Hipatia de Alejandría, la primera científica de la historia

¿Qué nombre de científica importante destacarías de la historia? Casi todos responderíamos el mismo nombre: Marie Curie. Sin embargo, además de ella, ¿conoces alguna más? Es difícil recordar muchos más nombres de mujeres que hayan destacado en la ciencia y la tecnología, y, sin embargo, existen y han aportado muchas cosas importantes. Queremos conocerlas, queremos que las conozcáis y, por eso, les hemos dado vida en una obra de teatro.

En concreto, somos nueve profesoras e investigadoras de la Universidad Pública de Navarra (UPNA), y cada una de nosotras hemos elegido representar a una científica con la que nos sentimos identificada. Pero, además, para que podáis conocerlas más en profundidad, iniciamos, con esta entrada, una serie de breves biografías sobre las científicas a las que representamos, de tal modo que os podáis enamorar de ellas de la misma forma que lo hemos hecho nosotras.

Comenzaremos con la que se considera la primera científica de la historia: Hipatia de Alejandría, nacida aproximadamente en el siglo IV en dicha ciudad egipcia. Por aquel entonces, la metrópoli fundada por Alejandro Magno era la capital de Egipto y se la conocía por su museo, su enorme biblioteca y sus grandes templos. Fue precisamente en la biblioteca donde Hipatia pasó la mayor parte de sus horas, ya que su padre, Teón, trabajaba allí. Así, Hipatia, como muchos científicos de la época, se dedicó a ordenar y reescribir a mano las obras más importantes de la Antigüedad. Una reescritura que conllevaba mucho más que una simple copia: los copistas se dedicaban a hacer comentarios manuscritos al margen, que muchas veces suponían aportaciones originales.

Las mayores contribuciones de Hipatia, y gracias a las cuales se convirtió en una científica de renombre en la época, fueron en los ámbitos de las matemáticas y la astronomía. Destacan el Comentario de la “Aritmética” de Diofanto, que dio un impulso decisivo al álgebra con la creación de unos signos matemáticos que simplificaban y agilizaban sus operaciones; las aportaciones al trabajo de Apolonio de Pérgamo, introductor de la geometría de las figuras cónicas, crucial para el posicionamiento de los cuerpos celestes; y la contribución, junto con su padre, a los trece libros de Comentarios del Almagesto, donde se recoge el estudio de la obra de Ptolomeo, primer tratado matemático que dio una explicación completa, detallada y cuantitativa de todos los movimientos celestes. Los comentarios de esta última obra se cree, además, que influenciaron en la revolución copernicana, uno de los momentos cruciales en el desarrollo del heliocentrismo.

Aparte de los comentarios a importantes obras, Hipatia tuvo tiempo para más. Así, sabemos, a través de los escritos de sus discípulos, que confeccionó un planisferio celeste gracias a un astrolabio que desarrolló ella misma, y también inventó un hidroscopio para pesar líquidos. Pero no sólo eso: Hipatia también invertía parte de su tiempo en impartir clases. Unas clases que se pueden definir como poco convencionales. No eran como las actuales, sino que se trataba de diálogos en los que ella discutía con los alumnos sobre filosofía, matemáticas, astronomía, ética o religión. En estas clases, se trasmitía la doctrina neoplatónica, influenciada, a su vez, por los pitagóricos, por lo que se apoyaba la igualdad de género y se fomentaba la educación de todas las personas, independientemente de su cultura, clase social o género. Este hecho atraía a intelectuales de diferentes partes del mundo, quienes acudían a la ciudad para formarse sobre las diferentes concepciones filosóficas y científicas.

De esta manera, a pesar de que, por la época en la que vivió, en su historia se mezclan la realidad y la leyenda, podemos afirmar que Hipatia fue una matemática, filósofa y astrónoma que, gracias a su constancia y trabajo, se convirtió en una de las mejores científicas de la época. De hecho, son muchas las fuentes que señalan que Hipatia destacó por encima de su padre y otros científicos de la época no sólo en talento, sino también en logros científicos. Consiguió un renombre y una influencia tal que se cree que fue la razón de su desgraciado asesinato ya en el siglo V.

Para finalizar, dejamos al lector con una reflexión que se atribuye a esta científica: “Conserva tu derecho a reflexionar, porque incluso el hecho de pensar erróneamente es mejor que no pensar en absoluto”.

 

Esta entrada ha sido elaborada por Leyre Catalán Ros, investigadora del Departamento de Ingeniería y del Instituto de Smart Cities (ISC) de la Universidad Pública de Navarra (UPNA), presidenta de la Asociación para la Promoción de las Energías Renovables en Navarra (APERNA) y actriz de la obra de teatro «Yo quiero ser científica», en la que interpreta a Hipatia de Alejandría

 

Nota: el blog Mujeres con ciencia, impulsado por la Cátedra de Cultura Científica de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) y editado por la profesora de esta institución Marta Macho Stadler, repasa periódicamente vidas, obras y reflexiones de diversas mujeres científicas, actuales e históricas