba de noche.

En 1837 se implementó el telégrafo eléctrico, obra de William F. Cooke y Charles Wheatstone. En pocos años se logró comunicar Estados Unidos de este a oeste y, posteriormente, se consiguió transmitir a través del océano mediante cables submarinos.

En 1901, Guglielmo Marconi desarrolló experimentos sobre telegrafía inalámbrica cruzando todo el Océano Atlántico.

El nacimiento de la sociedad de la información

Ya en los siglos XX y XXI la aplicación de fibra óptica y la tecnología inalámbrica moderna han conducido a la creación de la sociedad de la información, donde nos podemos comunicar unos con otros en tiempo real.

Todo esto es posible porque las ondas electromagnéticas se transmiten de forma mucho más rápida que las sonoras. El sonido, aún en condiciones óptimas a través de diamante, alcanza una velocidad 10 000 veces inferior que con ondas electromagnéticas transmitidas por aire o fibra óptica.

Un parámetro que permite evaluar la calidad de las comunicaciones es el tiempo de ida y vuelta (en inglés, round-trip time, RTT). Es decir, el tiempo que transcurre desde que un emisor transmite un mensaje a un destinario hasta que le llega de vuelta la respuesta. Este se puede aproximar a 2 veces la separación entre los interlocutores dividido por la velocidad de propagación de la señal.

Los ingenieros y científicos definen valores de RTT de alrededor de 200 milisegundos como umbral de calidad en la comunicación en tiempo real. Si tenemos en cuenta que la velocidad del sonido por el aire es de 340 m/s, y que el RTT no debe superar los 200 ms, podemos deducir que la distancia para una conversación entre dos personas no debe exceder los 34 metros. Un valor lógico si tenemos en cuenta que las comunicaciones sonoras están pensadas para hablar entre personas cercanas.

En cuanto a las señales electromagnéticas, hoy en día se pueden propagar a través de medios guiados e inalámbricos con valores en torno a 2×10⁸ m/s, similares a la velocidad de la luz (en el caso de la fibra óptica es luz lo que se trasmite).

Para esta velocidad, si queremos no superar el RTT de 200 ms, la separación entre dos interlocutores no debe exceder los 20 000 km. Justo la distancia más grande entre cualesquiera dos puntos de la superficie terrestre.

En otras palabras, la velocidad de propagación de las ondas electromagnéticas es la adecuada para comunicarnos en tiempo real entre todos los habitantes de la Tierra.

. Tendríamos que esperar 8,4 años para recibir una respuesta de un hipotético interlocutor en un planeta que rote alrededor de la estrella más cercana a la Tierra, Proxima Centauri-
ESA/Hubble / NASA

¿Y qué pasa con la comunicación interplanetaria?

Para la Luna, que dista de la Tierra 384 000 km, el RTT aumenta hasta varios segundos. Este es un valor inaceptable para muchas de las aplicaciones que utilizamos en nuestra sociedad de la información. Para planetas, el RTT alcanza los minutos. No digamos ya para la estrella más cercana, Proxima Centauri, situada a 4,2 años luz. Su RTT es de 8,4 años. Tendríamos que esperar más de dos olimpiadas para recibir una respuesta de un hipotético interlocutor en un planeta que rote alrededor de esta estrella.

La velocidad de la luz tendría que aumentar drásticamente para lograr obtener comunicación interplanetaria o interestelar. Por el contrario, si la velocidad de la luz fuera menor no sería posible comunicar dos puntos de la Tierra sin correr el riesgo de que el RTT supere los 200 ms. En otras palabras, la comunicación terrestre en tiempo real ya no sería posible y la sociedad de la información colapsaría.

Por ejemplo, si la velocidad de propagación de la luz en fibra fuera de 2×10⁷ m/s en lugar de 2×10⁸ m/s, el RTT entre Buenos Aires y Seúl (separados por casi 20 000 km) aumentaría de 200 ms a 2 segundos. Esto implicaría tener que estar esperando cada vez que hable alguien, mientras que aplicaciones más exigentes como la cirugía remota o los videojuegos interactivos no podrían afrontar este incremento de tiempo.

La velocidad de las ondas electromagnéticas es suficiente para que los seres humanos nos comuniquemos en tiempo real entre dos puntos cualesquiera de la Tierra, pero insuficiente para que lo sigamos haciendo conforme nos alejamos de ella. La sociedad de la información solo es posible en planetas cuyo diámetro no sea mayor que el diámetro de la Tierra y solo un animal como el ser humano, capaz de controlar la propagación de señales electromagnéticas, puede beneficiarse de esta tecnología.

Esta paradójica coincidencia apunta hacia cuestiones como el ajuste fino del universo o el principio antrópico, a la vez que abre el camino a más reflexiones.

Una es por qué la evolución del ser humano ha convergido con el desarrollo de la sociedad de la información en un planeta como la Tierra. El RTT de 200 ms, considerado adecuado para aplicaciones en tiempo real, es válido porque nuestro cerebro, combinado con otras partes de nuestro cuerpo como los ojos y oídos, reacciona a diferentes estímulos con tiempos de respuesta que se ajustan a ese valor.

Además, este RTT es fruto de muchos años de evolución, y el diámetro de la Tierra también ha sido el resultado de la expansión del universo. El tercer parámetro, la velocidad de la luz, se combina con el RTT y el diámetro de la Tierra hacia la creación de la sociedad de la información, que básicamente consiste en muchos seres humanos interactuando entre sí en tiempo real en la superficie de nuestro planeta.

Otra reflexión se refiere al sentido de colonizar planetas cuando no es posible comunicarse con ellos en tiempo real. ¿Podremos en el futuro superar la velocidad de la luz?

Ignacio Del Villar Fernández, Profesor Titular de Tecnología Electrónica, Universidad Pública de Navarra

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

La luz no sube solo en España, sube en toda Europa

Mar Rubio-Varas, profesora titular del Departamento de Economía y directora del Instituto Inarbe (Institute for Advanced Research in Business and Economics) de la Universidad Pública de Navarra.

Foto de Pok Rie en Pexels

Tiempo de lectura estimado: 4 minutos

2021 cerró con los precios más altos de la electricidad en la historia de España. En los últimos meses, el precio del MWh se ha convertido en un dato fijo del telediario. Sin embargo, nadie recuerda el precio medio de hace un año: 28,5€/MWh en febrero de 2021. Entonces, no era noticia.

Precios de la electricidad en España 1998-2021
Precios de la electricidad en España 1998-2021.
OMIE

Se debe hablar más bien de los precios más altos de la electricidad de la historia europea, puesto que es un fenómeno paneuropeo. En 2021, los precios mayoristas de la electricidad en la Unión Europea (UE) se dispararon y la mayoría de los países experimentaron niveles récord en el tramo final del año. Detrás de este súbito incremento se encuentran una combinación de diversos factores estructurales, coyunturales y fortuitos.

Entre los factores estructurales, muchos analistas incluyen el mecanismo marginalista de fijación de precios en la UE y el escaso margen de maniobra de un mercado eléctrico escasamente integrado.

Los factores coyunturales son los ligados al aumento de la demanda por la recuperación económica pospandémica, que empuja a su vez los precios del gas natural, del carbón y de los derechos de emisión.

A todos estos se suman también factores fortuitos como la falta de viento en Europa durante muchas semanas seguidas o la parada de un tercio de los reactores nucleares de Francia a raíz del descubrimiento de un potencial problema en sus instalaciones. A mediados de diciembre de 2021, 17 de los 56 reactores franceses estaban parados, forzando los mayores niveles de importación de electricidad de la historia francesa y poniendo al límite las interconexiones con los países vecinos.

