La irrupción de las mujeres en el deporte de competición no se produjo hasta los Juegos Olímpicos de 1900. Las seis mujeres que compitieron contrastaron con los 1.070 hombres. Aquel mismo año, Pierre Coubertin, el fundador de los Juegos Olímpicos modernos, sostenía que la presencia de las mujeres en los estadios era antiestética, de escaso interés e incorrecta. Unos años atrás, en 1894, Nettie Honeyball, una activista de los derechos de las mujeres, había fundado el primer club deportivo femenino en Inglaterra, el British Ladies Football Club.
La práctica del deporte por parte de las mujeres, y muy especialmente la del fútbol, se incrementó en la Primera Guerra Mundial, cuando los hombres británicos partieron al frente de batalla y las mujeres, trabajadoras en las fábricas debido a las circunstancias bélicas, comenzaron a participar en los populares torneos de fútbol. Surgieron iniciativas como la constitución de la English Ladies Football Association, pero la práctica del fútbol femenino no llegó a encontrar cauces competitivos oficiales. Por la misma época, en España comenzaban a darse los primeros partidos, aunque carentes de todo reconocimiento social. Un partido de fútbol femenino jugado en el campo del Español de Barcelona el 31 de mayo de 1914, para recaudar fondos para la Federación Femenina contra la Tuberculosis, no convenció al cronista de «El Mundo Deportivo», que vio “esta primera actuación de la mujer en el viril fútbol”, como de “poco aspecto sportivo”, donde “a las descendientes de la madre Eva” adoptaban posiciones “como adecuadas” e “inestéticas”, que eliminaban “la gracia femenil”.
El movimiento deportivo femenino fue cobrando formas asociativas, constituyéndose en 1917 la Federación de Sociedades Femeninas de Francia (FFSF) y en 193, la Federación Internacional Deportiva Femenina (FSFI), impulsada por Estados Unidos, Gran Bretaña, Italia, Checoslovaquia y Francia. Los avances en el período de entreguerras fueron lentos pero progresivos, destacando, una vez más, los logrados en el fútbol. El Campeonato de Gran Bretaña y el Mundo organizado en 1937 contó con el partido internacional de fútbol femenino, que disputaron el Dick Kerr’s Ladies y el Edimburgh Ladies.
La consolidación de la práctica deportiva femenina llegó en la segunda mitad de los años sesenta, ayudada por el movimiento liberalizador de la mujer. En 1969, la Football Association incorporó, por primera vez, una sección de mujeres, y en 1971 la UEFA comenzó a impulsar el fútbol femenino, después de que, el año anterior, se organizase el primer Mundial de fútbol femenino en Italia, si bien este tuvo un carácter extra-oficial, sin lograr el reconocimiento de la FIFA.
La España franquista no fue una excepción. La revolución juvenil y los movimientos feministas que clamaban por el final de la dictadura impulsaron iniciativas que pretendían seguir el ejemplo de lo que ocurría tanto en Europa como en América. Prosperaron iniciativas individuales que organizaron partidos femeninos y la creación de los primeros clubes como el Sizam de Paloma de Madrid (1970) o los numerosos clubs creados en Cataluña. El 21 de febrero de 1971, se celebró el primer enfrentamiento internacional de España, en este caso, frente a Portugal. En Navarra, la iniciativa correspondió al olitense Luis Pérez Rocafort, “el Planilla”, que formó el Erriberri F.C. femenino, aglutinando a un grupo de chicas de la localidad en la temporada 1970-1971.
La oficialización internacional del fútbol femenino no llegó hasta 1982, en que se celebró el primer Campeonato Europeo para Equipos Representativos de Mujeres, organizado por la UEFA, al que se le sumó, años después, el Campeonato Femenino de la UEFA o Euro Femenino. Los avances en el fútbol femenino en España fueron más lentos. Estos seguían produciéndose por iniciativas individuales. Es lo que volvió a ocurrir en Navarra. El guipuzcoano Iñaki Artola recaló en Pamplona por motivos laborales. Su hija jugaba en Oiartzun, y, al ver que en Navarra no existía ningún equipo de chicas, decidió poner un anuncio en la prensa local en abril de 1984 para constituir el primer equipo femenino local. El éxito fue total: de un centenar de adolescentes que se presentaron, se seleccionaron una veintena, destacando jugadoras como Paula Kasares, María Ángeles Azcona, María Arellano, Maider Arellano, Tita Pérez de Heredia, Gloria Etxarri, Tegui Razquin y Txusmi Marticorena. Hubieron de jugar en la liga guipuzcoana, pues en Navarra no había equipos para competir.
Unos años después, en 1988, Tino del Barrio creó un equipo de fútbol sala femenino. Su éxito hizo que, dos años después, este equipo quedase incorporado a la Sociedad Deportiva Lagunak de Barañáin como su sección femenina de fútbol.
Para entonces, el fútbol femenino comenzaba a consolidarse a nivel internacional, cuando en 1991 se celebró la primera Copa Mundial Femenina de Fútbol, organizada por China. La creciente popularidad del fútbol femenino hizo que el COI decidiera incluirlo, por primera vez, en los Juegos Olímpicos de Atlanta (Estados Unidos) de 1996.
En España, también se fueron consolidando las competiciones oficiales, en las que el Lagunak cosechó triunfos importantes, como los de la temporada 1997-1998, cuando, siendo equipo de Segunda División, logró ser subcampeón de la Copa de la Reina.
Desde entonces, el fútbol femenino no ha parado de crecer, pero no son pocos los retos que tiene por delante para alcanzar la igualdad respecto del masculino, y que se van logrando superar, con enormes dificultades, haciendo frente a no pocas actitudes sexistas y machistas. La discriminación alcanza, incluso, la cúspide del fútbol. La Copa Mundial Femenina de la FIFA de 2015, la séptima edición del máximo torneo femenino a nivel selecciones del mundo, acabó judicializada. Un grupo de jugadoras de élite acudieron al Tribunal Canadiense de Derechos Humanos acusando a la FIFA y a la Federación Canadiense de Fútbol de prácticas discriminatorias. La sentencia concluyó que la actuación de la FIFA y de la Federación fue discriminatoria. Hay mucho camino por recorrer.
Esta entrada ha sido elaborada por Roldán Jimeno Aranguren, profesor del Departamento de Derecho de la Universidad Pública de Navarra (UPNA)