Responde: Mikel Izquierdo Redín, catedrático del Departamento de Ciencias de la Salud de la Universidad Pública de Navarra (UPNA) e investigador de Navarrabiomed (el centro de investigación biomédica de la UPNA y el Gobierno de Navarra) y del Instituto de Investigación Sanitaria de Navarra (IdiSNA).
Antes de la actual pandemia producida por el coronavirus, la “muerte dulce” provocada por la pandemia de la “inactividad física” y sedentarismo de la población era la cuarta causa de mortalidad en el mundo. Aproximadamente, una de cada tres personas en el mundo (y una de cada dos en Estados Unidos) no cumplen las recomendaciones “mínimas” que la Organización Mundial de la Salud (OMS) prescribe en términos de práctica de actividad física para reducir el riesgo de enfermedades y muerte en la población.
Para minimizar la progresión del coranovirus, las autoridades sanitarias nos piden responsabilidad y evitar salir de casa en la medida de lo posible. Sin embargo, para proteger nuestra salud, debemos evitar que este periodo de aislamiento suponga un periodo de “parada total de nuestra actividad física”. La inactividad física se considera como un factor clave que contribuye al inicio de la disminución de la masa muscular y la función, que, a su vez, parece ser un aspecto vital relacionado con la fragilidad. El deterioro de la fuerza muscular y la masa, la resistencia cardiovascular y el equilibrio conducen a una disminución de las actividades de la vida diaria, un mayor riesgo de caídas y pérdida de independencia y calidad de vida, entre otras consecuencias.
La inactividad física y un estilo de vida sedentario son los factores principales en la pérdida y el deterioro de la función muscular. Por ejemplo, se sabe que estar inmovilizado periodos tan cortos como cinco días reduce, incluso en personas jóvenes, hasta un 4% la masa muscular, un 9% la fuerza y un 10% la capacidad cardiovascular. En el caso de que estuviésemos encamados en el hospital, tres semanas de reposo absoluto serían similares a un deterioro de la capacidad funcional equivalente a treinta años de envejecimiento.
Por último, se ha mostrado como tan sólo catorce días de reducción en el número de pasos diario son suficientes para aumentar el riesgo de futuro de enfermedad metabólica y resistencia a la insulina. Especialmente en la población española, los daños colaterales del coranovirus sobre la actividad física es que se haya reducido hasta un 38% del número de pasos dados por la población. Por estas razones, debemos mantener los niveles de actividad física lo más altos posibles durante el periodo de aislamiento.
La práctica regular de ejercicio físico constituye un medio sano, barato y seguro de prevención y de tratamiento de muchas de las enfermedades ligadas al sedentarismo, y un medio para prevenir o para retrasar la aparición de la incapacidad y para disminuir los costes sanitarios.
En los últimos treinta años, se ha demostrado que, a cualquier edad, las personas adultas que están en buena condición física o que son físicamente activas presentan menor riesgo, a corto y medio plazo, de tener enfermedad cardiovascular o de morirse. Además, presentan menos riesgo de tener accidentes cerebro-vasculares, algunos tipos de cáncer, obesidad, diabetes tipo 2 y osteoporosis. También, la práctica de ejercicio físico se ha asociado con factores relacionados con la disminución y el retraso en la aparición de la fragilidad y de la dependencia, porque se ha visto que las personas mayores más activas físicamente tienen menor incidencia de sarcopenia (pérdida de la masa y fuerza muscular en personas de edad avanzada), hecho que favorece la aparición de enfermedades y de incapacidad, de pérdida de función y autonomía, de caídas y tienen mejor salud mental.
Nota: las personas interesadas podrán plantear a investigadores de la UPNA cuestiones relacionadas con el coronavirus o el estado de alarma a través del correo electrónico vicerrectorado.proyeccionuniversitaria@unavarra.es, incluyendo en el asunto #UPNAResponde/#NUPekErantzun.