Actividad emprendedora e intraemprendedora

Se habla muy a menudo de la importancia de generar una mayor actividad emprendedora, pues existen evidencias que sugieren que esta genera mayor crecimiento económico, progreso y bienestar. ¿Pero a qué nos estamos refiriendo cuando hablamos de emprendimiento? La definición más comúnmente aceptada de emprendimiento es aquella que la define como el proceso de detección, evaluación y explotación de oportunidades de negocio. Este proceso tiene dos grandes manifestaciones. Por un lado, está la creación de nuevas empresas, seguramente la manifestación que primero viene a nuestras mentes cuando oímos la palabra emprendimiento, y, por otro, la actividad innovadora que desarrollan las empresas ya existentes.

Hablemos de esa primera manifestación ¿Cómo son las nuevas empresas que se crean? ¿Cuánto aportan al empleo o al crecimiento? Las estadísticas nos muestran que la mayoría de las empresas que se crean, en cualquier país del mundo, son pequeñas (normalmente emplean a una o dos personas), sin grandes aspiraciones de crecimiento y orientadas a la demanda interna. La orientación hacia la demanda interna es significativamente mayor en España que en los países de su entorno, una regularidad que parece extenderse a las empresas consolidadas. Más aún, las nuevas empresas tienen menos de un 50% de posibilidades de sobrevivir más de cinco años. El empleo que generan las nuevas empresas suele rondar el 5 o el 6% del empleo total de la economía. La elevada mortandad de las nuevas empresas hace que, tras cinco años, el crecimiento de las empresas que han sobrevivido apenas pueda compensar el empleo perdido por aquellas que han desaparecido.

¿Es, por tanto, el emprendimiento menos relevante para la economía de lo que se piensa? No, por supuesto que no. En primer lugar, porque la dinámica del emprendimiento, incluso la de creación de empresas, favorece el cambio técnico y la mejora de la productividad. En segundo, porque si bien la mayoría de las nuevas empresas crecen poco o desaparecen, hay un reducido grupo de nuevas empresas que sobreviven y crecen de manera significativa contribuyendo al crecimiento del empleo y la economía. Encontramos ejemplos de estas empresas, que reciben nombres como gacelas o unicornios, tanto a nivel mundial como nacional. Y en tercer lugar, porque las estadísticas a las que antes hacía alusión solo se refieren a la creación de nuevas empresas y no recogen la actividad innovadora o emprendedora que se desarrolla dentro de las empresas ya existentes (intraemprendimiento). El proceso de detección, evaluación y explotación de oportunidades de negocio se engloba dentro de lo que comúnmente hemos denominado actividad innovadora de las empresas, y se vincula con su capacidad para aprovechar oportunidades de generación de riqueza a través de la introducción de innovación de producto, de proceso, de modelos de negocio o incluso organizativas.

Por su capacidad para escalar los proyectos, es posible que la actividad intraemprendedora genere un impacto muy significativo en el crecimiento económico de los países y regiones. Sin embargo, aunque todas las empresas instaladas tienen el potencial para ser emprendedoras e innovar, esta actividad intraemprendedora no está presente en igual grado o intensidad en todas las firmas instaladas. Ni mucho menos. Y es que intraemprender (y, sobre todo, culminar con éxito este proceso) requiere no solo la voluntad de los gestores de las empresas, sino de una organización y una cultura acorde a dicho objetivo. Liderazgo de la gerencia, implementar mecanismos de participación de los empleados, generar un clima de confianza que favorezca la participación y la creatividad, motivar a los empleados, o desarrollar sistemas de incentivos que distribuyan las ganancias derivadas de los éxitos y no castiguen los fracasos están entre las medidas que fomentan el intraemprendimiento exitoso de las empresas instaladas. Si somos capaces de promover una cultura empresarial y laboral que incida en estas líneas, estaremos favoreciendo una economía más emprendedora, y a través de ella y del adecuado reparto de las ganancias del emprendimiento, un mayor desarrollo económico y social.

 

Esta entrada al blog ha sido elaborada por Martin Larraza Kintana, profesor titular del Departamento de Gestión de Empresas e investigador del Instituto INARBE (Institute for Advanced Research in Business and Economics) de la Universidad Pública de Navarra (UPNA)