Precios medios mensuales de la electricidad al por mayor

Crisis, las de antes

Los más agoreros hablan ya de crisis energética y algunos se atreven a vaticinar que estamos a las puertas de una crisis económica comparable con la de los años 70 del siglo pasado. El aumento en los precios de la electricidad en Europa sería solo la punta del iceberg de la escasez de suministros energéticos a nivel mundial mundial. Los datos, sin embargo, no avalan tales afirmaciones.

Ni el petróleo ni el gas natural están en precios máximos históricos. Ambos están muy lejos de los máximos que se marcaron en 2008, justo antes de hundirse debido a la crisis económica desatada por la crisis financiera. Y también están lejos de los máximos de la última década.

Si bien es cierto que desde marzo de 2020 los precios de los combustibles vienen marcando una tendencia alcista, acompañando a la recuperación económica y al recorte de suministro ruso (un 25% menos a Europa en el cuarto trimestre de 2021 respecto al mismo periodo de 2020), el actual nivel de precios de los combustibles fósiles no invita a pensar en una crisis energética global.

Precios internacionales del gas natural (eje izquierdo, verde) y petróleo (eje derecho, azul) 2012-2022

Precios internacionales del gas natural y petróleo 2012-2022
Precios internacionales del gas natural (eje izquierdo) y petróleo (eje derecho)
2012-2022.

Tradingeconomics.com

El riesgo está en el petróleo

Pero ¿podría la escalada de los precios de la electricidad provocar una crisis económica de las proporciones que tuvo la crisis del petróleo hace 50 años? La respuesta pasa por comprender la estructura del consumo energético.

Aunque tengamos la sensación de que la electricidad es la principal forma de energía que utilizamos y de la que más dependemos, lo cierto es que no alcanza el 20 % del consumo final de energía, frente al 40 % que sigue representado el petróleo.

En 1973, cuando los precios del petróleo sufrieron el alza que desencadenó la peor crisis económica de la segunda mitad del siglo XX, el petróleo representaba casi la mitad del consumo final de energía del mundo. Es por eso por lo que la subida del precio de los combustibles derivados del petróleo sigue siendo, aún hoy, un fuerte desestabilizador de economías (para muestra, véase lo que está pasando en Kazajistán).

Deberíamos hablar de crisis eléctrica en Europa en lugar de hablar de crisis energética. Igual que deberíamos referirnos a la subida en el precio de la electricidad en lugar del alza del precio de la energía, como hacen los medios a diario. El precio de la electricidad no genera revueltas ni paraliza la actividad económica en Europa (todavía).

Consumo de energía final por fuente, 1973-2018

Consumo de energía final por fuente, 1973-2018
Consumo de energía final por fuente, 1973-2018.
IEA

Incertidumbre eléctrica

Soy consciente de que a una buena parte de los lectores estas disquisiciones le parecerán banales frente a su factura de la luz. Lo que quieren saber es si la electricidad seguirá o no marcando máximos en los próximos meses. Es difícil de aventurar puesto que los factores estructurales, coyunturales y fortuitos que ya hemos enumerado siguen en marcha.

Si el invierno es frío, los precios seguirán en máximos.

Si no sopla el viento, también.

Si Rusia invade Ucrania, el precio del gas subirá.

Si el precio del gas en los mercados internacionales sigue al alza, los precios de la electricidad lo reflejarán sin duda.

Si más reactores franceses tienen que entrar en parada no programada, las interconexiones europeas podrían alcanzar su límite y forzar apagones en Francia y, a la vez, empujar los precios al alza en toda Europa.

Pero, al mismo tiempo, la demanda eléctrica de primavera es menor que la invernal y las rutas marítimas están abarrotadas de buques llenos de gas para Europa. Puede que ya hayan quedado atrás las peores semanas.

Estrechando lazos

Ante este escenario, muchas voces abogan porque España gane independencia energética cuando el país es prácticamente una isla eléctrica.

La Unión Europea recomienda que la capacidad mínima de interconexión entre países sea de al menos el 10 % de la capacidad de generación instalada en cada uno de ellos.

España es el único país de la Europa continental que no alcanza este umbral (los intercambios de electricidad internacionales en 2020 no llegaron al 3 %).

Ratio de Interconexión eléctrica Europea
Ratio de Interconexión eléctrica Europea.
ENTSO-E vía REE

Tener más y mejor acceso al sistema eléctrico europeo, uno de los más robustos y seguros del mundo, aumenta la seguridad y continuidad del suministro. Además, incrementa la eficiencia de los sistemas interconectados, aprovechando la generación más barata de entre las disponibles, al permitir que la energía sea transportada desde donde cuesta menos hasta donde es más cara. También aumenta la competencia, en tanto que las importaciones de energía de otros países requieren de agentes que hagan ofertas más competitivas y logren que sean aceptadas, lo que trae consigo una reducción en el precio mayorista de la electricidad.

Interconexiones eléctricas transfronterizas en Europa
Interconexiones eléctricas transfronterizas en Europa.
Asociación europea para la cooperación de operadores de redes de transporte de electricidad (ENTSO-E)

Dado todo lo anterior, las interconexiones juegan un papel clave en la integración de los mercados eléctricos y serán una de las maneras en las que, en el futuro, los precios de la electricidad volverán a su cauce.

En lo más inmediato, en las semanas que quedan de este invierno, es probable que se vuelvan a observar máximos históricos puntuales en los precios mayoristas de electricidad en España y en Europa. Pero, también, podría haber pasado ya lo peor de esta crisis de precios.

En cualquier caso, los datos disponibles de precios y estructura del consumo energético actual descartan que nos encaminemos, en el corto plazo, a una crisis energética global al estilo de la de los años 70 del siglo XX.

Mar Rubio Varas, Profesora titular de Historia e Instituciones Económicas. Subdirectora del Institute for Advanced Research in Business and Economics (INARBE), Universidad Pública de Navarra

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

¿De qué depende la calidad de la carne?

María José Beriain Apesteguia, catedrática de Nutrición y Bromatología en el Departamento de Agronomía, Biotecnología y Alimentación de la Universidad Pública de Navarra e investigadora del Instituto ISFOOD – Institute for Innovation & Sustainable Development in Food Chain de la Universidad Pública de Navarra (UPNA)

Foto de mali maeder en Pexels

Tiempo de lectura estimado 3 minutos

La obtención de carne encierra un complejo conjunto de factores que interactúan a lo largo de toda la cadena alimentaria. El resultado es un amplio abanico de carnes muy diversas en su calidad y precio como sucede en otros sectores, como por ejemplo el vinícola, en el que el consumidor diferencia vinos del año de un reserva.

En este sistema complejo intervienen aspectos tanto productivos como tecnológicos. Así, el ganadero debe orientar sus esfuerzos a la producción de animales con la adecuada composición tisular dependiente de la raza, edad y alimentación.

Por otra parte, los tratamientos posteriores al sacrificio como la maduración en las cámaras de refrigeración confieren una serie de modificaciones en las características sensoriales que mejoran la calidad de la carne. Producen un ablandamiento progresivo, un incremento de la jugosidad y el desarrollo de los aromas característicos.

La carne con periodos de maduración de varios meses en condiciones controladas o los productos cárnicos procesados (jamón) desarrollan una microbiota específica que forma metabolitos con propiedades saludables (probióticos) aún no conocidos suficientemente. Se deben realizar más estudios con inclusión de biomarcadores relacionados con la ingesta de carne y derivados para conocer la contribución saludable de estos metabolitos a nuestra dieta.

Investigación e innovación

Es incuestionable que el sector cárnico es uno de los sectores agroalimentarios más poderosos. La actividad investigadora permite obtener el conocimiento necesario para su continua innovación. Congresos y conferencias internacionales sirven como punto de encuentro del sector empresarial, Administración y universidades y centros de investigación dedicados a la investigación de la ciencia y la tecnología de la carne.

El creciente interés por una alimentación saludable ha dado lugar a que la carne y los productos cárnicos no sólo se empleen para proporcionar los nutrientes necesarios. Además, se espera que tengan funciones adicionales para prevenir enfermedades y mejorar la salud y el bienestar de los consumidores.

Conservación de la biodiversidad animal

También es importante tener en cuenta que la producción ganadera se sustenta en numerosas razas de ganado repartidas por todo el mundo. De ellas, el 30 % están en riesgo de extinción. Son indispensables para conservar la biodiversidad animal y mantener el medio rural, social y ecológico de nuestro planeta.

Los ganaderos de razas autóctonas españolas de vacuno de carne se acogieron al Régimen de Denominaciones de Origen y Denominaciones Genéricas y Específicas con el fin de hacer posible la diferenciación de las carnes que por sus características raciales y de producción presentan una elevada calidad.

En Navarra, la raza bovina Pirenaica, autóctona de la zona, está presente en el 85-90 % de las granjas de la IGP (Indicación Geográfica Protegida) Ternera de Navarra, según ha confirmado la secretaria técnica de la IGP Ternera de Navarra, Carmen Díaz de Cerio.

Ejemplares de vacas pirenaicas pastando.
Shutterstock / Revelados.Info

Carne vegetal y de laboratorio

Los nuevos alimentos sintetizados en biorreactores mediante cultivos celulares para obtener la llamada “carne de cultivo” o a partir de impresoras 3D no se corresponden con la carne tradicional resultado del complejo proceso señalado más arriba.

Existen aportaciones científicas que indican que la “carne cultivada” requiere fármacos y hormonas cuyo impacto en la salud a largo plazo se desconoce. Si bien en la cría de animales pueden usarse antibióticos si sufren alguna patología, la carne siempre debe cumplir la misma normativa en cuanto a los residuos de estas sustancias en el momento de consumo. Este aspecto no está normalizado en el caso de la “carne de cultivo”.

También se fabrican productos de origen vegetal, principalmente derivados de leguminosas y cereales, que tratan de imitar los tradicionales de origen animal. Muchas veces son sucedáneos sintéticos a los que se añade un gran número de aditivos para tratar de asemejarse al sabor y la textura a los derivados de la carne.

La definición de carne de consumo viene recogida en el Código Alimentario. Allí se deja bien claro qué es carne y qué no lo es. ¿No sería más riguroso y objetivo dejar de llamar carne con apellido “vegetal” o “de cultivo” a estos nuevos materiales comestibles y crear un nuevo nombre para identificar esta nueva línea de productos alimentarios?

En busca de una dieta equilibrada y sostenible

El planeta se halla bajo estrés por acumulación de gases contaminantes, el aumento del consumo de agua y el uso abusivo de tierras y bosques. Seleccionar los alimentos de forma sostenible para seguir una dieta saludable contribuye a reducir el impacto y preservar el medio ambiente.

En el 2050, la población mundial alcanzará 9 700 millones personas, lo que requerirá un incremento del 50 % más de alimentos agrícolas. Por ello, está siendo necesaria la búsqueda de proteínas alternativas a la carne provenientes de otras fuentes como vegetales, insectos, algas, hongos…

Sin embargo, para paliar los problemas globales de salud pública basados en deficiencias nutricionales en el caso de algunos minerales (hierro, yodo, zinc) y vitaminas (como la A, la D, la B12, folato), es necesario que las fuentes proteicas de elevado valor biológico aporten estos macro y micronutrientes para garantizar una dieta equilibrada.

¿Con qué herramientas contamos para garantizar alimentos de origen animal para una dieta equilibrada y sostenible? La respuesta y solución posible podrá surgir de diferentes ámbitos. Algunos de ellos son la biotecnología agrícola, el bienestar animal, la mejora genética, los sistemas de producción y evaluación de la huella ambiental, la producción ecológica y la disminución del desperdicio de alimentos.

Necesitamos, por tanto, trabajar y colaborar para dotar de nuevos alimentos que cubran las necesidades nutricionales de las personas que habitamos el planeta y, al mismo tiempo, adaptar los sistemas productivos actuales para hacerlos más sostenibles.

María José Beriain Apesteguia, Catedrática de Nutrición y Bromatología, Universidad Pública de Navarra

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

¿Por qué seguimos sin tener claro qué es una dieta sostenible?

Maite Martínez Aladaya, investigadora de ISFOOD (Institute for Innovation & Sustainable Development in Food Chain) de la Universidad Pública de Navarra (UPNA), con una ayuda de captación de talento de la Fundación “la
Caixa” y la Fundación Caja Navarra bajo el acuerdo LCF/PR/PR13/51080004.

Paula Domínguez Lacueva, investigadora del  Instituto de Agrobiotecnología (IdAB – CSIC – Gobierno de Navarra)

 

Foto de Artem Beliaikin en Pexels

La necesidad de dirigirnos hacia unas dietas y sistemas alimentarios más sostenibles es indiscutible. No obstante, no es una tarea fácil. Hace falta una visión holística para considerar todos los factores implicados.

El sistema alimentario es uno de los principales sectores responsables de la degradación ambiental. En la actualidad, es el mayor usuario de agua dulce a nivel mundial: la agricultura representa el 70 % del agua dulce extraída en el mundo.

La agricultura también es responsable de entre el 21 % y el 37 % de las emisiones totales de gases de efecto invernadero (GEI). Además, ocupa aproximadamente entre el 49 % y el 51 % de la superficie terrestre libre de hielo del mundo. Las tierras de pastoreo representan el 37 % y los campos de cultivo representan aproximadamente el 12-14 %. Las prácticas agrícolas intensivas e insostenibles y la contaminación también pueden desencadenar la pérdida de biodiversidad.

Definir qué es una dieta sostenible

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la sostenibilidad de las dietas va más allá del medio ambiente e incluye dimensiones socioeconómicas. Esto añade complejidad a la ecuación.

En 2019, la FAO y la OMS acuñaron el concepto de “dieta saludable sostenible”, que se define como “patrones alimentarios que promueven todas las dimensiones de la salud y el bienestar de las personas; tienen una baja presión e impacto ambiental; son accesibles, asequibles, seguras y equitativas; y son culturalmente aceptables”.

No obstante, los patrones de consumo actuales están lejos de ser sostenibles, medioambientalmente hablando. Actualmente, sólo algunas directrices dietéticas tienen en cuenta la sostenibilidad medioambiental, como las de los Países Bajos, los países nórdicos, Alemania, Brasil, Suecia, Qatar y Francia.

Enfoques holísticos

Además, en muchos casos, los análisis publicados no son completos y por tanto las soluciones y conclusiones que ofrecen pueden ser engañosas. Los artículos recogidos en la literatura académica generalmente se centran en unos pocos indicadores dentro de la sostenibilidad, omitiendo uno o varios de estos componentes. Cada estudio establece sus propios criterios para definir una dieta sostenible.

En la práctica, la mayoría de los trabajos se enfocan en uno o pocos aspectos ambientales, como las emisiones de gases de efecto invernadero (huella de carbono) o el uso del agua (huella hídrica), y pasan por alto los posibles desplazamientos de impactos a otros sectores o recursos.

Por ejemplo, si solo se considera el indicador de huella hídrica a la hora de evaluar la sostenibilidad de los tomates consumidos en España, quizás, desde el punto de vista del agua sea más sostenible consumir tomates producidos en invernaderos calefactados holandeses. No obstante, si se analiza en conjunto con la huella de carbono, desde el punto de vista de las emisiones de gases de efecto invernadero, quizás sea más sostenible consumir tomates de España.

Origen y estacionalidad de los alimentos

En segundo lugar, los estudios centrados en dietas sostenibles generalmente no consideran aspectos como el origen y la estacionalidad de los alimentos. Está demostrado que las frutas y verduras transportadas por aire e importadas de otros países tienen huellas de carbono superiores a las producidas y consumidas localmente.

En cuanto a la estacionalidad, por ejemplo, según la base de datos de la Agencia Francesa de Gestión del Medio Ambiente y la Energía, 1 kg de lechuga producida en un invernadero francés con calefacción emite 11 kg de CO₂eq, mientras que 1 kg de la lechuga producida en temporada genera casi 34 veces menos emisiones (0,3 kg de CO₂eq).

Agrobiodiversidad y alimentación ecológica

Otro de los puntos débiles es que normalmente los estudios sobre dietas sostenibles tampoco incluyen indicadores de agrobiodiversidad y alimentación ecológica. La adopción de enfoques de este tipo son la base para un medio ambiente saludable.

Diferentes sistemas de producción ganadera

Otra de las carencias es que los estudios centrados en dietas sostenibles generalmente no consideran los diferentes tipos de sistemas de producción ganadera. Los datos actuales muestran una contribución sustancial del sector ganadero al uso de recursos ambientales y la contaminación. Y sin embargo, los impactos ambientales de los distintos tipos de sistemas de producción ganadera varían considerablemente.

Se estima que el sector ganadero es responsable de aproximadamente el 13 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Este sector ocupa el 26 % de la superficie total de tierra libre de hielo (22 % a través de pastos y pastizales y 4 % de las tierras de cultivo utilizadas para la alimentación) y representa el 29 % de la huella hídrica.

Sin embargo, los distintos sistemas de producción ganadera, incluyendo los sistemas extensivos basados en pastizales, los sistemas intensivos y los sistemas agrícolas mixtos, varían considerablemente en términos de presión ambiental.

Por ejemplo, los sistemas extensivos basados en pastizales y los sistemas silvopastoriles con tasas de alimentación adecuadas, que generalmente utilizan tierras no aptas para otros fines (es decir, no hay competencia entre piensos y alimentos), pueden ayudar a almacenar carbono en el suelo y reducir las emisiones. La huella hídrica azul y la huella hídrica gris relacionada con el nitrógeno también se reducen, además de mejorar la biodiversidad y los servicios de los ecosistemas.

Métodos de conservación de los alimentos

Otra de las carencias de este tipo de estudios es que los métodos de conservación de los alimentos generalmente no se tienen en cuenta. El procesado y envasado de alimentos puede causar la contaminación del aire, el uso de recursos hídricos y podría ser una fuente de desechos. Por ejemplo, el impacto ambiental de los envases de un solo uso, ya sean de plástico o papel, es generalmente mayor que el de los reutilizables.

Aspectos socioeconómicos

Otro de los puntos débiles es que la mayoría de los estudios sobre dietas sostenibles se enfocan en países desarrollados. Hay pocas publicaciones enfocadas en los países económicamente pobres. Es un tema a analizar, ya que las circunstancias son diferentes en los países desarrollados y en desarrollo.

Todos estos aspectos no considerados en los estudios podrían ser importantes para evitar consecuencias ambientales de un cambio dietético hacia una alimentación “sostenible”. Se necesita un enfoque de sistemas que integre los diferentes dominios para construir sistemas alimentarios resilientes. Es necesario un mayor desarrollo de indicadores y datos sobre todas las dimensiones de la sostenibilidad para que este concepto sea completo, útil y eficaz.

Alimentar al mundo de manera sostenible implicará dos líneas de trabajo:

  • Primero, para definir dietas sostenibles es importante utilizar un conjunto uniforme de parámetros armonizados que integren adecuadamente los aspectos económicos, sociales y ambientales. Esto evitaría que los impactos se transfieran a otros sectores o recursos.
  • En segundo lugar, lograr dietas sostenibles implica considerar enfoques culturalmente sensibles y específicos al contexto utilizando diferentes prácticas y sistemas de producción.

Más información en:  Aldaya, M.M., Ibañez, F.C., Domínguez-Lacueva, P.,
Murillo-Arbizu, M.T., Rubio-Varas, M., Soret, B., Beriain, M.J. (2021)
Indicators and Recommendations for Assessing Sustainable Healthy Diets.
Foods 10(5): 999.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

 

El poder predictor del movimiento

Marisol Gómez y Alicia Martínez, profesoras del Departamento de Estadística, Informática y Matemáticas e investigadoras del Instituto de INAMAT2 – Institute for Advanced Materials and Mathematics de la Universidad Pública de Navarra

Tiempo de lectura estimado: 4 minutos

en el caso del Parkinson, la distancia del paso y la fuerza que imprimes con el talón al andar, ya se utilizan como predictor

 

¿Cómo te mueves predice cómo está tu cerebro? ¿Lo delata? ¿Qué cuenta de cada persona el modo en el que se mueve? La respuesta es sencilla: más de lo que podamos imaginar. Nos adentramos en el potencial del movimiento para predecir enfermedades e incluso reactivar zonas cerebrales con la ayuda de Marisol Gómez Fernández y Alicia Martínez Ramírez, profesoras en el departamento de Estadística, Informática y Matemáticas de la Universidad Pública de Navarra y fundadoras de Movalsys, empresa de base tecnológica que ha desarrollado un sistema capaz de proporcionar datos objetivos sobre el movimiento de las personas, que ya se utiliza en hospitales, centros de rehabilitación e, incluso, en equipos de deporte de élite.

¿Qué cuenta de nosotros el movimiento?

Marisol Gómez – Es una huella personal reconocible y cuantificable, un marcador que nos identifica, como puede ser el iris.

Alicia Martínez – Un reciente estudio de la Universidad de Manchester demuestra que la manera que una persona tiene de caminar es única y, de hecho, se utiliza como sistema de reconocimiento. Pero, además, el movimiento nos da información de nosotros mismos cuando estamos sanos y de cómo evolucionamos ante una dolencia.

¿Existe una conexión entre el modo en el que nos movemos y nuestro cerebro?

(MG) Sí: el movimiento está relacionado con nuestra capacidad cognitiva. Cuando hay una alteración en la forma en la que nos movemos, en muchas ocasiones, esto se asocia a ciertas patologías. Un ejemplo: si una persona no mueve los brazos al caminar, los neurólogos saben que va a tener alguna alteración relacionada con el Alzheimer o deterioro cognitivo. Por ello es tan relevante evaluar y cuantificar qué disfunciones hay en tu patrón de marcha.

Por tanto, el movimiento ¿predice enfermedades?

(MG) Cuando una persona está sana, la distancia entre pasos y el tiempo que emplea en darlos es similar, anda en línea recta, no se desvía… Sin embargo, si sufre daño cerebral tiende a ladearse o a variar la fuerza que imprime en una pierna o en otra al caminar. Muchas veces, esas anomalías del movimiento surgen antes de la propia manifestación real de la patología, con lo que patrones alterados años antes pueden predecir que puedas padecer esa enfermedad en el futuro.

(AM) Por ejemplo, en el Parkinson, la distancia del paso y la fuerza que imprimes con el talón al andar, ya se utilizan como predictor.

(MG) Incluso ahora se asocia el movimiento a tener más o menos secuelas graves fruto del coronavirus. Investigadores del Centro de Investigación de Leicester han hallado que quien anda más despacio tiene hasta cuatro veces más posibilidades de morir de Covid y más del doble de tener una infección grave.

¿Puede el movimiento incluso predecir tu muerte?  

(MG) Sí. En el MIT se ha hecho un estudio donde se ha sensorizado una casa. Aquellos que tenían una velocidad a 0,8 metros/segundos tenían una gran probabilidad de morir en un año.

Siendo tan importante cuantificar el movimiento, ¿no existe en el mercado una tecnología que lo mida?

(MG) Sí, claro que sí, pero son técnicas invasivas y costosas que no solucionan algunos problemas, porque, ¿cuándo nos preocupamos de ver patrones anormales de movimiento en marcha? Pues cuando se tiene una patología, como puede ser un ictus. Pero cuando alguien sufre un ictus, lo habitual es que una parte de su cuerpo esté paralizada. Colocarle un traje con sensores inerciales o llevarle a un laboratorio de biomecánica, no es posible.

(AM) Los médicos siempre piden a sus pacientes que caminen, pero en general, no disponen de medios para medir las variaciones del movimiento más allá de su propia experiencia o de un simple cronómetro, capaz de medir la velocidad, pero no otros aspectos como la simetría a la hora de caminar, la variabilidad de longitud de paso, las desviaciones respecto a la línea recta, el arrastre de un pie… Se podría decir que, prácticamente, funcionan “a ojo”.

¿Cuál es el gran paso que habéis dado en Movalsys?

(AM) El objetivo era diseñar una herramienta sencilla, ligera, portátil, cómoda de utilizar y que aportara resultados de manera inmediata y fácilmente interpretables. Para lograrlo, hemos desarrollado un sistema innovador en el que, con tan solo un sensor inercial colocado con un cinturón en la base de la espalda -donde se encuentra nuestro centro de masas-, somos capaces de registrar el movimiento de todo el cuerpo. Esa información se transmite a un software, que, tras analizarla empleando métodos matemáticos avanzados, técnicas de machine learning o deep learning, en apenas dos minutos ofrece al profesional médico un informe para que pueda decidir diagnóstico y terapia o tratamiento correspondiente.

Un gran paso para los y las profesionales del ámbito sanitario…

(AM) Y para los pacientes porque, muchas veces, los cambios que se producen en la evolución de una enfermedad son tan pequeños, que los viven como un fracaso. Sin embargo, poder apreciar sus avances es reconfortante y les da ganas de seguir la rehabilitación.

En el ámbito médico, sin duda, medir el movimiento ayuda. Pero también en el deporte de élite…

(MG) Sí. Nuestro sistema se está utilizando ya en equipos de élite de fútbol de primera división, jugadores de balonmano, baloncesto, patinadores…  ¿Cuál es el objetivo? Evitar que se lesionen sus deportistas identificando, por ejemplo, que un deportista hace más fuerza con una pierna que con la otra. Si lo detectan, los fisioterapeutas le pondrán a hacer ejercicio para recuperar fuerza.

De modo que, con Movalsys, ya tenemos la herramienta perfecta para medir el movimiento. ¿Qué nos queda realizar para exprimir al máximo su potencial?

(MG) Lo ideal sería que, al igual que nos hacen un análisis de sangre cada cierto tiempo, nos hicieran en distintas etapas de nuestra vida un test de movimiento. De este modo, no solo lograríamos conocer nuestro patrón de marcha (y saber si en algún momento está alterado), sino que, además, lograríamos tener gran cantidad de datos para ver patrones anormales y asociarlos a otras dolencias. Si estas pruebas pudieran incorporarse a la historia clínica de las personas y se ve que alguien, por ejemplo, a los 45 años ha desarrollado un patrón de marcha anormal y a los 60, sufre Parkinson, podríamos comparar los datos, sacar conclusiones y predecir mejor.

Demos ahora un paso más: además de predecir y confirmar enfermedades, ayudar en la neurorrehabilitación o a la hora de evitar lesiones, ¿puede el movimiento influir en nuestro cerebro?

(MG) Totalmente. Cuando coges un objeto con la mano derecha, sabes que se va a activar una parte concreta del cerebro. El reto es entender cómo funciona el sistema de comunicación entre el cerebro y los músculos para poder influir en uno o en otros.  Ya hay experiencias que persiguen estimular un área cerebral para ayudar a recuperar el movimiento de una parte del cuerpo.

(AM) Y a la inversa: Otro de los retos es, a través del movimiento, recuperar actividad cerebral que se ha perdido, por ejemplo, a raíz de un accidente cardiovascular.

(MG) En ese sentido, por ejemplo, en Francia, cuando alguien tiene un ictus, le vendan el brazo sano y le obligan a manejar el brazo que está mal, porque forzar a tu cabeza a que intente moverlo abre un nuevo circuito neuronal, lo que recupera parte de la movilidad. Es lo que se llama coherencia cortico muscular y, medirla, es el nuevo reto que ahora afrontamos en nuestro grupo de investigación con la ayuda de unos sensores que registran el movimiento de los músculos y electrodos que recogen la actividad cerebral.

NOTA – Movalsys surge de la colaboración entre dos grupos de investigación de la UPNA en el campo de la Ingeniería Biomédica y sus avances han sido publicados en las más destacadas revistas científicas de Fisioterapia, Geriatría, Ingeniería Biomédica o Matemáticas. Esta tecnología tiene aplicación tanto en el ámbito médico (geriatría, rehabilitación, etc.) como en el deportivo (valoración y seguimiento del estado físico de deportistas).

Descubre más sobre este tema escuchando el podcast en Ciencia al punto ¿Cómo te mueves predice cómo está tu cerebro?

Más información:

 Martínez-Ramírez, A., Lecumberri, P., Gómez, M., Rodriguez-Mañas, L., García, F. J., & Izquierdo, M. (2011). Frailty assessment based on wavelet analysis during quiet standing balance test. Journal of biomechanics44(12), 2213-2220.

Setuain, I., Lecumberri, P., Ahtiainen, J. P., Mero, A. A., Häkkinen, K., & Izquierdo, M. (2018). Sprint mechanics evaluation using inertial sensor‐based technology: A laboratory validation study. Scandinavian journal of medicine & science in sports28(2), 463-472.

Millor, N., Lecumberri, P., Gómez, M., Martínez-Ramírez, A., & Izquierdo, M. (2013). An evaluation of the 30-s chair stand test in older adults: frailty detection based on kinematic parameters from a single inertial unit. Journal of neuroengineering and rehabilitation10(1), 1-9.

Martinikorena, I., Martínez-Ramírez, A., Gómez, M., Lecumberri, P., Casas-Herrero, A., Cadore, E. L., … & Izquierdo, M. (2016). Gait variability related to muscle quality and muscle power output in frail nonagenarian older adults. Journal of the American Medical Directors Association17(2), 162-167.

Martínez-Ramírez, A., Martinikorena, I., Gómez, M., Lecumberri, P., Millor, N., Rodríguez-Mañas, L., … & Izquierdo, M. (2015). Frailty assessment based on trunk kinematic parameters during walking. Journal of Neuroengineering and rehabilitation12(1), 1-10.

Millor, N., Lecumberri, P., Gomez, M., Martinez-Ramirez, A., & Izquierdo, M. (2014). Kinematic parameters to evaluate functional performance of sit-to-stand and stand-to-sit transitions using motion sensor devices: a systematic review. IEEE transactions on neural systems and rehabilitation engineering22(5), 926-936.

Martínez-Ramírez, A., Martinikorena, I., Lecumberri, P., Gómez, M., Millor, N., Casas-Herrero, A., … & Izquierdo, M. (2016). Dual task gait performance in frail individuals with and without mild cognitive impairment. Dementia and geriatric cognitive disorders42(1-2), 7-16.

Izquierdo Redín, M., Martínez Ramírez, A., Larrión, J. L., Irujo Espinosa, M., & Gómez Fernández, M. (2008). Valoración de la capacidad funcional en el ámbito domiciliario y en la clínica. Nuevas posibilidades de aplicación de la acelerometría para la valoración de la marcha, equilibrio y potencia muscular en personas mayores. Anales del Sistema Sanitario de Navarra, 2008, 31 (2). Págs. 159-170.

Inzitari, M., Calle, A., Esteve, A., Casas, Á., Torrents, N., & Martínez, N. (2017). ¿ Mides la velocidad de la marcha en tu práctica diaria? Una revisión. Revista Española de Geriatría y Gerontología52(1), 35-43.

Perumal, S. V., & Sankar, R. (2016, November). Gait monitoring system for patients with Parkinson’s disease using wearable sensors. In 2016 IEEE Healthcare Innovation Point-Of-Care Technologies Conference (HI-POCT) (pp. 21-24). IEEE.

Yates, T., Razieh, C., Zaccardi, F., Rowlands, A. V., Seidu, S., Davies, M. J., & Khunti, K. (2021). Obesity, walking pace and risk of severe COVID-19 and mortality: analysis of UK Biobank. International Journal of Obesity45(5), 1155-1159.

Costilla-Reyes, O., Vera-Rodriguez, R., Scully, P., & Ozanyan, K. B. (2018). Analysis of spatio-temporal representations for robust footstep recognition with deep residual neural networks. IEEE transactions on pattern analysis and machine intelligence41(2), 285-296.

Electrolineras: cómo son, cuánto recargan y cuánto tardan

Pablo Sanchís, catedrático del Departamento de Ingeniería Eléctrica, Electrónica y de Comunicación e investigador del Instituto de Smart Cities (ISC), Ernesto Barrios, profesor del Departamento de Ingeniería Eléctrica, Electrónica y de Comunicación y David Elizondo, investigador predoctoral en movilidad eléctrica de la Universidad Pública de Navarra

Foto de Mike en Pexels

Estamos viviendo un cambio de paradigma en la forma en que nos movemos. El transporte está evolucionando hacia una movilidad eléctrica. El coche eléctrico se ha colado en nuestras vidas, aunque solo sea por los numerosos anuncios que se emiten en televisión o por los puntos de recarga públicos que vemos instalarse en nuestras ciudades.

El vehículo eléctrico también se ha colado en nuestro vocabulario con conceptos que hasta hace poco no eran comunes: estación de recarga, carga en modo 3 o en modo 4, conector CCS o CHAdeMO, potencia de carga, etc. Otro término que ha llegado para quedarse es el de electrolinera.

¿Qué es una electrolinera?

Señal de punto de recarga de coche eléctrico
Símbolo de punto de recarga de coche eléctrico.
Oregon Department of Transportation / Flickr, CC BY

El término electrolinera se ha formado, simplemente, por combinación de las palabras “eléctrica” y “gasolinera”. Se trata de una instalación en la vía pública para recargar las baterías de los vehículos eléctricos.

Hay que añadir un matiz: todas las electrolineras están formadas por puntos de recarga. Sin embargo, no todos los puntos de recarga son electrolineras. Por ejemplo, el punto de recarga doméstico que podemos instalar en nuestra plaza de garaje no entra en esta categoría.

Por tanto, la electrolinera ofrece un servicio equivalente al de una gasolinera: mientras que en la gasolinera se llena el depósito con combustible, en la electrolinera se recarga la batería con energía eléctrica.

Para saber fácilmente cómo es una electrolinera con más detalle, podemos empezar imaginando una gasolinera moderna. Ahora, quitamos los surtidores de combustible con sus mangueras y los sustituimos por cargadores con sus propias mangueras, solo que por estas no fluye gasolina o gasoil, sino corriente eléctrica.

Lo que está oculto a la vista también cambia: en lugar de depósitos de combustible tenemos una acometida eléctrica. Como la electrolinera está pensada para ser el equivalente de una gasolinera, sus cargadores proporcionan una carga rápida o ultrarrápida. Es decir, busca recargar en el menor tiempo posible.

La carga rápida es aquella en la que la potencia máxima durante la recarga se encuentra por encima de 22 kW y llega hasta 43 kW (en el caso de carga en corriente alterna, CA) o hasta 50 kW (si el cargador proporciona corriente continua, CC). El otro tipo de carga en una electrolinera, la carga ultrarrápida, es en CC y de mayor potencia, habitualmente por encima de 100 kW.

¿Por qué tiene tanta importancia la potencia?

La potencia de carga es la velocidad a la cual se proporciona energía a la batería. Cuanto mayor sea la potencia, más rápido se cargará la batería del coche. Por ejemplo, si cargamos a velocidad rápida y asumiendo potencia constante de 25 kW, se tarda dos horas en cargar 50 kWh. Si pasamos a cargar a velocidad ultrarrápida, por ejemplo asumiendo una potencia constante de 150 kW, el tiempo de carga se reduce a 20 minutos.

Buscando satisfacer las demandas del creciente parque de coches eléctricos, el desarrollo de las electrolineras aborda dos cuestiones:

  1. Incrementar la potencia de los cargadores. Objetivo: ofrecer al usuario un tiempo de recarga que se acerque al de repostaje de un coche de combustión en gasolinera.
  2. Crear una red de recarga en carretera. Objetivo: que el uso del vehículo eléctrico para viajes de larga distancia sea una realidad. Para ello, las estaciones de recarga deben estar distribuidas por toda la geografía y con suficiente regularidad.

Hay múltiples ejemplos de esta tendencia: la red de supercargadores de Tesla, la red IONITY, la red IBIL y la red de Iberdrola, entre otras. Para hacernos una idea de la magnitud de estas redes de recarga, pongamos números a dos de las más conocidas a nivel europeo:

Estación de recarga con supercargadores de Tesla
Estación de recarga con supercargadores de Tesla.
Paul Brennan/Publicdomainpictures.net
  • La red de supercargadores de Tesla cuenta en Europa con más de 6 000 supercargadores, ubicados en 600 estaciones. De ellas, 35 se encuentran en España, alcanzando un total de casi 250 puntos de recarga. En cuanto a la potencia máxima que un supercargador puede proporcionar, es de 150 kW si es generación V2 y de 250 kW si es V3. Si se recargaran 50 kWh a 250 kW, se tardaría solo 12 minutos.
Puntos de carga de IONITY
Estación de recarga de IONITY.
EV Romandie/Flickr, CC BY-NC
  • La red IONITY es un consorcio creado por los grupos BMW, Ford, Hyundai, Mercedes Benz y Volkswagen. Su objetivo actual es implantar 400 estaciones de recarga en Europa (ya han construido 342). El promedio de puntos de recarga por estación es de seis, que pueden proporcionar un pico de potencia de 350 kW. Si se recargara a esta potencia, se podrían entregar 50 kWh en menos de 9 minutos.

Estos niveles de cientos de kilovatios de potencia son abrumadores. Sin embargo, es importante fijarnos en que son valores pico o máximos. Es decir, el cargador puede entregar esta potencia, pero no lo hace durante todo el tiempo. Como consecuencia, los tiempos estimados antes (12 y 9 minutos, respectivamente) son tiempos mínimos de recarga. En cualquier caso, recargar entre 200 y 250 km de autonomía en menos de un cuarto de hora es impresionante.

Por otro lado, estas infraestructuras de recarga son capaces de proporcionar niveles de potencia superiores a lo que actualmente admite la gran mayoría de coches eléctricos del mercado. Eso sí, muchos de ellos pueden cargarse ya por encima de 50 kW. Algunos, incluso por encima de 100 kW. La razón de sobredimensionar los puntos de recarga en las electrolineras es adelantarse a lo que está por venir.

Movilidad eléctrica a larga distancia

Un buen ejemplo es el de una estación puesta en marcha en la autopista A7 de Alemania en 2020. Consta de 16 puntos de recarga de Tesla con capacidad de 150 kW y cuatro puntos de recarga de IONITY, que pueden entregar hasta 350 kW cada uno. Es decir, la estación puede recargar hasta 20 coches eléctricos simultáneamente.

Puntos de recarga de Tesla
Estación de recarga en la A7 en Alemania.
Geogast/Wikimedia Commons, CC BY

La realidad es que la recarga habitual de los coches eléctricos será en casa, a baja potencia y durante la noche. Las electrolineras tendrán su propio nicho: estarán ahí para los viajes por carretera, para permitir recorrer largas distancias y recargar en el tiempo de un descanso del viaje.

David Elizondo Martínez, Estudiante de doctorado – Movilidad eléctrica, Universidad Pública de Navarra; Ernesto Barrios, Profesor de Ingeniería Eléctrica con especialización en Electrónica de Potencia, Universidad Pública de Navarra y Pablo Sanchis, Catedrático de Ingeniería Eléctrica, Universidad Pública de Navarra

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

¿Cuándo será el coronavirus como un catarro habitual?

Antonio G. Pisabarro De Lucas, catedrático de Microbiología en el Departamento de Ciencias de la Salud y director del Instituto IMAB (Institute for Multidisciplinary Research in Applied Biology-Instituto de Investigación Multidisciplinar en Biología Aplicada) de la Universidad Pública de Navarra (UPNA). Denisse Patricia Rivera de la Torre, profesora de Salud Pública y Epidemiología de la Universidad de Sonora

 

Ilustración de Manuel Álvarez García.

¿Recuerdan qué era la vida normal? De repente, nos hemos visto sumergidos en un mundo peligroso en el que invisibles virus transmitidos por el aire nos amenazan cuando nos encontramos con amigos, cuando tocamos algún objeto o cuando entramos en los locales donde solíamos consumir.

Miramos con suspicacia a las personas que no nos parecen suficientemente prudentes. Sin embargo, en nuestra vida anterior nos movíamos libremente sin mascarillas y nos saludábamos dándonos la mano. Nos abrazábamos y besábamos, compartíamos objetos y vivíamos cerca los unos de los otros.

Si nos hubieran preguntado sobre la distancia social, habríamos pensado en comportamientos huraños, clasistas o, incluso, racistas. Pero, en ningún caso habríamos hablado de estar a más un metro y medio de distancia de los demás cada día.

Un año y medio de pandemia nos ha llevado a pensar que éramos irresponsables y que dábamos demasiadas oportunidades a la naturaleza para que se vengara de nosotros. Ahora nos consideramos culpables de todo lo que nos ocurre y miramos asustados alrededor buscando guías, salidas, confinamientos y otras restricciones. Ahora, en determinados momentos, nos sentimos más seguros cuando estamos aislados.

¿Era un error la antigua normalidad?

Sin embargo, no está claro que nuestra vida normal fuera un error. Los contactos sociales nos permitían reforzar las relaciones entre los miembros de la comunidad. Además, desde el punto de vista microbiológico, nos permitían formar una comunidad de microorganismos que compartimos entre todos los que convivimos en una ciudad o en un grupo social.

Estos microorganismos compartidos estimulan nuestra respuesta inmune, nos permiten estar protegidos frente otros virus y bacterias con los que nos encontramos diariamente. Asimismo, participan activamente en la digestión de los alimentos que consumimos.

No vivimos en una burbuja estéril sino en un entorno cargado de microorganismos con los que, evolutivamente, hemos aprendido a convivir. Nada tiene sentido en biología si no es a la luz de la evolución. Miremos con esa luz nuestra relación con los microorganismos.

¿Quién nos enseñó a comportarnos así?

Parte de ese aprendizaje evolutivo de nuestra especie queda reflejada en nuestro comportamiento. Nos gustaría pensar que nos tocamos, nos besamos, nos acercamos y compartimos objetos por comportamientos decididos racionalmente.

Sin embargo, lo cierto es que todos esos comportamientos han sido seleccionados o tolerados evolutivamente. Son parte de la domesticación de nuestra propia especie. Es decir, con el paso del tiempo, aquellas variantes de nuestra especie mejor adaptadas a vivir en un entorno microbiano dado han sido seleccionadas y han predominado en la población.

Por su parte, las variantes microbianas que mejor podían establecerse en nuestras poblaciones han prevalecido frente a otras más letales que, eliminando al huésped, dificultaban su trasmisión.

A este proceso de coevolución lo podríamos llamar domesticación: domesticación de los humanos y de los microorganismos. Aunque quizá sería más correcto cambiar el término de domesticación (de domus, casa) por el de urbanización (de urbs, ciudad) ya que las comunidades microbianas con las que vivimos son las seleccionadas por nuestra vida en poblaciones cada vez más densas. Por eso, volveremos a nuestra vida normal, pues es la que nos permite vivir mejor en comunidad.

Ciertamente, aparecerán nuevos patógenos más o menos virulentos que se introducirán en nuestra comunidad y producirán nuevas epidemias y pandemias. Es un accidente natural imprevisible que se alza como una gran ola que barre todo lo que encuentra.

Sin embargo, la ola pasará y el mar volverá a la calma. Volveremos a nuestra vida normal porque es el resultado de nuestro proceso de selección: la vida en comunidad parece compensar evolutivamente el riesgo de la aparición de epidemias.

El coronavirus no desaparecerá en la nueva normalidad

Este coronavirus se quedará viviendo en nuestra especie de forma permanente. No cumple ninguno de los supuestos que permitiría pensar en su erradicación. Se trata de un virus adaptado a la población humana con reservorios animales, la enfermedad que produce no tiene un diagnóstico claro y distinto y no disponemos de una vacuna con una eficacia suficiente.

Además, el coronavirus es un virus de ARN que, aunque no es tan variable como el virus de la gripe, es muy variable, por lo que podrán aparecer nuevas cepas que escaparán parcialmente a nuestro sistema inmune y podrán producir oleadas epidémicas de gravedad variable.

No obstante, es de esperar que estas oleadas tiendan a ser menos pronunciadas en el futuro, aunque puedan surgir ocasionalmente nuevas variantes pandémicas como ocurre en el caso de la gripe.

¿Convivirá con nosotros el coronavirus en la nueva normalidad?

Las sucesivas olas de infección a personas vacunadas o que hayan pasado la enfermedad harán que la inmunidad individual y grupal se extienda a toda la población. El coronavirus SARS-Cov2 pasará a ser un nuevo virus de catarro invernal que producirá casos graves esporádicamente.

Esta protección causada por la circulación con baja incidencia del virus en la comunidad inmunizada se producirá cuando volvamos a la vida normal que describíamos al principio de este artículo.

El mantenimiento de las medidas de aislamiento social y otras medidas destinadas a la reducción de la movilidad de la comunidad microbiana con la que convivimos reducirá el efecto protector de esta convivencia. Así, nos hará más susceptibles a los microorganismos que nos rodean y frente a los que estamos protegidos por el contacto esporádico habitual de nuestra vida normal.

El problema fundamental de las pandemias es el colapso del sistema sanitario y del sistema social. Una vez controlada la fase crítica que causa dicho colapso, la vida normal seleccionada evolutivamente durante el proceso de domesticación de la humanidad volverá a prevalecer. Así es como ha ocurrido después de todas las pandemias anteriores que ha sufrido nuestra especie.

Antonio G. Pisabarro, Catedrático de Microbiología, Departamento de Ciencias de la Salud, Instituto de Investigación Multidisciplinar en Biología Aplicada, Universidad Pública de Navarra y Denisse Patricia Rivera de la Torre, Docente en Salud Pública y Epidemiología en la Universidad de Sonora, Universidad de Sonora

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

¿Será la salida de las tropas de EE. UU. de Afganistán el fin de las misiones humanitarias?

Sergio García Magariño, investigador del Instituto I-Communitas (Institute for Advanced Social Research-Instituto de Investigación Social Avanzada) de la Universidad Pública de Navarra (UPNA)

 

Centro de entrenamiento militar de Afganistán.
Imagen de Chris Aram en Pixabay

He de reconocer que el anuncio del presidente Biden de la retirada final de las tropas norteamericanas de Afganistán, prevista entre el 1 de mayo y el 11 de septiembre de 2021, me pilló de sorpresa. Y no es porque no se supiera, ya que, desde el acuerdo de Doha con los talibanes en febrero de 2020, era de dominio público. Es por lo que simboliza: el fin de una guerra interminable y estéril de 20 años y el más que probable ascenso inexorable de los talibanes, a quienes la guerra aspiraba a expulsar definitivamente del poder. Pero, nos preguntamos, ¿será también el fin de las intervenciones internacionales?

Tras el atentado de las torres gemelas el 11 de septiembre de 2001, EE. UU. lideró una intervención en Afganistán, avalada por el Consejo de Seguridad, para expulsar del poder a los talibanes, a quienes acusaba de haber establecido un régimen opaco desde el que Al-Qaeda se organizaba y planificaba atentados.

Esa intervención iba a acompañada de un constructo jurídico problemático para legitimar cualquier acción unilateral de EE. UU.: el ejercicio de la guerra en “legítima defensa” contra el terror.

Los primeros 14 años implicaron múltiples operaciones militares de diversos países y organismos internacionales, como la OTAN, para lograr una derrota por la fuerza. Y desde 2014, el foco se puso en instruir al gobierno y ejército afganos para ejercer el monopolio legítimo de la violencia.

El coste del “monopolio legítimo de la violencia”

Todas estas operaciones han dejado un coste indeleble, tanto en términos de vidas y desplazamientos forzados como económicos. Aunque según las fuentes los números varían ligeramente, se estima que 2 442 soldados norteamericanos y 1 144 soldados del resto de países perdieron la vida. No obstante, si se coloca el foco en Afganistán, los bajas ascienden a más de 45 000 soldados.

Esto ya es cruel, pero lo es mucho más saber que cerca de 47 000 civiles afganos murieron y que millones de personas, incluyendo cientos de miles de niños, han sido desplazados, nacional e internacionalmente.

En cuanto a los costes económicos, y solo por tomar en cuenta un dato, el Instituto Watson para asuntos internacionales y públicos de la Universidad de Brown, considera que el gasto que ha supuesto para EEUU supera los 2,26 billones (millones de millones) de dólares.

El resurgir de los talibanes

Recordemos que el propósito de la guerra era desterrar a los talibanes. Bueno, pues a pesar de que los talibanes nunca se fueron, tras la salida de las pocas tropas internacionales restantes en septiembre de 2021 –alrededor de 3 000, en comparación con las 100 000 que mandó Obama–, con casi total certeza dejarán la periferia para volver a los centros de mando del país.

Estos talibanes siguen siendo los mismos que gobernaron Afganistán con mano de hierro, sobre todo para las mujeres y las minorías, entre 1996 y 2001, con un grado de fundamentalismo poco conocido en la historia moderna.

El hecho de que no hayan atacado a las tropas internacionales desde el señalado acuerdo de Doha parece dotarles de un aura renovada de amistad y compromiso; pero la constatación de que no han cejado en su empeño contra las fuerzas nacionales y los civiles afganos revela que su crueldad persiste.

20 años de dolor y sufrimientos

Este sencillo análisis de costes-beneficios es preocupante de por sí: 20 años de dolor, muerte, sufrimiento y gastos, que se proyectarán hacia el futuro durante varias generaciones, para llegar al punto de partida con los talibanes en el poder. Sin embargo, el problema es mayor si nos adentramos en la psicología talibán y en el relato que legitima su historia: vencimos a los soviéticos comunistas en su día y ahora vencemos al nuevo imperio, a su antítesis, a EE. UU.

Además, su ideología islamista-salafista los coloca en el clímax de una lucha apocalíptica del bien contra el mal, de una yihad por salvar a la Umma, la mancomunidad islámica.

¿Hay algo más poderoso? Al inicio de la guerra, nadie quiso negociar con ellos; en mitad de la confrontación, hubo acuerdos de negociación; ahora son ellos quienes se pueden permitir el lujo de no extender la mano para renunciar a privilegios que pueden lograr por la fuerza.

¿El fin de la acción internacional y de las intervenciones humanitarias?

Los altos costes y bajos beneficios de la intervención en Afganistán, los problemas de la guerra y la acción internacional de 18 años en Iraq, el fiasco de la acción colectiva en Libia para derrocar a Gadafi y los pormenores de la no intervención directa en Siria para detener el conflicto civil plantean una pregunta común: ¿Son efectivas las intervenciones internacionales?

La pregunta está llena de aristas, puesto que genera una gran disyuntiva. La comunidad internacional, asumiendo un compromiso con la seguridad colectiva, no puede quedar impasible ante excesos de los gobiernos contra su población civil o ante una amenaza plausible para el orden internacional. Pero, ¿cómo puede ser eficaz una intervención armada mancomunada, cuando la historia reciente se interpreta desde un fracaso que, además, ha contribuido a aupar a una nueva amenaza, la del Daesh?

Acudamos al mito. Nuestra Ave Fénix, las intervenciones humanitarias, se mueve entre dos cenizas. ¿Por qué no se aleja de los talibanes y se encarna en una comunidad internacional fuerte, bien gobernada y, sobre todo, federalizada? La covid-19 nos recuerda que esa parece la mejor opción. Veamos qué depara el futuro.

Sergio García Magariño, Investigador de I-Communitas, Institute for Advanced Social Research, Universidad Pública de Navarra

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.